domingo, 31 de octubre de 2010

Ritos de noche, con pato

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Sin apenas darnos cuenta, a los amigos que pasan por Berlín los solemos llevar a cenar a un restaurante chino de la Kantstr., 30, el Good Friends. El menú, si nos conceden tiempo para encargarlo, siempre es el mismo: Peking Ente, esto es, pato de Pekín. Se compone de cuatro platos: la piel tostada que se come con verduras y frutas (pepino y piña) envueltos en una oblea, como si de un rollito se tratara; el pato propiamente dicho, cortado en tiras, con una guarnición de verduras variadas, también cortada en delgadas tiras; una sopa de verduritas, con trozos de pato; y de postre, unos buñuelos de plátano regados en miel. Todo ello puede acompañarse con una cerveza de trigo. Por fortuna, ni el plátano ni la cerveza llevan pato... El amplio restaurante, de atmósfera algo cargada, suele estar lleno, con numerosos clientes chinos (orientales, al menos) y alemanes. No es un lugar al que lleguen los turistas. El rito suele completarse con la conversación y una vez acabado el plato y la charla, nos retiramos a dormir..
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Ayer, con el editor Miguel Ángel Arcas y sus amigos, le añadimos un capítulo más. Nos fuimos al cercano club Quasimodo donde añoche tocaba en directo The Michael Landau Group. Landau es un guitarrista formidable que se mueve entre el Blues, el Rock, y el Jazz, pura fusión. En su currículum dice que ha tocado con Miles Davis, Rod Stewart, Diana Ross, Chaka Khan y James Taylor. Y aunque el Quasimodo estaba lleno, nosotros conseguimos una esquina en la barra y desde allí, con un vista razonable del escenario, disfrutamos con las maravillas que Landau sacaba de su guitarra.
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La noche no acabó ahí. Como había que bajar el pato y quitarnos de la cabeza las telarañas que deja la música, dimos un largo paseo por la Ku´damm, hasta Nollendorf Platz. Como los amigos granadinos no tenían demasiadas ganas de acostarse, mal aconsejados por Arcas, que pretendía meterle fuego a la noche berlinesa, nos adentramos en el barrio gay, con el fin de rendirle homenaje a El Dorado, el cabaret donde solía recalar Marlene Dietrich vestida de hombre. Hubo fotos, risas, y a la puerta de los taxis, las despedidas de rigor. Hoy tenían que seguir recorriendo la ciudad, Kreuzberg, y ser turista resulta siempre agotador.
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sábado, 30 de octubre de 2010

Desde Rusia con amor...

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Hola,
Mi nombre es Elena, tengo 33 an~os y te escribo desde la provincia rusa. Yo trabajo en la biblioteca y despue's de mi trabajo me permite el uso del ordenador siempre que sea posible. Me parece mu'ltiples lugares en Internet, y me decidi' a escribirte esta carta.
Tengo una hija de 9 an~os de edad, su padre nos abandono' y vivimos con mi madre.
Debido al clima insoportable calor durante este verano casi todas las patatas y verduras marchitas conseguir en nuestro jardi'n. Muchos bosques se quemo'. Esta'bamos condenados a la inanicio'n, y pasamos todos nuestros ahorros para comprar varios sacos de patatas para el pro'ximo invierno (que es terrible, porque el precio de la papa se convirtio' en 2-3 veces ma's caro que en el u'ltimo an~o).
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La crisis en nuestra regio'n que recientemente ha cerrado el trabajo de mi madre, y ahora nuestra situacio'n muy difi'cil.
Gas y la electricidad son muy caros y no podemos darnos el lujo de calentar nuestra casa nunca ma's.
El invierno esta' llegando y el clima se vuelve ma's fri'o cada di'a en nuestra regio'n. La u'nica forma posible para calentar nuestro hogar es utilizar una estufa porta'til que el calor con la quema de madera. Tenemos madera de ahorro en nuestro granero y esta estufa se calienta nuestro hogar durante todo el invierno, sin costo para nosotros.
Desafortunadamente no podemos comprar esta cocina en nuestro mercado local porque el valor de esta estufa es 7.880 rublos, y es muy caro para nosotros (equivalente de 196 euros).
Rezo para que usted nos puede ayudar. Si usted tiene alguna estufa porta'til de edad, y si no lo use ma's, estaremos muy agradecidos si usted puede donar a nosotros y organizar el transporte de la estufa para nosotros (que vivimos a 200 km de Moscu'). Estos hornos son diferentes, por lo general son hechas de hierro fundido y pesan alrededor de 100 kg.
Saludos desde Rusia,
Elena.
PD Traduje este mensaje con el traductor de Google. No se' el idioma espan~ol y le agradeceri'a si usted puede contestar a mi en Ingle's, ya que he estudiado esta lengua en la escuela. Gracias.
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* Reproduzco la carta tal cual la recibí. O sea que si os sobra alguna estufa y queréis mandarla a Rusia, Elena y su familia dejarán de pasar frío, y os estará muy agradecida. La cuestión es: ¿cuánto cuesta enviar una estufa a un lugar situado a 200 km. de Moscú, más o menos de 196 euros? Lo ideal es que algún lector de este blog que viva cerca de los alrededores de Moscú y que le sobre una estufa, claro, quiera regarlársela a Elena. En fin, espero que no falten voluntarios para llevar a cabo tan noble acción.
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viernes, 29 de octubre de 2010

