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Durante
los años sesenta, la narrativa hispanoamericana no solo nos proporcionó unos
cuantos libros excelentes de nuevos narradores (Gabriel García Márquez, Julio
Cortázar, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Guillermo Cabrera Infante), sino
que consiguió que nos fijáramos en una serie de autores (Borges, Alejo
Carpentier, Miguel Ángel Asturias, José María Arguedas, Lezama Lima, Onetti,
Ernesto Sábato, Juan Rulfo y Bioy Casares) que venían publicando en las décadas
anteriores, sin que les hubiéramos prestado la atención que merecían, al menos
en España. Entre nosotros, todo este fenómeno debió de arrancar con la
publicación de La ciudad y los perros
(1963), novela de Vargas Llosa que obtuvo el Premio Biblioteca Breve, y con la
residencia en Barcelona de diversos narradores representados por la agente
literaria Carmen Balcells.
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Pablo Neruda y un joven Mario Vargas Llosa (sentados), con Roger Caillois y Ángel Rama (de pie a la derecha), en un encuentro literario en Viña de Mar, Chile (1969). |
Cuando, en 1968, Robert Saladrigas empezó a publicar los
textos recogidos en el volumen que reseñamos (Voces del `boom´, Alfabia, Barcelona, 2011) era un joven escritor,
de 28 años, que se ganaba la vida como periodista, habiendo destacado ya por
sus reportajes sobre las confesiones no
católicas en España, que en 1972 recogería en libro no sin antes padecer graves
problemas con la censura. Tenía, además, cuatro obras de ficción en su haber: dos
en castellano (Notas de un viaje,
1965, y Arañas, 1967) y otras dos en
catalán (El cau, 1966, y Entre juliol i setembre, 1967, que
obtuvo el premio Joaquim Ruyra de narrativa juvenil), aunque a partir de esta última
fecha toda su obra de ficción aparecerá ya en catalán, en cuya literatura ha terminado
ocupando un destacado lugar como narrador.
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El
primero de estos “Monólogo con…”, título general de la sección, que se
completaba con el nombre del entrevistado, apareció publicado en la prestigiosa
revista Destino en los años en que la
dirigió Néstor Luján, fue el dedicado al autor de Cien años de soledad. Este “Monólogo con Gabriel García Márquez”, quien
entonces residía en el barrio de San Gervasio, de Barcelona, entregado a la
composición de El otoño del patriarca,
vio la luz el 30 de noviembre de 1968, siguiéndole 128 más, con escritores
europeos, hispanoamericanos, catalanes y del resto de España, hasta que la
serie concluyó en 1975, cuando Saladrigas dejó de colaborar en Destino, tras abandonar el director la publicación.
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Luisa Mercedes Levinson |
Lo que le proporciona un gran valor a este conjunto de entrevistas
es que, con la excepción de Cortázar, Cabrera Infante y Carlos Fuentes,
aparecen tanto los grandes narradores del llamado boom, como muchos de sus no menos ilustres antecesores, mostrándonos
un panorama bastante preciso de lo que era la mejor literatura latinoamericana
del momento. Y todo ello, a pesar de que solo figuran dos poetas: los chilenos Neruda
y Miguel Arteche (quien me sorprende tachando al gran Enrique Lihn de “poco
lúcido”, p. 94), y un escritor brasileño, Jorge Amado, y que el resto fueran
narradores en castellano.
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Ahora, bien, ¿en qué consisten estos monólogos? Pues, constituyen, en esencia, entrevistas reales y atípicas,
falsos monólogos, pues en ellos -lo aclara muy bien el autor en el prólogo- “el
interlocutor incorpora a su discurso las cuestiones que les voy planteando
–antes, por supuesto, había procurado familiarizarme con su obra-, alternándolas
con mi propio discurso en el que trato de describir la atmósfera que nos
envuelve, y sus reacciones gestuales en las distintas fases del diálogo” (p.
11). En suma, las preguntas no aparecen como tales; antes bien, se desprenden
del relato. No se trataba solo, por tanto, de saber qué piensa el entrevistado
sobre esto o aquello, sino que Saladrigas, escritor en ciernes por entonces, ensaya
a menudo una especie de retrato literario de su interlocutor, como ocurre, por
ejemplo, con Vargas Llosa (p. 25), Donoso (p. 35), el ácido Rulfo (p. 45),
Lafourcade (p. 153) o esa “dama del gran mundo” que fue Luisa Mercedes Levinson
(p. 89). Por su parte, Onetti, a quien también retrata, le espeta, al respecto:
“Habrá podido comprobar que los rasgos de las caras expresan, a veces mejor que
las palabras, lo que se esconde en el interior de los seres” (pp. 194 y 195).
