Descubrimiento
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Cuando era un niño leía sin entender los libros de mi
madre. Quería saber qué había allí adentro. Ella tomaba un libro y se acostaba
en la cama. Bajo la lamparita de noche. Y al no ir a la escuela, aduciendo
dolores de cabeza o de estómago, yo abría el libro. Lo único que recuerdo es el
nombre de Sartre. Volvía a poner el libro sobre la mesita de noche y me sentía
insatisfecho, vencido, sin saber qué se escribía allí. Mi pequeña vanidad:
herida. (Después, muchos años –después– leí en Musil que, sin la vanidad, no se
habrían construido grandes obras). Mi madre regresaba del trabajo y yo bajaba a
la tienda del chino. Compraba mis cómics, donde me olvidaba de mi vanidad, y
era feliz.
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Lo vi caminando hacia el cementerio. Como siempre:
enjuto y taciturno. A pesar de ser muy conocido en la ciudad, nadie quería
toparse con él en el camino. Se rumoraba que podía hablar con los muertos. Y él
era muy celoso de su trabajo.
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La
última sorpresa
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Había pocas cosas en el mundo que sorprendieran a
Pablo, como él mismo se decía. Él ya venía de vuelta de muchas cosas. ¿Qué le
iban a hablar a él de matrimonios fracasados, de quiebras financieras, de
traiciones entre amigos, de vanidades y de egoísmos entre escritores? ¿Qué le
iban a hablar a él de infidelidades amorosas, de estafas y de robos familiares,
de incestos y de pederastas, de filosofías oscuras, como la de Heidegger, que
hablaba del pueblo como un ser, de mentiras disfrazadas de verdad y de
justicia? ¿Qué le iban a hablar a él de futuros y utopías después de haber
visto la caída del muro de Berlín, el 11 de septiembre y la elegante decadencia
de Europa? En fin, ¿qué le iban a hablar del mundo, después de que le sorprendieran creyendo que él venía de
vuelta de todo?
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3 comentarios:
Gracias por traérnoslo, Fernando. Fantástico descubrimiento para mí.
Un saludo,
Me interesa su sabor cotidiano. Sus flechazos de realidad. Descubro y leo con gratitud.
Recoges en este texto la realidad cotidiana entre preguntas y razones. Todos vivimos realidades parecidas.
Un saludo.
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