De una entrevista sobre el cuento para el diario `Público´

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Hoy, viernes, el diario Público saca un reportaje de Peio H. Riaño sobre el cuento español actual, titulado "El nuevo siglo empieza en breve". Como de mis respuestas sólo ha aprovechado un mínima parte, doy aquí el texto completo, por si pudieran interesarle a alguien.
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- ¿Por qué este asombroso despunte de jóvenes autores dedicados al relato breve? ¿Las nuevas tecnologías han tenido que ver en la difusión y profusión, entre el debate y la relación entre autores?
- Tanto da el por qué y dudo que haya alguien capaz de explicarlo de manera convincente. Lo importante es que hay un buen número de nuevos autores que cultivan el cuento y que ya nos han proporcionado libros de interés. Y lo preocupante es cuántos de ellos seguirán escribiendo cuentos con ambición y no optarán por convertirse en novelistas mediocres, como ha ocurrido tantas veces en las últimas décadas.
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- Me llama la atención la práctica desaparición de las historias del trauma de la guerra civil hasta la transición española. Parece que los autores se olvidan de la historia local y se sitúan en otro lugar. ¿Dónde se colocan, qué temas les interesan?
- Esa es una de las materias más disputadas. Los nuevos narradores tienen un loable afán por ser cosmopolitas, pero me parece que la mayoría de ellos no acaban de darse cuenta de que la mejor manera de ser universales es ser profunda y sinceramente locales, a la manera que lo fueron Juan Rulfo y Miguel Delibes, o lo es hoy Luis Mateo Díez, a quien le gusta repetir una frase del portugués Miguel Torga: “Lo universal es lo local sin fronteras”. En otros países, lo que puede interesar de la literatura española es que lo sea, y no que los narradores remeden a los norteamericanos o a los franceses. Para eso ya están los autores de esos países, que saben mucho mejor de lo que hablan que nuestros aficionados a lo norteamericano. Pero, al fin y a la postre, lo importante siempre es el resultado. Un libro modélico, en ese sentido es la novela de Eduardo Lago, Llámame Brooklyn, donde aúna la tradición de la narrativa norteamericana con la española. Pero no hay que olvidar que Lago hace varias décadas que vive en los Estados Unidos y conoce de primera mano la narrativa de aquel país.
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- ¿De qué manera ha evolucionado el género en estos últimos diez años? Se habla de hibridación entre ensayo y ficción…
- Los géneros evolucionan muy lentamente, mucho más despacio de lo que pretenden algunos autores con escasas lecturas. Pero creo que en el cuento español actual se aprecian unos matices algo distintos en el tratamiento del realismo y un cierto uso diferente del lenguaje, aparecen también nuevos espacios, como son los no lugares. Pero quizás una de las novedades mayores se presente en la concepción del libro como tal, como un conjunto orgánico, y no como mera suma de piezas, y en la convivencia del cuento, en el mismo libro, con el microrrelato o la poesía. Esa hibridación de la ficción narrativa y el ensayo se aprecia mejor en la novela, aunque es tan clásica como El Quijote.
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- ¿Qué importancia e influencias tiene el género en los hermanos mayores como la novela?
- Son géneros con historias y trayectorias distintas, pero me parece que en el cuento, al no tener nada que ver con el comercio, hay –en general- una mayor libertad. Lo que no quiere decir que no haya habido en estas últimas décadas novelas españolas excelentes, aunque quizá no sean las que se jalean más en algunos medios. Pero hay un caso curioso que merece la pena citar, el de Millás, pues su laboratorio de experimentación está más en el artículo, en el articuento, que en la novela. Los experimentos que han cuajado en este género breve después ha intentado trasladarlos a sus novelas, aunque creo que con menor fortuna.
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- ¿A qué podemos achacar el auge del género (librerías, editoriales, autores) en estos momentos?
- Habría que esperar unos años a ver si ese auge se mantiene, el resto es hablar por hablar, propaganda interesada de editores y autores. Pero ya son realidad los libros de Eloy Tizón y Ángel Zapata, y hay otros nombres, más o menos nuevos, que apuntan excelentes maneras, como Sáez de Ibarra, Olgoso, Escapa, Clemot, Menéndez Salmón, Pilar Adón, Óscar Esquivias, Jon Bilbao, Andrés Neuman, Elvira Navarro o la joven Lara Moreno. Y sólo cito a unos pocos, de los muchos más posibles, por no dar una lista interminable.
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- ¿A qué es debida la aparición tan rotunda de narradoras?
- En efecto, ahora hay bastantes escritoras de interés, sin arbitrarias cuotas, que cultivan la narrativa breve. A las ya citadas, podríamos añadir los nombres de Berta Vias Mahou, Cristina Grande, Esther García Llovet, Irene Jiménez, Mercedes Cebrián o Inés Mendoza, entre otras. El panorama es, por tanto, muy alentador.
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Coda final:
Pero en medio de este panorama optimista, lo preocupante es el ruido que generan algunos editores y los compincheos que establecen con algunos periódicos y críticos para vender su producto, de lo que me parece el peor ejemplo posible el último monográfico que el diario El País le dedicó al cuento, poniéndose en manos –curiosamente- de las conveniencias de un editor independiente. Eso no debería ocurrir nunca. Los editores que se dicen literarios, sin olvidar su lógica necesidad de vender, tendrían que guiarse más por criterios culturales y literarios, y no anteponer los comerciales, por muy importantes que estos sean.
Otro de los problemas más graves que acucian al género es la innecesaria proliferación de antologías. La mayoría de ellas apenas tiene ningún valor literario y están hechas desde el desconocimiento de la materia, pero alaban la vanidad de los autores y dan esperanzas a editores ingenuos. Lo malo es que producen un ruido que entorpece la necesaria ecología del medio.
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* En las fotos aparecen, de arriba abajo, Eloy Tizón, Esther García Llovet, Inés Mendoza y Ángel Olgoso.
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jueves, 28 de octubre de 2010

Bogotá, y 2

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Pero todos estos inconvenientes, aun siendo de gran calibre, quedaron en parte paliados por la amabilidad y la exquisita educación exhibida en todo momento por los bogotanos, aun cuando entre sus virtudes tampoco se cuente la puntualidad, así como por las espléndidas casas coloniales de La Candelaria, con sus rotundos balcones y vistosos colores, y sus frescos y luminosos patios interiores, donde la naturaleza se muestra en todo su esplendor, en árboles, fuentes y macetas. Si a todo ello le añadimos las cúpulas de sus iglesias y las inesperadas y bellas perspectivas, al este con los cerros de Monserrate y Guadalupe, y al sur con la plaza Bolívar, que surgen casi en cada esquina, subiendo o bajando las calles del barrio, el gozo está asegurado.





