Cala Fustam. Por una ola
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Convertirse
por un día en capitán de pequeña embarcación es una experiencia sensitiva para
quien sólo haya utilizado un ancla como colgador de ropa en tierras de secano.
Si hubiera sabido que no es necesario acreditar experiencia o poseer carnet de
patrón para dirigir una barca de goma motorizada, hubiera recorrido las costas
de las islas baleares por mar, en vez de soportar interminables caminatas en busca de paraísos vírgenes a los que no
lleguen los coches. En el mes de agosto,
como dicen por aquí, el “camí de cavalls” es sólo para los caballos.
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Fue
así, de la forma más casual, cuando, con la llegada de una ola de calor y con la
amenaza de transformarme en un charco (tuve pesadillas en las que dejaba de
escribir por semejante circunstancia), decidí embarcar a mi familia en
semejante aventura. Navegamos desde
playa de Son Bou, en la costa sur de Menorca, hasta Cala Turqueta. Como buenos
principiantes esquivábamos las embarcaciones de mayor eslora mucho antes de que
nuestra vista percibiera las siluetas de sus marineros: niñas con pareo
tomando el sol en cubierta o señoras de buen tipo luciendo sus torsos al
descubierto. Los veinte kilómetros por hora que alcanzaba nuestro motor a toda
máquina, era más que suficiente para adelantar, por la derecha (como buenos
conocedores del código vial), a piragüistas y barcas de remos.
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Fue
así cómo descubrimos un paraíso virgen apto para intrépidos Robinsones: cala
Fustam (cuatro kilómetros a pie desde el párking de Binigaus o, si lo
prefieres, cuatro mil metros desde cala Galdana).
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En
Cala Fustam, descubrimos un maravilloso entorno de aguas de color turquesa
enmarcado por el verde de los pinos y la vegetación autóctona, que limitaba
con una alfombra de arena blanca en la
que únicamente relucían cuatro piraguas naranjas bajo un sol de justicia. Uno
se pregunta, ensimismado por la belleza de postal de la que se siente
protagonista, el porqué de los tonos
turquesas, el porqué de la mayor salinidad del agua, o el porqué de un sitio
tan perfecto al alcance de cualquier humano con ganas de andar o navegar.
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Pasar
unas horas en este lugar es como viajar a esas fotografías caribeñas, de las
Fiji, o de las Bahamas. Puedes cerrar los ojos y pensar que habitas en otro
país, que estás solo en el mundo o que nada de lo que has dejado atrás tiene ya
mucho sentido. Y solos, muy solos en el mundo nos sentimos cuando una
embarcación recogió a los cuatro piragüistas por culpa de un mar que se había
encrespado. ¡Olas de un metro!, dijo el chaval del alquiler que enganchó las
piraguas a su barca motora y acomodó a
los asustados remeros. Llamad para que vengan a buscaros, nos sugirió. Aquel
chaval olvidó decirnos que en los paraísos vírgenes no hay cobertura, que la
tecnología es ajena a los entrantes de mar, a sus calas y sus recovecos
marinos. Regresamos bordeando la costa a diez por hora: Excorsada, hileras de
pinos al servicio de la fina arena;
Binigaus, playas infinitas, vírgenes y tranquilas; Adeodat, separada de
la siguiente por una punta rocosa llamada Punta Negra; Santo Tomás, hermano
gemelo de Son Bou; Atalis, tierra de acantilados enanos, y Son Bou,
tierra de turistas bronceados.
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Solo
nos cruzamos con una piragua que luchaba contra el viento y que nos deseó mucha
suerte. Como somos del mar cantábrico, adivinamos que las medidas de longitud
marítima han de ser distintas en cada mar, pues aquello que el joven denominó
“olas de un metro” más bien parecía un día con bandera verde en cualquier playa
del norte. Lo que es innegable es que con ola de calor o con ola de un metro :
las costas de Menorca nunca perderán su encanto.
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* Laura Garrido (Vitoria, 1969) es licenciada en Ingeniería Informática. Tanto con su poesía como con su narrativa breve ha obtenido premios y ha sido includa en antología. En sus dos blogs (http://demispalabrasylasvuestras.blogspot.de/ y http://demisbocetosylosvuestros.blogspot.de/) puede verse tanto su obra narrativa como los bocetos que pinta.
