CINES DEL MUNDO
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En aquel cine como un hangar en Ushuaia, en la Tierra del Fuego, ponían una película sobre un deportista
bocazas a cuyo cuidado dejan una niña. En un cine de Tokio en un décimo
piso comprendí que un joven seguía a una
joven y no se atrevía a hablarle en el metro y miraba su foto en la habitación.
En otro cavernoso en Rostov del Don tuve
que pagar quince entradas para que me pusieran a mí solo una película de
Drácula. En uno imperial en Budapest vi una versión subtitulada en húngaro de Instinto básico y aprendí a decir “gracias” en húngaro.
En un cine gigantesco de Agra todo el
mundo daba vueltas y hablaba como en la calle y había un sonido altísimo y ponían una película donde indios de película llegaban a la mansión
familiar en avión privado y todo el mundo lloraba mucho y se titulaba Días alegres, días tristes. En el Raj Mandir de Jaipur, el
palacio del cine de un
multimillonario cinéfilo, había una cola
larguísima pero un policía con una porra grande me ofreció entrar directamente. En uno polvoriento
de Isfahan ponían una película en
que un joven rapta a una chica y se
empeña en llevarla por las montañas hasta el mar Caspio, pero nunca la toca,
porque en el cine iraní nunca se tocan los hombres y las mujeres. En uno escondido en un vestíbulo en
Estambul unos jóvenes quisieron desplumarme y vi como Valeria Bruni entraba lentamente en el mar. En una
filmoteca solitaria en Bogotá solo estábamos Consuelo y yo y había carteles de películas que nadie vería. En el más apartado de Santiago de Compostela el patio estaba lleno
de gatos y de carrocerías de coches, y me pusieron Leolo y el portero me preguntó si me había
sentido solo. En la filmoteca galáctica de Oslo volví a ver Lawrence de Arabia y tuve una
discusión con un estalinista sobre
quién controla el cine. En una sala
debajo de una escalera en Lisboa vi películas de terror y un día perdí la
entrada y el portero me dejó entrar. En
otra en Quito que se llamaba Ocho y medio volví a ver Cinema Paradiso y servían
platos combinados con nombres de películas. En un cine en el Village de
Nueva York cada tres minutos se oía el
estruendo del metro debajo de la sala y había que reconstruir los diálogos. En el Luchana de Madrid
ponían Ellos robaron la picha de
Hitler. En otro detrás del templo de Luxor, los egipcios sonreían porque iba a ver una película europea y podían verse mujeres en ropa interior. En el
Gaumont de Buenos Aires, en el
vestíbulo se veían reproducciones de
Edward Hopper y las soledades de
las habitaciones en los hoteles. En todos ellos me preparaba para la magia de las imágenes en la
oscuridad. Y la encontré muchas veces. Y la viví.
.....Bar del cine Chaplin, La Habana |
Bar del cine Ocho y medio, Quito |
Cine Bucaresti, abandonado, en Bucarest |
Cine Rex, diseñado por John Ebertson |
Cine Moskva, Yerevan, Armenia |
Cine Rustaveli, Tiflis, Georgia |
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* Las fotos son de Consuelo de Arco.
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* Os recuerdo que podéis mandarme vuestras crónicas de viajes. Publicaré encantado aquellas que me gusten..
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3 comentarios:
Muy interesante ese recorrido tuyo cinéfilo-social. Yo recuerdo especialmente haber acudido en el 2006 a un cine de Berlín (situado en la Potsdamerplatz) para ver nada menos que "Volver", de Almodóvar. La daban en versión original subtitulada, y me llamó la atención lo mucho (y fuerte) que se reía el público alemán a lo largo de toda la película. Interesantes fotos también. Saludos
Un saludo. Te falta el Cine de Barrio con Carmen Sevilla. Alberto Lauro.
Apasionante recorrido por el mundo y por las salas de cine. Buena crónica. Un saludo.
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