Así, dentro de este espacio inmenso que comprende la excelente librería Lerner, el Parque de los Periodistas, con la Academia Colombiana de la Lengua y el Templete del Libertador, de un lado; el convento de Santa Clara, situado en el vértice opuesto de ese gran tablero de juego que resulta la plaza Bolívar, del otro; y la Iglesia de la Candelaria, de un amarillo puro, en tercer lugar, es fácil apreciar las dimensiones de un teatro en el que, durante muchos siglos, debió de transcurrir –no me atrevo a afirmar que con cierta placidez- la vida repentinamente bulliciosa de esta ciudad atrabiliaria.
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En medio de este territorio, una milla de oro comparable con las de Chicago y Madrid, se encuentra también el Centro Cultural García Márquez, obra poco afortunada del arquitecto Salmona, con la bien nutrida librería del FCE, la excelente biblioteca Luis Ángel Arango y el conjunto de museos patrocinados por el Banco de la República: la Casa de Moneda, el dedicado a Fernando Botero, el Numismático y la Colección Permanente de Arte, todos ellos en la calle 13. En este último, no sólo pueden verse algunas de las más representativas obras del pintor y afamado escultor colombiano, sino también la que fue su extraordinaria colección de arte moderno, con cuadros nada menos que de Degás, Klimt, Monet, Picasso, Dalí, Miró, Tàpies y Barceló, entre otros muchos pintores capitales del siglo XX.


Este viejo barrio de La Candelaria está lleno de universidades privadas, algunas de ellas son conocidas como universidades de garaje, por su modesta concepción, de ahí que las calles aparezcan copadas por los jóvenes estudiantes que salen y entran de las aulas, o suben y bajan las empinadas cuestas del barrio para dirigirse a la vecina Universidad de los Andes, situada junto a la Quinta de Bolívar, en las estribaciones del cerro de Monserrate.


La comida tiende a lo tradicional y es para estómagos resistentes. Empiezan desayunando huevos revueltos, si son pericos (un perico es también un cortado) llevan tomate y cebolla, y comen platos tan contundentes como el sancocho (guiso de carne, verduras, yuca y maíz), la bandeja paisa (carne, embutido, frijoles, arepas, huevos fritos…) o el ajiaco (un potaje con patata, pollo, maíz y alcaparras, que admite numerosas variantes). El más rico, de los que probé, nos lo sirvieron en casa de mi amigo Jorge Rojas, aun cuando los de algunos pequeños restaurantes de La Candelaria se anuncien como entre los mejores del país. Pero yo disfruté, sobre todo, con el pescado fresco, con la mojarra (la guarnición con que lo sirven suele consistir en un rico arroz de coco y los insípidos patacones, plátano verde machacado y frito), la aguapanela (azúcar de caña sin refinar cocida con agua hirviendo y un chorro de limón) y los exquisitos jugos (zumos) de lulo (parecido al caqui) o guanábana, por sólo citar los más exóticos para un europeo, que se presentan en dos formas posibles, en leche o en agua.

El colombiano se debate entre el optimismo (“De no ser por la violencia y las drogas, Colombia sería un paraíso”, se oye decir) y el pesimismo más descarnado que ha llevado a muchos de sus hijos más ilustres, y a algunas de sus promesas más jóvenes, a vivir fuera del país. En ese caso concreto se encuentran, sin ir más lejos, García Márquez, Álvaro Mutis, Fernando Botero, o el librero Antonio Ramírez y el joven escritor Juan Gabriel Vásquez. La corrupción y la impericia en la gestión de sus gobernantes no parece haber mitigado el patriotismo de los colombianos, aspecto este en el que no les van a la zaga del resto de los países hispanoamericanos. Así, el rascacielos más alto de la ciudad se llama Colpatria y por las noches se ilumina -yo lo observaba admirado desde mi habitación, en el piso 15 del hotel, situado en la calle 19-, con los colores de la bandera colombiana: azul, amarillo y rojo, adoptada en 1861. En la simbología oficial, el azul representa el mar, el amarillo la tierra, y el rojo la sangre derramada por los patriotas. Los cínicos, nunca faltan, creen que sería mucho más apropiado que la bandera luciera los colores amarillo, marrón y blanco, por el oro (se olvidan de las bananas), el café y la cocaína (Colombia es el mayor proveedor mundial), los tres productos con los que suele asociarse al país. Pero, ¿y el verde esmeralda? A mí, el azul me recuerda sus impresionantes cielos, aunque en ocasiones tiendan al grisáceo; el amarillo sus fachadas y frutas; y el rojo el valor que deben de mostrar a diario para sobrevivir los más desfavorecidos por la fortuna, en unas condiciones tan adversas en esta ciudad no menos dantesca que fascinante.
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* Las fotos son de Gemma Pellicer.

