jueves, 2 de agosto de 2012

Visita a Sachsenhausen, por Lola Sanabria

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SACHSENHAUSEN
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Dijo el jefe de guías que no era un campo de exterminio, que bueno, alguna hostia seguro que se les escapó a los guardias pero que aquél era un lugar de paso y allí no mataban judíos. Lo corroboró el guía local, un joven alemán de maneras muy dulces. Nos lo enseñó un guía sudamericano y empezó suave, si suave puede ser hablar de las torres de vigilancia, de las alambradas, de la disposición radial de los barracones para estar bien controlados todos los movimientos y abortar a tiros cualquier intento de fuga. Conforme íbamos avanzando, las explicaciones se hicieron duras por más parcas que éstas fueran. No hubo regodeo en contar lo que allí ocurrió, pero en algún momento tuve que reprimir alguna lágrima a punto de salir y arrastrar el llanto. Que una persona, un grupo, un país entero, se crea superior y pase del desprecio a la eliminación de los considerados inferiores, tiene un por qué, una razón para entenderlo, aunque sea brutal. Que hicieran trabajar a los judíos hasta morir, también la tiene, aunque sea bestial. Que los hicieran andar cuarenta kilómetros probando las botas de los oficiales en diferentes tipos de terreno hasta caer muertos por agotamiento, otro tanto de lo mismo. Que Stalin se negara a intercambiar a su hijo por un oficial alemán, condenándolo a muerte porque “no se cambia a un soldado por un oficial”, también tiene su razón por muy infame que sea (No sé qué debió hacer sufrir más a ese chico, si la certeza de que lo matarían o que fuera el propio padre el que firmaba su sentencia de muerte). Pero colgar a personas de las manos de un palo hasta que se le descoyuntaban los hombros; dejarlos de pie, en mitad del patio, todos hacinados sobre la nieve, horas y horas hasta caer muertos; vivir a oscuras dentro de las celdas en una cárcel hecha, decían, para la reeducación; negarles su condición de seres sociables (esto fue una aportación de los rusos cuando utilizaron el campo para internar a soldados alemanes) prohibiéndoles cualquier tipo de comunicación entre ellos, impidiéndoles el trabajo, la asociación, la lectura, la escritura, algo, en fin, que los hiciera sentir vivos, llevándolos de esta manera a la muerte; esto es una sinrazón. Es pura y dura crueldad y me impresionó más que descubrir que en aquel campo, que no era de exterminio, había cámaras de gas, muro de fusilamientos, hornos crematorios y sala de autopsias donde no siempre eran médicos quienes determinaban de qué murió el desgraciado. Me impresionó más  la historia del judío (fotografiado enseñando a los rusos cómo funcionaba la cámara de gas). Después de pelear en España al lado de los republicanos y luchar contra los nazis, fue hecho prisionero e internado en aquel campo, mató a un hombre para defender la vida de un hebreo, pasó por la tortura de la cárcel y accedió al final a ejercer de matarife de sus compañeros. La degradación de los seres humanos en esas condiciones, era lo más habitual y entendible. Hacer sufrir porque sí, eso requiere un grado de perversión que a mí me llena de pavor.
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Estas visitas deberían servir, no para llevarnos las manos a la cabeza por la brutalidad pasada, sino para no repetir la historia. Lo aterrador es que no es así, que seguimos repitiéndola, porque tal vez esa muchacha americana que arrastraba a un iraquí de una cadena como a un perro, visitó un día un campo de concentración, que no de exterminio, y se indignó con todas las atrocidades que le fueron mostrando.
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Os recuerdo que podéis mandarme vuestras crónicas de viajes. Publicaré encantado aquellas que me gusten.
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17 comentarios:

Lola Sanabria dijo...

Aunque el verano se presta al viaje de placer, no hay que descartar ni olvidar los lugares de pesadilla.

Gracias por publicar esta pequeña crónica del horror, Fernando.

Abrazos flojitos por la calor.

Javier Ximens dijo...

Por más que lo veamos en las películas, los documentales, lo leamos en los libros, nunca dejará de aterrarme hasta donde puede llegar la maldad. No tiene nada que ver, o sí, las cargas policiales que he presencia recientemente. Lola, lo has contado muy bien. Es un lugar al que hay que ir, sin duda, para no olvidar.

Mónica Ortelli dijo...

A pesar de que una sabe lo que sucedió allí, sabe lo que sucedió en el propio país (Argentina), cómo duele cuando vuelve a leerlo.
Excelente crónica, Lola. Fernando, gracias por esta difusión.

Beatriz AA dijo...

