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Hace unos días, en un diario, alguien comentaba que los máster de escritura creativa no habían cuajado en Europa. Bueno, Europa es tan grande que resulta un atrevimiento afirmar tal cosa. Y si nos ceñimos a España, que parece que todavía sigue siendo Europa, no creo que pueda hacerse semejante afirmación. Si no recuerdo mal, ese tipo de enseñanzas llegaron a nuestro país durante los años de la Transición, no hay más que pensar en la Escuela de Letras, de Alejandro Gándara, que tanto ruido hizo en su momento y a la que tanta cuerda le dieron en el diario El País. Hoy, los talleres de escritura, las escuelas de creación artística y los máster de letras, de escritura creativa, han crecido como setas, tanto en Madrid como en Barcelona, sin olvidar otras provincias. A veces se trata de estudios perfectamente reglados y bien organizados, muy solventes, y otras constituyen un mero ganapán, modesto sin duda, para escritores que están empezando y que tal vez estarían mejor en el papel de alumnos que en el de profesores. Y no pienso, desde luego, en gente que da sus cursos con discreción y probablemente a plena satisfacción de sus alumnos.
En Barcelona, quizá los más conocidos sean los del Ateneo, pero también se imparten cursos en la Universidad Autónoma de Barcelona, al cuidado del narrador Fernando Clemot; en un centro privado, llamado Laboratorio de Escritura, que dirige el escritor ecuatoriano Leonardo Valencia, y en la Librería La Central. También en Madrid se han multiplicado este tipo de enseñanzas. Me consta que funciona bien la Escuela de escritores, con Ignacio Ferrando, Javier Sagarna, Ángel Zapata o Juan Carlos Márquez, por no citar todo el claustro de profesores; el denominado Hotel Kafka, donde imparte clase, por ejemplo, Eloy Tizón, todo un lujo; los talleres que imparte, desde hace muchos años, la escritora argentina Clara Obligado; o los cursos literarios de Fuentetaja, donde ejerce Elvira Navarro.
....Hace unos días, en un diario, alguien comentaba que los máster de escritura creativa no habían cuajado en Europa. Bueno, Europa es tan grande que resulta un atrevimiento afirmar tal cosa. Y si nos ceñimos a España, que parece que todavía sigue siendo Europa, no creo que pueda hacerse semejante afirmación. Si no recuerdo mal, ese tipo de enseñanzas llegaron a nuestro país durante los años de la Transición, no hay más que pensar en la Escuela de Letras, de Alejandro Gándara, que tanto ruido hizo en su momento y a la que tanta cuerda le dieron en el diario El País. Hoy, los talleres de escritura, las escuelas de creación artística y los máster de letras, de escritura creativa, han crecido como setas, tanto en Madrid como en Barcelona, sin olvidar otras provincias. A veces se trata de estudios perfectamente reglados y bien organizados, muy solventes, y otras constituyen un mero ganapán, modesto sin duda, para escritores que están empezando y que tal vez estarían mejor en el papel de alumnos que en el de profesores. Y no pienso, desde luego, en gente que da sus cursos con discreción y probablemente a plena satisfacción de sus alumnos.
En Barcelona, quizá los más conocidos sean los del Ateneo, pero también se imparten cursos en la Universidad Autónoma de Barcelona, al cuidado del narrador Fernando Clemot; en un centro privado, llamado Laboratorio de Escritura, que dirige el escritor ecuatoriano Leonardo Valencia, y en la Librería La Central. También en Madrid se han multiplicado este tipo de enseñanzas. Me consta que funciona bien la Escuela de escritores, con Ignacio Ferrando, Javier Sagarna, Ángel Zapata o Juan Carlos Márquez, por no citar todo el claustro de profesores; el denominado Hotel Kafka, donde imparte clase, por ejemplo, Eloy Tizón, todo un lujo; los talleres que imparte, desde hace muchos años, la escritora argentina Clara Obligado; o los cursos literarios de Fuentetaja, donde ejerce Elvira Navarro.
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En fin, seguimos tan paletos como en los años de plomo del franquismo. Sabemos lo que se hace en Estados Unidos, y presumimos al contarlo, pero ignoramos lo que ocurre en casa, y a pesar de ello no estamos dispuestos a dejar de dar opiniones concluyentes. No tenemos arreglo.
Me gustaría saber cuál ha sido vuestra experiencia en estos cursos.
....Me gustaría saber cuál ha sido vuestra experiencia en estos cursos.
* El cuadro es de Juan Ugalde.