miércoles, 27 de octubre de 2010

En la muerte de David Lagmanovich, maestro del microrrelato

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Ayer falleció en Tucumán, el escritor y crítico literario David Lagmanovich, sin cuyas importantísimas contribuciones no puede entenderse el auge del microrrelato en estas últimas décadas. Se inició como periodista, pero fue decantándose hacia la Filología, el ensayo y la crítica literaria, dándonos sus mejores trabajos cuando ya contaba con una edad avanzada, en pleno siglo XXI.
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Había nacido el 9 de agosto de 1927 en Huinca Renancó, provincia de Córdoba (Argentina), pero pasó su infancia saltando de un pequeño pueblo a otro, siguiendo a su padre, nacido en Rusia, que era vendedor ambulante y padecía de “brotes psicóticos”, entonces llamados arrebatos, como comentaba David con ironía. Un vez sola, dados los diversos abandonos que sufrió, la madre se trasladó con los hijos a Buenos Aires, para instalarse definitivamente en Tucumán. Provenía de una familia trabajadora, humilde, donde -me lo recuerda su discípula más querida, Laura Pollastri- todo podía faltar, menos los libros. Todas estas historias de la infancia, que luego he visto escritas en sus microrrelatos, me las relató en Tucumán, una tarde de agosto del 2007, en la cafetería del hotel en el que nos hospedábamos.
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La semana pasada, mientras se celebraba en Bogotá el VI Congreso Internacional de Minificción, que cada dos años reúne a diversos especialistas en la materia, aquellos de nosotros que tuvimos la fortuna de tratarlo y conocerlo, echamos de menos su bonhomía, su sensatez y profunda sabiduría. No había podido acompañarnos, aunque estaba prevista su participación, al estar pendiente de que el médico le diera una fecha para operarlo.
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Lagmanovich tuvo que ganarse la vida desde muy joven en diversos oficios, sufriendo además los embates del peronismo, como luego padecería los de la dictadura militar. Se había licenciado en la Universidad de Tucumán y había estudiado con beca en la de Columbia. De allí pasó a Washington, donde vivió entre 1962 y 1977, doctorándose en la Universidad de Georgetown. Tras finalizar la dictadura, regresó a su país, a la Universidad de Buenos Aires, donde fue designado director del Instituto de Literatura Hispanoamericana, para reincorporarse definitivamente a su querida Universidad de Tucumán. Su último reconocimiento le llegó en el 2008, tras ser nombrado miembro de la Academia Nacional de Ciencias. El año próximo estaba previsto que la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, de la mano de Miriam di Geronimo, le concediese un doctorado Honoris Causa, además de rendirle homenaje durante el congreso del microrrelato argentino.
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Sus mayores aportaciones, dentro del campo de la creación, del microrrelato, quizá hayan sido libros como La hormiga escritora (2004), Los cuatro elementos (2007) y la reciente antología Por elección ajena. Microrrelatos escogidos, 2004-2009 (2010). En cuanto a la crítica literaria, además de sus pioneros estudios sobre Cortázar, como ha recordado Will Corral, sus contribuciones principales se encuentran en los siguientes volúmenes: El microrrelato. Teoría e historia (2006), El microrrelato hispanoamericano (2007) y La otra mirada. Antología del microrrelato hispánico (2005), en donde recoge la obra de todos los grandes del género, desde Rubén Darío, Julio Torri, Juan Ramón Jiménez y Ramón Gómez de la Serna, hasta clásicos como Arreola, Borges, Cortázar, Monterroso y Denevi, sin olvidar a los mejores representantes españoles, tales como Ana María Matute, Max Aub y Antonio F. Molina, al tiempo que recogía también a sus más ilustres contemporáneos, como Luis Mateo Díez, Guillermo Samperio, José María Merino, Javier Tomeo, Gabriel Jiménez Emán, Luisa Valenzuela, Ana María Shua, Juan Armando Epple, Pía Barros y Raúl Brasca.

Hace unos pocos días, me comentaba en un e-mail que en su último libro, que acaba de aparecer en Argentina, en la editorial Macedonia, de Fabián Vique, titulado Memorias de un microrrelato, intentaba encarar el género desde “una actitud distinta con respecto a la temática; por lo menos, un intento de salir de los caminos más trillados”. David, a pesar de su edad avanzada y de su quebrada salud, esperaba con entusiasmo e ilusión el próximo congreso en Berlín, durante el 2012. No en vano, se trataba de la ciudad en la que había vivido por un tiempo con una beca de la Biblioteca del Instituto Iberoamericano, y durante su última visita a la ciudad, en el 2007, tras acogerlo en nuestra casa, y recorrer su antiguo barrio, Schöneberg, donde aún se conserva la pequeña tienda de música clásica que solía frecuentar, pudimos ver el gran aprecio y el profundo respeto que Lagmanovich sentía por la cultura europea y alemana; no en balde, guardaba también un gran recuerdo de su estancia en Colonia y Augsburg. De igual modo, la elección de México como sede del congreso del 2014 le había producido una gran alegría.
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En ese último correo, al que antes aludía, me decía: “Esta tarde, los médicos dictaminarán cuándo pueden operarme, de modo que el largo período mío de forzada inactividad está llegando a su fin”. Pero ayer por la mañana, mientras caminaba por la calle, sufrió un paro cardíaco que acabó con su existencia.

Tuve la inmensa fortuna de ser su editor en la editorial Menoscuarto, donde le publicamos tres de los libros citados, y de poder recurrir a sus inmensos saberes siempre que me surgía una duda o necesitaba una opinión ecuánime. Creo que, para todos los que nos hemos dedicado a estudiar el microrrelato, David fue una referencia imprescindible, un maestro muy respetado y querido al que no olvidaremos jamás.

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"En la noche"

Esa noche estaba despierto, rememorando las circunstancias de mi vida, ficcional para otros y muy real para mí. Pensaba en mi autor, a quien debo el haber dejado de ser sólo palabras en un párrafo para convertirme en uno de los mejores microrrelatos que ha escrito. Me levanté sigilosamente, y me deslicé hacia su estudio. La luz de la luna alcanzaba para distinguir los objetos que había sobre su escritorio. En un retrato aparecía mostrando un libro: era el volumen donde por primera vez me había incluido junto a otros compañeros. La fotografía mostraba su felicidad. Me incliné y besé el rostro que parecía mirarme del otro lado del vidrio. Después pude volver a dormir.

