Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
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Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
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Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
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Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
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Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
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¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
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Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
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Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
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Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
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(Campos de Castilla, 1912)
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12 comentarios:
a mi me parece precioso, no es la primera vez que leo esta obra de Machado y me sigue gustando un modo màs simple y màs bello de recordar la infancia no creo que exista.
Un abrazo y felicidades por tu trabajo.
Sara M.
Esta es la primera de tus entradas que me sorprende!
Gracias por desempolvar estos (para mi) viejos versos que son, además de un arte poética, un arte de vida, sobre todo en estos momentos de golfos y "golperías" de aquellos que no pagan el pan que comen ni el lecho donde yacen con su trabajo sino con el desvío de nuestros impuestos.
Es de aquellos poemas que nunca agotan, por más veces que se lean, la capacidad de conmover. Como muy bien apunta Emilia, es una poética de la literatura, del arte y de la vida, y es capaz de transmitir esa hondura humana -sin afectación, sin altisonancias- que definía a Machado. Me ocurre siempre que vuelvo sobre su obra (con menos frecuencia de lo que desearía): tengo la sensación de que sus versos se le quedan a uno dentro como un remanso de sosiego y autenticidad. Me siguen impresionando, sobre todo, la primera y la última estrofa.
Gracias, Fernando, por traerlo y por recordarlo. Siempre se sigue aprendiendo de los grandes.
Abrazos.
Gracias por recuperar este autorretrato del gran Antonio Machado... Unos versos que tocaron mi alma, me movieron y me empujaron en plena adolescencia a estudiar Filología Hispánica... Un poema grande e inmenso, infinito, que todavía hoy, me sigue EMOCIONANDO. Gracias porque este poema me recuerda por qué elegí este camino de ficción y literatura, y me alienta (a pesar de las dificultades) a seguir caminando y a mantener la ESPERANZA... Ya lo dijo nuestro poeta: "Se hace camino al andar".
Este es el primer homenaje que veo al centenario de Campos de Castilla. Sirva esta absurda manía de aniversarios que tenemos para recuperarlo y mantenerlo vivo. Esperemos que el eco del homenaje no nos invada.
Un poema que no ha envejecido mal, sino todo lo contrario, muy recomendable en los tiempos que corren. Toda una declaración de intenciones más que un autorretrato. Es quizá uno de los más hermosos poemas de Machado. Me recuerda mi infancia, y suelo utilizarlo mucho en las clases, y sorprendentemente, sigue gustando a los alumnos.
Pilar
Cuando leo este poema siempre me acuerdo del último verso - "Estos días azules y este sol de mi infancia" - que su hermano encontró escrito en un papel arrugado en su bolsillo tras su muerte, y viceversa.
Gracias por recordarlo, Fernando.
Abrazos.
Cuando leo el primer verso de este poema siempre me acuerdo de mi propia infancia, creo que a todos los pasa. Al fin y al cabo, como dijo otro poeta, la verdadera patria de un hombre es su infancia. Los clásicos, por algo son clásicos. Nunca fallan.
Machado es mi primer poeta. Yo debía de andar por los diez años y el libro formaba parte de una gran colección que nos regaló mi abuela a mis hermanos y a mí: era una antología que me aprendí de memoria. Gracias, Fernando, por desempolvar tan bellos recuerdos.
Hola Fernando:
No cabe duda que a Machado le seguimos "debiendo cuanto escribe" y que "cada día escribe mejor" (en Argentina solían decir los fanáticos gardelianos que "Carlitos cada día canta mejor").
Más allá de que su famosa primera estrofa tiene el valor -casi de referente objetivo- de que cada vez que la leeemos pensemos en la infancia propia. Más allá de la extrañeza que me producía a mis quince años, en medio de la Patagonia profunda, leer esa extraordinaria y atrevida inclusión del verbo yacer en la peúltima estrofa. Más allá de todo ello, de este poema hay un verso, sólo un verso que me parece casi una definición de ese mínimo de ética y decoro que se ha de tener en la vida: "A distinguir me paro las voces de los ecos".
Con frecuencia, uno se encuentra, en este ámbito de la creación literaria con gente que imposta la voz para que no se le note que está hablando con el eco ajeno, a veces, otros, ni si quiera cuidan la impostación. Ante eso, casi siempre queda silbar, hablar del tiempo y poco más.
La lúcida voz de Machado nos sigue y nos seguirá retratando todos.
salut,
hugo
Yo conocí antes a Serrat que a Machado a través de este disco y de un intelectual, vecino de mis padres, que lo ponía muchas veces. Cuando en la EGB lo leímos, quedé muy bien, porque lo conocía, pero muy mal, porque afirmé que era de Serrat.
Machado siempre funciona
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