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24 comentarios:
Yo hice hace unos años algunos cursos a distancia en la Escuela de Escritores de Madrid. La organización me pareció buena, pero -con perdón por la comparación- pasa como con Pilates, dependiendo del profesor que te toca el grado de satisfacción varía. Enhorabuena por tu blog. Saludos
YO los considero necesarios para sentar bases teóricas y gramáticas, para encontrar a gente con similares inquietudes, para encauzar la lectura, y formar así una base sólida sobre la que seguir construyendo. A escribir se aprende escribiendo, pero si existe una base, se puede ir siempre hacia mejor, eso sí, sin dejar de leer y aprender cada día.
Yo pasé dos años en un taller y el cambio en mi escritura y en mis conocimientos fue absolutamente gratificante y cimentó esa base que necesitaba pues aprendí qué estaba bien, qué se podía mejorar, qué hacía mal, y sobre todo aprendí de la crítica de los demás y que la verdadera escritura es la reescritura. Ahí además conocía a los componentes del grupo literario puntoyseguido, al que pertenezco, y ya hemos publicado un par de libros y ganado varios premios por separado, si no hubiera sido por los talleres, supongo que habríamos tardado más, pero habríamos llegado porque la constancia y la inquietud no nos ha faltado ni fallado nunca.
Esa es mi opinión al respecto: Son necesarios.
ISa Merino
www.chawtonstreet.blogspot.com
Creo que los talleres de escritura son una fuente a la que deberíamos acudir todos aquellos que escribimos, y me explico. En los talleres, se conoce a gente con las mismas inquietudes, miedos e ilusiones, que si se encauzan bien, puede impulsar tu escritura. El profesor y su programa de ejercicios debe estimular, tanto como los compañeros.
Mi experiencia ha sido muy positiva en varios casos y negativa en otros, pero siempre me ha estimulado el seguir escribiendo y aprender.
Como se ha indicado aquí, escribir es una evolución que depende de uno mismo, pues como en casi todas las cosas, se escribe mejor a medida que se escribe más.
Como indicas, en España hay grandes talleres y los que vivimos alejados de Madrid y Barcelona, echamos en falta dicha oferta de talleres.
Buen toque de atención sobre el artículo en cuestión.
Un saludo y a seguir escribiendo.
Es la idea que yo tenía, por lo que me alegra que vuestros comentarios, con todos los matices posibles, me la confirmen. Saludos.
Fernando,
cómo me alegra la pregunta. Yo empecé en 2005 en la Escuela de Escritores a distancia. Hasta el curso pasado creo que no he dejado de hacer talleres allí. Y como sabes en febrero asistiré a uno presencial que me hacía ilusión.
En mi caso mantengo contacto con muchísimos de los compañeros y tres o cuatro profesores. Yo aprendí mucho sobre mis errores y especialmente aprendí a criticar, naturalmente en el sentido del término que procede aquí. Creo que aún me queda mucho por aprender (supongo que no se termina nunca) pero yo no estaría aquí de no ser por aquellos cursos.
La mayoría de los profesores son profesionales generosísimos con sus trucos y su experiencia, cosa que muestra su amor incondicional por la escritura, porque ese grado de ofrecimiento, esa implicación, no sé si se da en otras profesiones.
Yo guardo de esos cursos recuerdos y experiencias estupendas y les debo todo lo que escribo (que en mi caso tampoco es muchísimo, claro está ;-) )
Abrazos
Los talleres te enseñan técnicas, útiles, por cierto, pero que cuando uno las domina, las tiene que romper, sino, terminamos como The Wall, escribiendo todos como Carver
Ciao, Fernando: yo hice en Turín el Máster en técnicas narrativas que ofrecía la Scuola Holden (léase, Alessandro Baricco), en italiano todito.
Tuvimos oportunidad de conocer a muchos ponentes de diferentes áreas de expresión artística: desde cocineros hasta filósofos, pasando por narradores (Carlo Lucarelli), guionistas (Guillermo Arriaga) o directores de cine (Nanni Moretti). Los docentes asiduos nos hacían escribir según los "parámetros comerciales de las editoriales y las televisiones italianas" (sic).
Así las cosas, acabé desconcertado, perdido, y he tardado mucho en desandar lo andado para regresar a mi escritura original.
Por suerte, he regresado a la palestra de los libros, sin más intermediarios.
¿Si me ha servido? Creo que a muy poco. Más bien todo lo contrario. De hecho, es lo único que suelo omitir en el currículo. Dos años de vaciamiento retroactivo, según fue mi experiencia.
Claro que, como en casi todas las enseñanzas, depende de quién te encuentres delante y cuál sea su nivel de conocimiento/generosidad en transmitirlo.
Espero, sinceramente, que os vaya bien en el nuevo curso.
Desde la margen izquierda del Po,
GNZ.