Otros comentarios con motivo de la muerte de David Lagmanovich:
Jaime Muñoz Vargas:
http://rutanortelaguna.blogspot.com/2010/10/maestro-david.html
Francisco Rodríguez Criado:
http://lanarrativabreve.blogspot.com/2010/10/ha-muerto-david-lagmanovich.html
Luz García Hamilton:
http://www.periodismodeverdad.com.ar/2010/10/28/ha-muerto-david-lagmanovich-por-luz-garcia-hamilton
Eduardo Berti:
http://eduardoberti.blogspot.com/2010/10/david-lagmanovich.html
Fernando Valls:
http://www.elpais.com/articulo/Necrologicas/David/Lagmanovich/maestro/argentino/microrrelato/elpepinec/20101029elpepinec_1/Tes

* Las fotos son de Gemma Pellicer. De arriba abajo, la primera es de noviembre del 2007, con motivo de su visita a Berlín invitado a participar en un congreso organizado por la Universidad de Potsdam, y está tomada en el primitivo Café Einstein. En la segunda aparece junto a FV en la Potsdamer Platz, de Berlín. La tercera y la cuarta, del 2005, están hechas en Buenos Aires, pero en la primera aparece Inés, su esposa, el escritor José María Merino y FV; mientras que en la siguiente se ve una mesa redonda en la que también participaron Raúl Brasca, Merino, Luisa Valenzuela, Lauro Zavala y Ana María Shua. La quinta foto es del 2007, y en ella lo vemos junto a la escritora Alba Omil (sentada), FV, L. Zavala, R. Brasca, Miriam Di Geronimo, Laura Pollastri y Sandra Bianchi.
** La pieza que ofrezco forma parte de su último libro, Memorias de un microrrelato, Macedonia, Buenos Aires, 2010.
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martes, 26 de octubre de 2010

Bogotá, entre cáncer y capricornio, 1


Todas las ciudades se componen de diversos estratos, de diferentes e incluso opuestos lugares que se complementan y matizan hasta formar un todo más o menos singular. Pero hasta ahora en ninguna, como en Bogotá, había observado contrastes tan acentuados. Por un lado, al norte, se encuentra la ciudad moderna y cosmopolita, la de los negocios, el dinero y la vida burguesa, las tiendas elegantes, los bancos y los buenos restaurantes, entre las llamadas Zona Rosa, Zona T y Zona G; mientras que, por el otro, el casco antiguo, formado por el barrio colonial de La Candelaria y sus alrededores, aun cuando albergue los centros del poder político alrededor de la Plaza de Bolívar, junto con los restaurantes tradicionales y las principales instituciones culturales (museos, bibliotecas, teatros y buenas librerías), padece el tráfico agobiante, la contaminación insoportable y un ruido que solo cesa con las primeras luces del amanecer. De hecho, parecen dos ciudades completamente distintas, donde la primera, la financiera, se ha olvidado definitiva y alegremente de la segunda, la antigua Santa Fe de Bogotá. Si Sebastián Salazar Bondy tachó a Lima de horrible y Vila-Matas consideró a Barcelona una ciudad nerviosa, a la capital de Colombia podríamos definirla como caótica. En efecto, en la ciudad moderna y cuidada habita la clase media alta, y la mayor parte de la gente pudiente de Bogotá, mientras que los visitantes se concentran alrededor del descuidado casco antiguo, donde impera el desorden y la improvisación. Eso sí, ambas parecen estar a los mismos 2600 metros de altitud.



Al viajero que se instala en la parte antigua de la ciudad, lo primero que le llama la atención es el tráfico infernal, la contaminación -de hecho, no es raro ver a gente con mascarillas para paliarla-, además de las obras que uno teme que serán eternas, con la construcción a lo largo de toda la ciudad, hasta el colapso de la misma, de los carriles para el autobús Transmilenio, a falta de una red de metro que desplace a sus siete millones de habitantes; y el incesante ruido de músicas y altavoces que surge de aquí y de allá, de los comercios, así como de los vendedores ambulantes y los cláxones de los vehículos. Tampoco resulta fácil transitar por las aceras, no sólo por la estrechez y mal estado general que presentan, sino también por el elevado número de individuos que se concentra en las vías principales de la ciudad, o por la ingente cantidad de vendedores ambulantes que ofrecen toda clase de mercancías, más inútiles que útiles, libros incluidos: ¡el libro de Ingrid! ¡el libro de Ingrid!


También sorprende que los amables bogotanos, una vez al volante, se conviertan de golpe y porrazo en unos seres agresivos cuyo principal objetivo consiste en llegar lo antes posible a su destino, que nunca alcanzarán pronto, para lo cual torean las señales de tráfico, meten el morro del vehículo siempre que pueden, y manejan el coche con una temeridad que pone literalmente los pelos de punta… Así las cosas, los reyes del tráfico son los propios taxistas, con sus inconfundibles coches amarillos de origen coreano y sus vallenatos a todo volumen, junto a las viejísimas busetas (microbuses) que circulan en un número incalculable, soltando humos y generando constantes trancones (atascos). Algunos taxistas cometen el abuso de dejarte donde mejor les parece... En una ocasión, quisimos ir al espectacular Museo del Oro (no menos conocido en la ciudad que el Museo del Prado en Madrid), pero acabamos frente al Planetario y la Plaza de Toros, mientras mi taxista, poniendo cara de no haber roto un plato en su vida, afirmaba que no sabía dónde estaba el museo... A mi pregunta de por qué había aceptado en tal caso llevarme, me contestó encogiéndose de hombros. En fin.


Cuando a media tarde la gente sale de sus trabajos y empieza a anochecer, las calles se inundan de transeúntes en un bulle bulle incesante, el ruido crece y empiezan a dispararse alarmas de no se sabe dónde, mientras la gente se llama a gritos, y las músicas, a todo volumen, salen de los distintos locales comerciales, y la ciudad se inunda de los olores de los infinitos y modestísimos puestos ambulantes que expenden comida, desde pinchos morunos a arepas (pan de maíz en forma circular asado a la parrilla) o empanadillas de diversas procedencias: colombianas, chilenas y argentinas. Bogotá debe de ser, sin duda, una de las ciudades más ruidosas e inhóspitas del mundo entero (Continuará).