Qué bien lo has contado, y no nos has ahorrado ni un ápice del sufrimiento que encierra el lugar que visitaste.

Debería ser obligatorio acercarse al horror, para que la historia nunca se repita.

Pero qué fácil se olvida todo.

Saludos Lola, Fernando.

Lola Sanabria dijo...

Gracias, chico. Gracias chicas. Sí, de vez en cuando viene bien zarandear la memoria anestesiada o algo dormida.

Besos volados.

Nicolás Jarque dijo...

Desgarradora crónica la que acabo de leer de Lola. Y tiene toda la razón del mundo, que nos debería servir a todos para no repetir las barbaries del pasado. Yo nunca he visitado ningún campo de concentración ni nada parecido, pero creo que debe impresionar pues las almas de los que allí sufrieron lo indecible hasta tratarlos peor que a perros deben pulular por aquellos lugares.

Un abrazo.

Julia U. dijo...

Periódicamente, me acerco a ese horror. No por masoquismo sino porque es algo que no puedo olvidar. En España lo ocultaron todo lo posible. Supe todo eso cuando abandoné nuestra feliz dictadura.
Ni puedo ni quiero comprenderlo porque esto sería como disculparlos un poco. Se debe analizar qué diferencia hay entre matra durante una guerra y matar después y en tiempos, se suponen, de paz.

Anónimo dijo...

Estuve allí hace un par de años. Es impresionante a pesar del tiempo transcurrido. Recuerdo con claridad el graznido de los cuervos. Y mucho la sala de operaciones o de prácticas médicas, con la mesa en el centro, fría.
Nunca hay que olvidar estas cosas, por si a la historia se le ocurriera regresar.

Besos Lola y gracias Fernando

Luisa Hurtado González dijo...

Me acerqué muy de puntillas a esa realidad (que fue y sigue siendo) cuando estuve en Praga y... se abrió un silencio en mi mente, espero que suficientemente respetuoso para todos ellos. No sé, yo no hubiese ni sé poner en palabras lo que has contado Lola. Por eso no quiero añadir más, me callo, y vuelve el silencio.

manuespada dijo...

Recuerdo que en cierta ocasión leí que en los campos traficaban con papel higiénico, porque la gente lo usaba para escribir, como una necesidad humana más. Buena crónica, Lola. Un abrazo.

Lola Sanabria dijo...

Nicolás, Julia, Elena, Luisa, Manu... todos formamos parte del recuerdo.

Besos a repartir.

Miguelángel Flores dijo...

Qué bestialidad, Lola. Y como tú dices, creemos que es algo pasado, superado, zanjado..., y sólo hay que mirar las noticias para ver cómo la humanidad se sigue comportando con la humanidad que no es igual a ella. Tremendo cancer. Tremenda crónica, Lola.

Un abrazo.

Yashira dijo...

Lola qué bien lo has contado, y qué espeluznante resulta hasta así, me cuesta trabajo imaginar, mi mente se niega a ello, lo que tuvo que ser vivirlo, porque allí estuvimos todos; esas personas forman parte de nosotros, y como la historia tiene memoria, siempre se repite, y volvemos a estar en situaciones parecidas, quizás más morenos o más amarillos, qué más da, pero seguimos viviendo el horror. El hombre es el ser más cruel de la creación, y creo que ya lo ha demostrado con creces.
Lo peor es que lo seguirá demostrando.

Siento mucho dolor cuando pienso que pertenezco a esta especie despiadada. Espero que alguna vez en nuestro interior surja de verdad la piedad, el amor, la empatía.

Besos Lola, qué duro leer estas cosas.

Yolanda dijo...

Me quedo con la parte en la que dices: "que sirva para que la historia no se repita".
Por mucho que leamos, nos cuenten e intentemos imaginar, me temo no hay forma de mostrar al cien por cien la realidad de la tragedia.
Enhorabuena por tu crónica, sin duda es "un viaje muy diferente", y para nada de placer, pero que todos deberíamos hacer.
Abrazos.

Lola Sanabria dijo...

Miguel Ángel encenderemos una llamita de esperanza, a ver si prende.

Tú lo has dicho, Yashira, nos creemos el centro del universo y somos un virus dispuesto a cargárselo.

Ojalá que sirva, Yolanda.

Triple de besos.

Rosana Alonso dijo...

Entro un momento, ya que odio escribir desde el móvil, para felicitar a Lola por esta crónica diferente y que nos hace reflexionar sobre la condición humana.
Abrazos per tutti

Lola Sanabria dijo...

Y yo me alegro de que hayas entrado, móvil en mano, Ro.

Triple de besos.