lunes, 27 de agosto de 2012

ALBERTO TUGUES

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PASAR DE LARGO
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Por dondequiera que fuese, pasaba de largo. No quería detenerse en ningún lugar, no quería pararse a hablar con nadie. Ella siempre seguía andando, sus pasos nunca se detenían, miraba de soslayo los escaparates de las tiendas y pasaba de largo, sin mirar a las personas. Dice que un día, al hablar con una persona, se quedó sin palabras, y desde entonces no tenía nada más que decir. Las cosas estaban así y, a su edad, ya no era posible cambiar de costumbres o caminar de otro modo. Las palabras se habían terminado y su destino era pasar de largo. Sin más.
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VIDA DE HUÉSPED
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Siempre hizo vida de huésped, desde su infancia, alojado siempre en casa ajena.
En la vida familiar, en el trabajo, en cualquier lugar, también cuando hablaba se sentía huésped de las palabras.
Hospedado, pues, en casa ajena, viviendo de las palabras de los otros, no decía lo que pensaba, lo que sentía.
Pasaba el tiempo y no decía sus propias palabras, sino las que oía en la casa de los demás, en la calle, en tiendas y bares, las palabras de afuera. Palabras de infancia y de familia, palabras de trabajo y de amor, pero no eran sus palabras. Siempre huésped de las palabras, diciendo la palabra conveniente para seguir viviendo en las palabras de los otros.
Aprovechaba las noches para hablar consigo mismo, pero sin abusar de las palabras. Vivía, pues, secretamente, sin enfrentarse a las palabras de los otros, hospedado en casa ajena. Hasta que fue apagándose el ruido de las palabras, dejó de oír las palabras de los otros y descansó en el último silencio, lejos por fin de todas las palabras.

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* Alberto Tugues, nacido en Barcelona, ha publicado: Guía urbana de perplejos (1989), Distritos postales para ausentes (1998) Historias breves de este mundo (2002), El caso de una sangre derramada (2008) y Cancionero de prisión (2011), entre otros libros. Miembro fundador de las revistas de poesía Asimetría, Hora de Poesía y Poesía 080, actualmente coordina en la ACEC los Encuentros 080 y Voces Nuevas.
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* El cuadro, homenaje a George Sand, es de Josep Guinovart.
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5 comentarios:

ILONA dijo...

Qué buenos los relatoa. Los dos con las palabras como elemento principal, me encantan.

No conocía al autor.

Saludos.

elf dijo...

"Las palabras se habían terminado y su destino era pasar de largo. Sin más." Me encanta.

Pedro Herrero dijo...

No conozco personalmente a Alberto pero lo vi en el Ateneu, aquel día en que diste tu conferencia sobre microrrelatos. Comenté con alguien lo mucho que su forma de hablar me recordaba a Eduard Punset. Era una broma, una anécdota.

Pero estos textos no tienen nada de broma ni de anécdota. Son tensos, recurrentes, equilibrados en narrar y describir al mismo tiempo, dejan fluir las frases como balas trazadoras. Diría que son algo kafkianos o, en todo caso, reveladores de una profunda soledad. Y -siempre en mi opinión- de lectura adictiva.

Enmascarado dijo...

Dos micros geniales donde la tesis encuentra a la antítesis de la palabra y del pensamiento. Dos modos de ver, dos formas de pensar, dos formas de actuar, bipolares formas de actuar.
Quien no habla para que no le oigan y quien no dice nada propio sino lo que capta de los demás.
No sé si han sido elegidos por este motivo y ha sido de forma casual, pero en ambos extrema las formas. La de quien va de vuelta y la de quien se deja llevar.
Me alegró encontrar estas dos joyas. Con permiso me quedo para explorar.
Saludos

Manuel Marcos dijo...

Son hermosos, sí, llenos de perspicacia y sensibilidad.

Salud
Manuel Marcos