* Las fotos son de Gemma Pellicer.

lunes, 25 de octubre de 2010

Vargas Llosa en el Cervantes

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Para el Instituto Cervantes, la concesión del Premio Nobel a Mario Vargas Llosa ha debido de ser, probablemente, una inesperada bendición... El hecho de que el escritor peruano decidiera conceder la rueda de prensa destinada a todos los medios de comunicación del mundo, en la sede que el Instituto tiene en Nueva York, habrá contribuido al conocimiento y prestigio del centro en mayor medida si cabe que todas las campañas publicitarias habidas por el momento para difundirlo. Me alegra, además, que dicho centro esté en las buenas manos de ese excelente escritor que es Eduardo Lago.
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domingo, 24 de octubre de 2010

CARMEN PEIRE, 2

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"En el jardín",
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con los pies desnudos en el barro y el olor de geranios en la memoria sobre otros de rosas y jazmines que evocaron a otros patios del sur con romero, lavanda y tomillo en veredas donde la jara olía a resina de pino y los níscalos brotaban antes de que los chopos de amarillas hojas murieran en invierno, el habitante dejaba que el último sol calentara un cuerpo rodeado de nada, pues nada quedaba en la casa, a punto de venderse tras el incendio, tacto áspero de muebles consumidos por el fuego y la tardanza; briznas muriendo contra el rostro antes de que la noche lo invadiera todo, antes de que la única farola que había sobrevivido al lado de la fuente pez que aún gorgoteaba, diera luz al caos de diminutos insectos pegados a sus cristales y pudiera abandonar, esta vez para siempre, la tupida verja de hierro con forma de telaraña que había atrapado su vida. Fuera, empezaba la ciudad.
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"Amor reo"
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En pleno acto amoroso, aprieta los ojos de su amante con tal fuerza que traspasa su visión. Mete los dedos en su boca y, ante la humedad generosa que ella le ofrece, absorbe su lengua. Sigue sus caricias por el cuello, baja su mano al pecho y en un descuido le arranca el corazón. Adquiere entonces un mundo alterno de palabras y sentimientos. Ahora presume de ser un hombre nuevo.
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* El cuadro es de Fernando Botero.
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sábado, 23 de octubre de 2010

MARIO LUZI

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"Primera noche de primavera"
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Qué muere, qué nace
ahora que el gruñido del trueno desconcha
la altura de la noche, anuncio
imprevisto de primavera que rompe el sueño...
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Generación tras generación
de hombres a veces vencidos otras alzados
orgullosamente de sus males, edades
profundas con dolor una en la otra,
en un sufrimiento, en un único punto
presionan, se amontonan todas, y gime
y chirría de machón a machón el puente
oscuro hacia la última arcada
y la planta en tensión de la raíz al fruto.
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Con la mano en la herida, escucho.
Primera noche de primavera, hinchada
y desgarrada entre el porvenir y el ser.
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(Traducción de Coral García).........

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viernes, 22 de octubre de 2010

PEDRO GUILLERMO JARA, 1

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"La herencia"
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Mi padre, Jalil Araj Jordán, se encontraba al borde la muerte. Llamó a sus hijos Anna, Yalile, a Adán y a mí, el hermano mayor.
Jalil, mi padre, comerciaba con sal, poseía 20 camellos y entre octubre y abril, sus hermanos, primos y sobrinos cruzábamos el Sahara desde Agadez, en donde vivíamos, con rumbo a las minas de sal de Bilma. Me sabía de memoria la ruta, cada oasis, cada espejismo, cada duna. Por la noche con nuestros camellos cruzábamos en puntillas frente a las fortificaciones del Djado et Djaba, para no despertar a las almas de sus antiguos moradores. De más está decir que viajábamos de noche para evitar el ardiente sol. Durante el día descansábamos bajo las tiendas, haciendo el pan, el té, contando cuentos o durmiendo.
Cuando llegué a la casa me quité el velo azul y saludé a mis hermanos. Estaba preparado para lo peor. Me descalcé ingresando al dormitorio. Mi madre levantó la vista. Me sonrió. Mi padre parecía dormir postrado entre cojines, las manos cruzadas sobre el regazo. Se destacaba su extrema delgadez, su barba y las arrugas del rostro que resaltaban por la luminosidad tenue que se deslizaba a través del visillo de la ventana. Mi madre se acercó a mi padre y le dijo algo al oído. El abrió los ojos, me observó, levantó una mano para que me acercara.
Pese a mi extrema gordura logré inclinarme. Acerqué mi oreja a su boca. El murmuró:
—Tú eres el mayor, Ordep. Este es mi consejo: cuida de tu tierra que muy pronto reclamará por agua. Tu vida será dulce como la mía.
Luego guardó silencio. Me retiré del dormitorio, intrigado. Pensé con egoísmo que recibiría alguna herencia material, una pequeña fortuna, sus ovejas, sus cabras.
Me despedí de mis hermanos y de mi madre. En la noche mi padre murió. Nos reunimos, rasgamos nuestras vestiduras y esparcimos cenizas sobre nuestras cabezas, llorando.
Anna heredó la vieja citroneta; Yalile, la cámara fotográfica; Adán, el reloj pulsera. Yo me hice cargo del negocio.
Al mes siguiente comencé a sentir una serie de molestias. Rápidamente perdí peso. Visité al médico de Agadez que me recibió en su consulta. Me tomó la presión. Revisó mi lengua. A través de un pequeño haz de luz ingresó por mi pupila, murmurando. Analizó el examen de sangre y de orina.
—¿Bebe mucha agua?, consultó.
—Si, respondí, como camello.
—¿Cómo es su orina?
—Con mucha espuma, como las olas del mar que rompen en los acantilados, en donde muere el sol, respondí.
—¿Bajó de peso?
—De 120 a 60. Mi piel flamea. Mi viejo camello está feliz.
—¡Hm!, farfulló el médico. Su páncreas no produce insulina. Su padre le heredó una diabetes. Siga esta dieta, dijo, y me extendió un papel. Cuídese.
A la semana siguiente me enfrenté al Sahara y al sol como un olvidado de Dios. En el horizonte, la sal.
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* Pedro Guillermo Jara nació en Chillán, como Violeta Parra y Claudio Arrau, en el año 1951, pero reside en Valdivia, al sur de Chile. Es fundador, editor y director de la revista de bolsillo Caballo de Proa. Sus últimas publicaciones son Tres disparos sobre Valdivia (2009), relatos policiales de Peter William O’Hara, investigador privado (alter ego del autor); La bala que acaricia el corazón, nanonovela, ambos libros editados por Kultrún, en Valdivia, durante el 2009 y el 2010, respectivamente. Los textos que damos son inéditos y pertenecen al libro, en proceso de escritura, Bolsillo de perro, compuesto por cuentos y microrrelatos.
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jueves, 21 de octubre de 2010

