domingo, 24 de octubre de 2010

CARMEN PEIRE, 2

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"En el jardín",
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con los pies desnudos en el barro y el olor de geranios en la memoria sobre otros de rosas y jazmines que evocaron a otros patios del sur con romero, lavanda y tomillo en veredas donde la jara olía a resina de pino y los níscalos brotaban antes de que los chopos de amarillas hojas murieran en invierno, el habitante dejaba que el último sol calentara un cuerpo rodeado de nada, pues nada quedaba en la casa, a punto de venderse tras el incendio, tacto áspero de muebles consumidos por el fuego y la tardanza; briznas muriendo contra el rostro antes de que la noche lo invadiera todo, antes de que la única farola que había sobrevivido al lado de la fuente pez que aún gorgoteaba, diera luz al caos de diminutos insectos pegados a sus cristales y pudiera abandonar, esta vez para siempre, la tupida verja de hierro con forma de telaraña que había atrapado su vida. Fuera, empezaba la ciudad.
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"Amor reo"
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En pleno acto amoroso, aprieta los ojos de su amante con tal fuerza que traspasa su visión. Mete los dedos en su boca y, ante la humedad generosa que ella le ofrece, absorbe su lengua. Sigue sus caricias por el cuello, baja su mano al pecho y en un descuido le arranca el corazón. Adquiere entonces un mundo alterno de palabras y sentimientos. Ahora presume de ser un hombre nuevo.
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* El cuadro es de Fernando Botero.
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3 comentarios:

Max E.G.B. dijo...

La lectura de este trabajo, me hace pensar en etapas que acaban, que comienzan, que van sumando la vida.


Un saludo

Gemma dijo...

Si "En el jardín" me recordó la voz visionaria -y desesperada- del propio Quiroga, "Amor reo" tiene la acritud implacable de los micros más recientes de la autora.
Abrazos

Jesus Esnaola dijo...

"Amor reo" me trajo a la mente a Grenouille, pero en una versión más física, más violenta, más posesiva.
Y después, nada.

Un abrazo a los dos.