domingo, 10 de agosto de 2014

La contracultura en Quimera

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El número doble de verano de la revista Quimera, tras su atractiva portada, está dedicado en su mayor parte a la historia de la denominada contracultura durante los años setenta, los últimos del franquismo y los primeros de la naciente democracia. ¿Dónde dio mejores frutos? Probablemente en la música, el diseño gráfico, los comics, la fotografía, el teatro, el mail-art, las revistas políticas y/o culturales (Camp de l´arpa, El Viejo Topo, Ozono, Ajoblanco o La Luna de Madrid) y en ciertas ideas sobre la vida cotidiana, aunque es evidente que lo que aquí se entiende por contracultura no se manifestó de la misma manera en esos distintos campos de actuación artística. El caso es que han pasado ya más de cuarenta años y disponemos de una perspectiva suficiente para hacernos una idea del valor de aquellas empresas. Por ejemplo, nada trajo a la literatura, quizá con la excepción de la narrativa de Mariano Antolín Rato; algo que ya entonces podía apreciarse dado lo perdidos que andaban en esta materia los señores que hacían La luna de Madrid o Ajoblanco; si bien la editorial Kairós, que no se cita, de Salvador Pániker, editó algunos de los grandes clásicos de la contracultura, tales como el libro de Theodore Roszak, El nacimiento de la contracultura (1970).  

Aquí disponemos de mucho material atractivo, aunque un panorama general no hubiera venido mal, para poner las cosas en claro. De todas formas, la conversación entre Santiago Auserón y Sabino Méndez tiene mucho interés, como no podía ser menos tras considerar lo bien amueblada que tienen la cabeza ambos. Pero yo destacaría, en especial, el homenaje que le rinden a Martín de Riquer, al autor de Los trovadores. La conversación que mantienen Clemot, Cutillas y Vico con Pepe Ribas muestra, una vez más, que el editor de Ajoblanco es descendiente directo de Antoñita la Fantástica, que aquí se nos presenta como un pituco indignado que amenaza con una tercera etapa del Ajo. Mucho más sugestivas resultan las entrevistas con Elena Medel, poeta y editora; el crítico musical Diego Manrique; el poeta visual y ensayista Antonio Orihuela; y el director de teatro Ángel Alonso, responsable de la Sala Villarroel; y la actriz Gloria Muñoz. Muy clarificador me parece el artículo de Rebeca García Nieto, sobre el concepto de subnormalidad en Vázquez Montalbán, sobre todo en su Manifiesto subnormal (1970). Y un poco forzada resulta la comparación entre Genet y Ocaña, pues es como comparar a Emily Dickinson con Gloria Fuertes, y que Laia López Manrique me perdone. También quisiera destacar los inéditos (cuentos, microrrelatos y poemas) muy buenos, a cargo de Javier Sagarna, Manu Espada, Eva Paz y Rolando Sánchez Mejías. A todo ello se suman las secciones de reseñas y de opinión, con un doble mano a mano entre Julia Otxoa/Vila-Matas y Lara Moreno/Elvira Navarro. En suma, un número excelente.         
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias, querido amigo, tú siempre tan lúcido y exacto. Tomo nota de varias cosas. Gracias, mon ami.
besos
Inés Mendoza