CARMEN PEIRE, 1

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"Falta de reflejos"
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No te escaparás tan rápido, me dijo desde fuera, impidiendo la salida.
No despertarás tan pronto, me dijo desde dentro, anulando mi sueño.
No te saldrás con la tuya, dijo desde arriba, con su bota en mi garganta.
No sabrás el suelo que pisas, gritó desde abajo, removiendo mis cimientos.
Cuando quise enfrentarme, estaba rodeado.
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"Tauromaquia"
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Es la hora del paseíllo, le dijeron cuando abrió la puerta. El monosabio se puso el uniforme, pantalón oscuro, blusón rojo, gorrilla del mismo color. Pensando en su trabajo en el ruedo durante la lidia, él, que ayudaba al picador, que podía pisar la arena junto a los toreros, salió de casa a cumplir con su destino, extrañado de que fueran a buscarlo en una fría noche sin luna.
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* El cuadro es de Fernando Botero.
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miércoles, 20 de octubre de 2010

PHILIPPE JACCOTTET

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Con la edición de Aires. Poemas 1961-1964, de Philippe Jaccotett, y Desde el fondo de los campos, de Mario Luzi, se inicia la colección de poesía "Voces sin tiempo", de la Fundación Ortega Muñoz, dirigida por los poetas Álvaro Valverde y Jordi Doce. El diseño y la maquetación de los libros están al cuidado de Julián Rodrí­guez y Juan Luis López Espada, y serán distribuidos por UDL Libros. En esta entrada y en otra posterior daré una muestra de ambos volúmenes.
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"Árboles II"
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Si el ojo se pierde entre una encina y otra
es guiado por laberintos trémulos
por enjambres de sombras y destellos
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hacia una gruta apenas más profunda
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Tal vez ahora que ya no hay estela
ya no hay ausencia ni hay olvido
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(Traducción de Rafael-José Díaz)
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martes, 19 de octubre de 2010

El `Juego de cartas´, de Max Aub

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Cuadernos del Vigía, editorial de Granada, está que se sale..., con Miguel Ángel Arcas, su responsable, a la cabeza. Acaba de publicar Juego de cartas, de Max Aub, un libro que nunca se había vuelto a reeditar desde la primera edición de 1964 en México.
Los 108 naipes que componen el libro tienen un formato de 17,3 x 11 cm y aparecen encuadernados en un estuche troquelado a mano. Y aunque el precio se va a los 50 €, no se me ocurre un regalo mejor para los que aman los libros curiosos, los objetos literarios, y la mejor y más original ficción. En los naipes aparecen los palos de la baraja francesa y española en doble baraja, con dibujos a color de Jusep Torres Campalans (heterónimo del escritor). En el reverso de cada carta, Max Aub relata una historia, contada en género epistolar, en la que habla del difunto Máximo Ballesteros. Se trata de una novela-juego para ser leída-jugada de diferentes maneras, llena de enigmas en torno a la muerte del protagonista, y perteneciente a la faceta más humorística y surrealista de Max Aub. Naipe por un lado y epístola por otro, en el Juego de cartas el sentido lúdico de la obra del gran escritor español adquiere su máxima expresión. Es una historia que puede ser leída de diversas maneras. Y unas cartas para jugar al póker, o a la brisca, o al mus…, pero sobre todo a la mejor literatura.
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* Un buen amigo me comenta que dos libreros de viejo ofrecen en la red la primera ed. de este libro y que sólo piden 3.000 euritos de nada...
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lunes, 18 de octubre de 2010

MIGUEL ÁNGEL ZAPATA, y 2

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"De mi carne"
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Un hijo es un despropósito de medidas, una víscera derramada. Cuando nació Lucas, yo prodigué desde su primer llanto una algarabía de padre nuevo y hombre novísimo. Marta, sin embargo, alumbró pronto un carácter sombrío y una preocupación de noches sobresaltadas, de antena al tanto de cualquier hipido desde la cuna o llanto en la noche. Escrutaba ella el rostro de Lucas como se observa el milagro imposible de una santa, con un temor de náufrago ante la ola definitiva, alertada por el más mínimo frunce de la cara o la tosecita que quizá sólo ella pudiera oír. Lucas, rama de tomillo para Marta, temiendo cualquier aire que quiebra tallos y pulsos y su incapacidad para evitar malestares, para enjugar lloros. Marta volcando sus horas y su ansia en una cuna amenazada por mil peligros.
Quiso un azar preñado de meninges enfermas y ambulancias devastar una noche la frágil anatomía de Lucas, apagando en un funeral ínfimo y un ataúd más pequeño otras dos existencias que regresaban vacías a la casa ya huérfana de balbuceos y biberones. Cuatro meses es poca cosa para el currículum de la paternidad; demasiado para pretender el olvido o la calma. Cerré mis horas a la vida como se cierra un armario devorado por la carcoma.
Marta fue distinta. Marta cayó en una abulia lenta y un abandono que la postraban primero en un sillón, desgastando pupilas contra la pared, con su cara de nada, ni triste ni viva ni muerta. Marta, después, recogiéndose sobre sí, ovillada en el sofá, placentaria y ausente, lejos de mis palabras y mi desesperación. Marta que poco a poco renuncia a la ensalada o el bistec y sólo admite la tibieza de unos tragos de leche o un puré acuoso. Marta que cada día experimenta una reducción de proporciones, un acortamiento de su perfil adulto, en su cara un progresivo tacto de seda sonrosada que desmiente el pasado de arrugas y afirma una tersura asombrosa de un día para otro, la pérdida progresiva del pelo en su pubis, sus axilas, en su cabecita de esfera tierna y menguante. Marta que deja de hablar y comienza el balbuceo de un lenguaje ya olvidado de sonidos casi musicales, lactantes, limpios.
Marta, sí, que ahora, en este preciso momento, cabe dulcemente en el hueco de mis manos, que ya la depositan con delicadeza en la cuna antes desposeída, arropada ella de pañales y ligeras sábanas de tul, moviendo dichosa y despreocupada sus pequeñas extremidades mientras le preparo el biberón de la tarde y observo en su boca plena de babas y encías una felicidad que no pudo alcanzar nunca, una extraña condición de madre satisfecha, al fin volcada (tazón que vuelve a llenarse) en el papel que se le negó antes de la marcha de Lucas, y que sólo la muerte, generosa, ha tenido la deferencia de regalarle.
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* El cuadro es de Paul Klee.
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domingo, 17 de octubre de 2010