Yo me defino como tallerista. Sin mi paso por el taller de Clara Obligado no hubiera podido publicar, ni aprender técnicas literarias, ni contactar con gente entusiasta, con el mismo amor por la literatura, ni descubrir nuevos autores. He aprendido también a leer y eso que lo he hecho siempre. No es poco el balance. Me alegro de la proliferación actual de talleres, dentro de unos años habrá una genera´ción de grandes cuentistas escritores. Gracias por abrir el debate
Hola
Yo también asistí durante un par de cursos a un taller literario. Hasta aquel momento yo no era más que una escritora que no escribía (al más puro estilo del escritor que no escribe que ha retratado J.J.Millás de manera tan eficaz y divertida). Yo leía sin descanso y fraguaba en mi mente una imagen de mí misma como escritora frente al teclado y la pantalla o la hoja en blanco, tramando historias originalísimas, recibiendo premios literarios elegantemente ataviada con un vestido azul noche tornasolado, y así...
Mi paso por el taller literario de provincias al que asistí me obligó a convertirme en escritora que escribe. Cada semana me sentaba realmente frente al folio inmaculado y me peleaba con las palabras y las ideas, alejaba de mi cabeza a empujones al crítico que todos llevamos dentro y nos paraliza antes de empezar y perpetraba algún texto que poner delante de la mirada del profesor y del resto de talleristas. Allí tenía lugar la gran merendola, el todos contra todos, el cruce de elogios y críticas, la disección de los relatos y los consiguientes comentarios. Algunos días salía de allí triunfante, lo que había escrito se había entendido, o había gustado o emocionado. Otros, me alejaba del taller con el rabo entre las piernas: menuda mierda escribo, yo quiero hacerlo como Fulanito, ya puedo ir olvidándome del vestido azul noche,etc...
Creo que, en mi caso, el taller me sirvió sobre todo para atreverme a escribir y encontrar lectores a los que dirigirme y para ejercitar el hábito de la escritura(he de confesar que un hábito bastante débil, hay épocas en que aún espero que me pongan tarea para sentarme a escribir).
Pero esto es una simplificación, hubo muchas otras cosas: descubrir autores, encontrar amigos con la misma afición, aprender rudimentos de la narrativa, desaprender conceptos y etiquetas, disfrutar de la escritura de mis compañeros y colaborar con ellos en la mejora de lis textos...
Fue una experiencia que me sirvió de mucho.
Muchas gracias, querido Fernando, por tu generosa mención.
Como siempre, es un placer leerte.
Un abrazo para ti y para todos los navilocos.
Coincido con Andrea Vinci en que los talleres están para superarlos. Por un lado, no son indispensables porque hay autores que han hallado su propio camino siempre en solitario. Pero por otro, cubren el vacío que deja la enseñanza universitaria, centrada en el estudio teórico y contemplativo de la obra ajena. Y permiten que la opinión de los compañeros, sobre el trabajo personal, se sume a la del profesor. Por supuesto (como en todas partes) el éxito depende en gran medida del nivel docente. Pero creo que la ayuda es estimable y agradecida.
En definitiva, los talleres son útiles para despegar y remontar el vuelo. Y para que, sin renunciar a sus enseñanzas, uno acabe cuanto antes tomando los mandos de la situación.
Supongo que habrá una gran diferencia entre los máster de escritura y los talleres, al igual que la hay entre los talleres largos y los intensivos. Supongo, también, que para que un máster cuaje tiene que estar homologado por delegaciones, ministerios y altas esferas. Tal vez ahí esté el quid del cuajar. Invertir en un máster que luego no se reconoce en algunos sitios es un riesgo grande.
Con respecto a los talleres, en su justa medida son estupendos. Yo sólo he hecho talleres intensivos, con Espido Freire, Millás, Patricia Esteban, Ani Shua... así que no me puedo quejar de la calidad de la enseñanza, si bien reconozco que los frutos de estos talleres intensivos hay que rascarlos y desenterrarlos, porque suelen quedar medio ocultos bajo las anécdotas de varias horas divertidas con gente ansiosa.
También he oído hablar de gente que no para de hacer talleres, y de gente que escribe con un "estilo de taller" que no sé si yo sabría identificar.
En fin, sí, talleres sí. Yo haría uno largo cada dos años, si pudiera.
Saludos
Gabriel
Pedro, la enseñanza universitaria, la que yo practico, al menos, está basada en la historia literaria y en el análisis crítico de los textos. Ambas operaciones me parecen imprescindibles para entender en toda su complejidad la literatura.
Gracias a todos por vuestros comentarios y saludos.
