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Las vitolas granadinas han alcanzado el número 100, tras casi cinco años de existencia. La primera entrega, Colchonería moderna, obra del poeta granadino Ramón Repiso, apareció en el 2004. Son pequeños cuadernitos con cinco o seis poemas. La última entrega, un volumen conmemorativo, está dedicado al poeta Javier Egea (1952-1999), autor del ya mítico Paseo de los tristes (1982), y cuyo libro Los sonetos del Diente de Oro (Editorial I&CILE, 2006) da nombre a la asociación, creada un par de años antes para mantener vivo el legado literario del poeta granadino. El primer cometido de la Asociación Diente de Oro fue la celebración del Día de la Poesía, coincidiendo con la fecha del nacimiento de Javier Egea, el 29 de abril.
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Pero empecemos por el principio. Todo comenzó en los llamados Lunes de la poesía, organizados en La Tertulia, recuerdan Alfonso Salazar y Javier Benítez Laínez, los promotores de la iniciativa, con el fin de que la lírica tuviera en Granada una presencia pública constante, en una ciudad que ha dado en las últimas décadas poetas, hayan nacido en Granada o no, tan importantes como Elena Martín Vivaldi, Antonio Carvajal, Miguel D´Ors, Justo Navarro, Luis García Montero y Andrés Neuman.
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El café Anaïs, entonces regentado por Manuel Aguilar, hoy llamado Piaf, empezó dando albergue y cobertura económica a la iniciativa, primero semanal y luego quincenal. Al Piaf le ha tomado el relevo el Pícaro, escenario de las últimas ediciones. Leo en unas crónicas, y me cuenta Marta Badía, quien me inició en estos saberes, que las lecturas comenzaban hacia las diez de la noche, los poetas se situaban al fondo del local, junto a los grifos de la cerveza, a la luz de una lámpara, y en un ambiente de humo y copas volaban los versos que solían congregar a unas cuarenta personas. Los que más éxito de público tuvieron fueron Luis García Montero, el poeta cordobés Rafael Espejo y Álvaro Salvador.
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Pero, ¿por qué llamaron vitola a un breve cuaderno de poemas? Quizá por no darle ese feo nombre que es plaquet o peor aún, si cabe, poemario. Vitola es, sin duda, una afortunada alternativa. Y se denominaron Vitolas del Anaïs porque en el primer diseño de los cuadernos poéticos aparecía la imagen de Anaïs Nin con una banda, de tal forma que semejaba la vitola de un puro. Pero, además, vitola tiene un cierto carácter fugaz, aclara Benítez. No en vano, los poemas estaban editados en una imprenta rápida, se tiraban unos cien ejemplares y en el centro de la vitola aparecía el rostro de Baudelaire. Al autor se le regalaban unos ejemplares, otros estaban destinados a los socios del Diente de Oro y en el bar se vendía el resto, al simbólico precio de 1 ó 2 euros.
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Al llegar a las cien entregas, han decidido no continuar, pero han publicado un volumen final de más de setenta páginas con el mismo formato, titulado
Brindis, donde se recogen poemas en homenaje a Javier Egea, casi todos ellos obra de los miembros de la Asociación del Diente de Oro, a los que se añaden, en esta ocasión, Ángeles Mora, Luis García Montero y Antonio Jiménez Millán.
..... Las intenciones de los organizadores eran que esta entrega estuviera compuesta por poemas de Javier Egea, pero se han topado con la negativa de Pío Alcántara, su albacea. Se cierra una etapa, quizá porque ya habían leído sus versos casi todos los poetas de Granada, de distintas generaciones y tendencias, así como bastantes de otros lugares, como el cubano Alexis Díaz Pimienta, quien sorprendió con sus juegos de repentismo poético. A los coleccionistas y amantes de la poesía les recuerdo que el conjunto de las vitolas pueden conseguirse en una edición especial recogida en cajas de cigarros puros.
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¿Por qué no seguir ahora, esta brillante iniciativa, con otras formas breves, como el microrrelato, el aforismo o el autorretrato? Al fin y al cabo, estas iniciativas de la sociedad civil son las que acaban funcionando mejor.
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