Eduardo Mendoza en la prensa colombiana

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En alguna ocasión me he preguntado qué impacto tendría un premio como el Planeta en la prensa extranjera. Ayer y hoy lo he comprobado en el diario colombiano El Tiempo, mientras me trasladaba de Bogotá a Cartagena de Indias. Si ayer la noticia de la concesión del premio la daban en portada, volvían a comentarla en la página 4, mientras en la 8 aparecía desarrollada por la corresponsal Juanita Samper Ospina; hoy, domingo, la miama periodista escribe una crónica mucho más precisa, en la que llama la atención sobre los elementos más novedosos de el libro. La acción transcurre en el Madrid de 1936, con lo que esperemos que Mendoza no tenga que abandonar definitivamente Barcelona... Si la novela es tan buena como el título, Riña de gatos. Madrid 1936, que alude a un célebre cuadro de Goya, será un gran éxito de ventas. Pero lo que me preocupa averiguar es con qué Mendoza vamos a encontrarnos: si con el de La verdad sobre el caso Savolta y La ciudad de los prodigios, tampoco le hago ascos a Sin noticias de Gurb, o bien con el narrador más liviano de tantas otras obras suyas. Sea como fuere, con la maquinaría de Planeta en plena ebullición, los 210.000 ejemplares de la primera edición, pocos me parecen, se venderán como pan bendito (el autor, por lo pronto, se hace con los 601.000 euros del galardón), aunque lo que de verdad me importa es la posibilidad de reencontrarme con el gran novelista que suele ser Mendoza.
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P. S. Un amigo colombiano acaba de explicarme que el grupo Planeta tiene un paquete importante de acciones del diario El Tiempo, lo que quizás también sea un dato digno de tener en cuenta a la hora de explicar la repercusión que la noticia ha tenido en sus páginas.
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sábado, 16 de octubre de 2010

MIGUEL ÁNGEL ZAPATA, 1

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"Frío"
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Me humillaba. Me insultaba. Me escupía. Rubricaba con la brasa de sus cigarrillos agravios incandescentes sobre mi piel.
Contraté a quien debía segarle el pulso por una cantidad que devastó mi cuenta corriente. Recibí a media noche la llamada del verdugo confirmándome su satisfacción por el trabajo bien hecho.
Sobre la nieve que enmudecía la llanura y a la luz de mi lamparita de gas, la sangre que brotaba de su espalda (la espalda de Él) tejía en el blanco una imagen confusa de ángel caído en desgracia.
Con la fuerza que otorgan los actos destinados a ofender a dios, arrastré el cuerpo hasta nuestra cabaña, lo descuarticé con la delicada precisión de un sastre, procurando recortar en cada trozo un perfil idéntico a Él, para acumularlos sin orden en las entrañas del congelador.
Cada día, a la hora del postre, saboreo uno de estos helados de color cerúleo, preguntándome a qué parte de su anatomía corresponde, excitada también hasta la humedad por el placer de paladear yo la piel que tanto amaba.
A veces, también a veces, me canso, pierdo mi apetito y abandono en cualquier rincón mi postre, que se deshace y corrompe en larvas al pasar los días. Con cierto desdén. Con desidia. Con el hastío que procura la fragilidad de la carne.
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* Miguel A. Zapata (Granada, 1974) es escritor y profesor de Geografía e Historia en la Comunidad de Madrid. Ha recibido diversos premios de narrativa breve y publicado tres libros, el primero de cuentos y los dos últimos de microrrelatos: Ternuras interrumpidas (fabulario casi naïf), Baúl de prodigios y Revelaciones y magias. Sus textos han sido incluidos en diversas antologías. También cultiva la crítica literaria en medios digitales, como Spejismos y Comentarios de Libros. Forma parte del Colegio Patafísico de Granada y es miembro de la Asociación Española de Artistas y Escritores.
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viernes, 15 de octubre de 2010

ANTONIO SERRANO CUETO sin pijama

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Acaba de aparecer Fuera pijamas, libro de microrrelatos de Antonio Serrano Cueto, publicado por Debarris, en colaboración con el Ayuntamiento de Montcada. El 15 de octubre, a las 19,30, se presenta en Montcada; y el 5 de noviembre en Cádiz. A continuación damos una muestra del libro.
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"Fuerzas de la naturaleza"

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Por el momento, sólo asoma la cabeza de la diosa, la cara virginal y los cabellos dorados que luego habrán de agitarse al soplo conjunto de Céfiro y su amada Cloris. Delante del cuadro, los visitantes de la Galería Uffizi asisten expectantes. Un turista contempla el cuadro con mirada profesional. Las valvas del molusco comprimen el cuello de Venus, que pugna por salir ante los ojos atónitos de Flora. Cuanto más empuja la naturaleza su cuerpo desnudo hacia arriba, tanto más aprieta la concha díscola, afanados todos sus miembros en el empeño de estrangular el nacimiento, en especial dos finísimos tentáculos que se arrollan en torno al cuello, secretando una sustancia viscosa, violácea, voraz. El turista sabe que la diosa, sola y desvalida, está sufriendo en el parto, y se pregunta dónde están las demás divinidades, por qué permiten que una simple concha marina frustre la llegada del motor principal de Universo. Deberían actuar, aunque sólo sea por interés propio, para que Amor y su hermanastro Eneas no falten a su cita con la leyenda. Cercano el trágico desenlace, por la galería corre un celador buscando asistencia médica. Pero el turista no está dispuesto a que el trabajo aborte sus merecidas vacaciones florentinas.
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