Hola a todos, acabo de crear un blog de escritura. Me gustaría que le hcharan un vistazo y me dieran su opinión: http://literaturahoyendia.blogspot.com/
gracias
Fernando, espero no haberme expresado mal. Por supuesto que la enseñanza universitaria es imprescindible, pues no faltaría más. Pero pienso que el conocimiento del panorama literario y la capacidad para analizar textos de autores consagrados no es suficiente para crear la propia obra. Si lo fuera, la mayoría de los alumnos a los que apruebas harían carrera en el mundo editorial. El autor en fase de aprendizaje necesita contrastar lo que produce. Y la enseñanza universitaria no dispone de tantas horas. Ojalá las tuviera y permitiera acceder a esa práctica, igualmente necesaria.
Claro, Pedro, te había entendido bien, aunque lo de estudio "teórico y contemplativo" no responde a la realidad de lo que es, o debería ser una carrera de Filología. Desde luego no nos ocupamos de formar creadores, aunque ahora sea cada vez más frecuente en las universidades los talleres de escritura, al margen de las asignaturas de la carrera, pero los estudiantes sí deberían acabar siendo buenos lectores. Y de esos buenos lectores suelen salir los escritores. Abrazos, Pedro.
Hola Fernando.
Creo que los talleres de escritura son un punto de encuentro, un lugar de aprendizaje. Participé hace algunos años en uno y aprendí mucho, tanto de los compañeros como de del profesor. Sobre todo como dicen en otros comentarios, a aceptar las críticas, a utilizar algunos rudimentos que ayudan a escribir, descubrí otras lecturas, y sobre todo un grupo de amigos con los que comparto mi afición, Punto y Seguido y seguimos escribiendo y reuniéndonos cada semana.
Estupendo tu blog y lo que publicas, te agrego al mío.
Abrazos
Sólo he ido a un taller de escritura, que se inscribía en esos que, como dice Fernando, son cada vez más frecuentes en las universidades. Mi conclusión es que fue un reto, pues escribíamos un texto semanal sobre un tema, género, tópico... de la literatura universal del que habíamos hablado previamente en clase. Pero creo que los talleres de escritura también deben proporcionar herramientas de crítica para que los autores aprendan a leer (y a releerse). Y como no todos los escritores tienen la obligación de pasar por una carrera de filología o afín (faltaría más), si las escuelas de escritores cumplen este cometido, su existencia está más que justificada. Un saludo.
Mi experiencia en talleres es a distancia con lo que esto tiene de limitado. En mi caso, y estando de acuerdo con la importancia del profesor y del grupo que te toque, mi experiencia fue muy provechosa. Afianzas fundamentos, estimulas la imaginación, creas buenos hábitos... Curiosamente he recibido clases de todo menos de.lo que más practico, que es microrrelato.
Yo siempre recomiendo asistir a un taller, del mismo modo que recomiendo dejarlos a tiempo. Al final, se trata de convertirse en escritor, no en tallerista.
Abrazos
En la universidad española también ha habido experiencias desde hace tiempo. Yo fui alumna en la de Valladolid en una clase de Técnicas de creación literaria, que se impartía de manera curricular, no como taller. Fue una experiencia magnífica. Y seguro que no es único sitio de España.
Saludos
Raúl Espina
Raúl, ¿quién daba ese taller? Saludos.
Buenas noches. Yo he publicado este mes una novela de fantasía épica con una editorial de la estudiantil Granada.
En mi caso nunca dí un curso de estos y la verdad, mi estilo fue nefasto. Aun así la aceptaron por original o lo que fuese.
Ahora, siendo una editorial, que cuida la calidad, creo que si esta bien "estilada", gracias a los correctores.
No obstante desde mi punto de vista os animaría a que sí hicierais este tipo de cursos, porque así sera mas fácil que acepten vuestro manuscrito.
No veo adecuado daros los datos de mi novela por aquí, pero si a alguno le interesa conocerla, acepto privados. Así que el moderador tiene mi beneplácito para poder dar mi correo si alguien lo solicita. Saludos.
Juan, al moderador no hay que darle trabajo. Deja aquí mismo tu nombre, el título de la novela y la editorial, por si algún lector se interesa por ella. Saludos y suerte.
Asistí a cursos y talleres de escritura en distintas escuelas. La mayor parte, de forma virtual. Mi experiencia en ellos fue variable, como bien he leído en un comentario, dependía mucho del profesor. Llegado un momento, consideré que la formación se me quedaba corta y busqué mi propio camino. Ahora me puesto en marcha una web de cursos de escritura online, porque creo que, salvo en Madrid o Barcelona, la oferta de cursos en otras ciudades es de escasa calidad. Mi experiencia me sirvió para entender mejor a mis alumnos en la actualidad, y para tratar de eliminar las carencias que yo noté en aquellos cursos de escritura.
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