17 comentarios:
¡Ay, la nostalgia! Con tu recorrido, tan bien trazado, me has hecho volver a Menorca. Calas rabiosas de luz y colorido.
Me encantó tu crónica, Laura.
Abrazos, cuerpo a cuerpo, que ha refrescado.
Pues sí, Lola, es regresar y ...llover, cielo gris y plomizo, calles vacías, comercios cerrados, ambiente que preanuncia un Setiembre complicado.
Hoy más que nunca, echo de menos esa cala.
Vale, hoy sí : un abrazo menos virtual que casi hace frío.
Laura, que bien lo has contado. Siempre deseé hacer ese tipo de viaje: ver la costa desde el mar, pero chica, soy de secano. Enhorabuena por navegar doblemente: mar y La Nave.
Preciosa tu crónica, Laura. Hace años que visitaba esos parajes con regularidad, me has devuelto gratos recuerdos.
Besitos
¡Gracias por traernos la crónica de Laura, Fernando!
A mis casi cuarto de siglo en España, aún no he pisado las Baleares, ninguna de ellas y tu crónica, Laura -como buena pieza literaria- me ha llevado hasta allí.
Me has hecho reir mucho con los criterios de marejadas de los distintos mares; porque es muy cierto.
Un abrazo,
Gracias Ximens, gracias por decir que lo he contado bien. Así fue. No he inventado nada. Aunque seas de secano...como ya te dije en mi blog... ¡no importa! ¡hay que ser capitán o marinero por un día!.
Un abrazo para tí.
¡Qué suerte Elysa! ¡qué suerte poder visitarlos con regularidad!... me encantaría que Menorca estuviera más cerquita. Si viviera en Barcelona, estaría ahorrando todo el día para escaparme allí.
Un beso desde esta nave.
Querido Pedro, ya va siendo hora de que cambies de aguas... No lo pienses. Agarra todo lo que necesites y quieras y ...cuando las posibilidades o las circunstancias lo permitan : ve allí. Te acordarás de mi pequeña crónica, estoy segura.
Un abrazo Pedro.
Una crónica perfecta amiga Laura, pareces una periodista de esas que narran y cuentan sus viajes para que los demás disfrutemos o envidiemos el periplo realizado...
Enhorabuena por tu aventura veraniega con olas de calor y olas de un metro y por estar en esta nave que cuenta con gente tan buena como tú.
Besicos salados desde el Mar Menor, ahora otra vez.
Gracias Cabopá. No sé si parezco una periodista de esas que tú dices, pero me encantaría serlo. ¡Qué envidia de trabajo! : vivir, y escribir, viajar y escribir, morir ... y ser leído ...
Besos desde esta nave.
Me has llevado de nuevo a esa Menorca de calas vírgenes... Aguas de un azul imposible. Cómo tú dices los caminos de cavall no son para el verano. Vuestra aventura marinera está maravillosamente contada.
Besos
Todo es relativo, las olas y su tamaño. No la belleza de la crónica.
"Utilizado un ancla como colgador de ropa en tierras de secano" me gustó mucho esta frase.
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
Un estupenda historia que se agradece, sobre todo para los que como yo, no han visitado aún Mallorca ni Menorca.
Un abrazo :)
Laura:
Un relato que describe a la perfección tu travesía.
En lo que a mí respecta, jamás andaría por el mar. Aunque, los paisajes que has descripto son tentadores.
Un gran abrazo.
Laura, has conseguido escribir toda una crónica de aventuras, que te tiene pegado a la silla hasta que acaba.
Aunque me logró robar una sonrisa esa diferencia de oleje entre mares, y es que ya se sabe que los del norte sois de otra pasta.
¡Enhorabuena por la publicación y por el viaje!
Besos.
Hola Laura, gracias por pasearnos por esas calas de Menorca. Aún recuerdo mi impresión la primera noche en una cala allí, Ses Coves, todo un descubrimiento.
Un abrazo con sabor a sal
Genial crónica, desde el principio hasta el final. No te conocía pero ahora sí. Y me alegro. Un abrazo
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