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Juan Rulfo |
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Una y
otra vez reaparece en las entrevistas la revolución, el caso cubano, en
concreto, la literatura comprometida (¿con la sociedad, o exclusivamente con la
obra?, resulta a menudo el dilema que se plantean los autores), la aparición de
un hombre nuevo, etc. La mayoría se muestra interesada en la política; aunque
unos pocos, como el errante Donoso o la argentina Levinson, afirmen que no les
preocupa demasiado. Algunos de ellos, por ejemplo, Jorge Amado, se declaran
materialistas; otros se encuentran más cómodos con las ideas existencialistas, es
el caso de Carlos Droguett; o se sienten marxista-surrealistas, como Lafourcade
(p. 151); creen en la inspiración, pero se reconocen escépticos, así Onetti
(pp. 196 y 201); o se consideran escritores marginados que gozan siéndolo, como
Severo Sarduy (p. 224). Jorge Edwards, por su parte, se justifica
innecesariamente por haber escrito ese valiente libro que es Persona non grata, a la vez que anuncia
que “el futuro […] será del socialismo” (p. 212). En este sentido, Borges se
lleva la palma, pues no tiene empacho alguno en definirse como “hombre de la
revolución libertadora” (p. 161). De todo lo que se apunta en estas apasionantes
páginas, las ideas políticas son las que más chirrían hoy, lo que debería
entenderse como aviso para navegantes; pues, visto lo visto, la lucidez
literaria no lleva siempre emparejada la política; cosa que ya sabíamos, pero
que resulta sano constatar de nuevo.
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En estas Voces del
`boom´, que leemos ahora con la perspectiva de los cuarenta años transcurridos,
se recogen 21 entrevistas que dado su interés nos saben a poco. Trece de estos
autores ya han fallecido. Sobresale la presencia de nombres que el paso del
tiempo ha sepultado casi en el olvido, al menos en España, como Néstor Sánchez,
Droguett, Levinson (de quien tanto he oído hablar a su hija, la excelente
escritora Luisa Valenzuela), Arteche, Nivaria Tejera, Lafourcade, Yáñez y
Álvarez Gardeazábal. Quizá, por ello, hubiera resultado útil, es uno de los pocos
reparos que puedo ponerle a la edición, unas sucintas biografías de estos
autores que, a un lector no especialista en la materia, le costará situar dentro
de la historia literaria.
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Saladrigas tiene hechuras de gran entrevistador pues consigue
sacarle a cada uno de ellos lo mejor de sí mismos. Los observa con una cierta
distancia, con respeto, claro, pero a veces también nos los presenta sazonados con
una pizca de ironía. En ocasiones, llama la atención sobre el “tono de voz
quedo” (p. 14) de García Márquez, e incluso intenta reproducir el lenguaje
peculiar de Levinson y Manuel Puig, a quien le atribuye una “voz acarminada”
(p. 112). El caso es que el narrador colombiano debió de sentirse tan cómodo que
en la dedicatoria que le estampó en su ejemplar de Cien años de soledad se refería al encuentro como una “conversación
infinita”. Cuando en 1972 el periodista Miguel Fernández Braso recoja en libro
la larga entrevista con García Márquez, lo subtitulará precisamente Una conversación infinita. Vargas Llosa,
por su parte, que entonces cree en la llegada de la revolución, reconoce la
gran influencia que ha ejercido Borges sobre todos ellos (p. 28); Rulfo, ese
extraño mudo, critica con tanta dureza como lucidez el llamado nouveau roman (p. 49) que tan de moda
había estado; Asturias se presenta como el escritor más conscientemente
indigenista; mientras que Lafourcade recuerda que su generación se enfrentó a
la literatura criollista.
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El título del libro, Voces
del `boom´, resulta afortunado, aun
cuando algunos de esos autores no hayan pasado de ser meros ecos. Lo
importante, sin duda, es que el conjunto presenta un panorama bastante
verosímil de aquellos escritores latinoamericanos que a finales de los sesenta
y comienzos de los setenta estaban a disposición del lector español. Esperemos
que Alfabia, u otro editor, se decida a publicar un volumen semejante con las
conversaciones que mantuvo Saladrigas con los escritores españoles.
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* Esta reseña ha aparecido en el núm. 39 de la revista Guaraguao, correspondiente al verano del 2012.
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2 comentarios:
Muy interesante, Fernando, gracias por la referencia. Mempo Giardinelli publicó no hace mucho "Así se escribe un cuento" en el que reunía entrevistas con grandes autores hispanoamericanos. Entrevistas sobre el proceso creativo más que nada, pero que acababan mezclando cualquier tema de interés. Últimamente andaba intentando conseguir "Teoriás del cuento" (alguno de los vol.) de Lauro Zavala. Me das una nueva opción que tal vez sea un poco más fácil de encontrar.
Abrazos
Si consigues dar con la antología de Lauro Zavala, `Teorías del cuento´, quizás en Amazon, te aconsejo que te hagas con ella. Son 4 volúmenes, aunque el último resulta inencontrable, por problemas de derechos de autor.
Pero tienes a mano el libro de entrevistas de Miguel Ángel Muñoz, con autores de cuentos, también muy recomendable. Lo publicó Páginas de Espuma. Saludos.
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