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Ayer se celebraba el primero de los cuatros domingos de Adviento. En Alemania, las ciudades se llenan de mercadillos en los que pequeños artesanos ofrecen sus productos y donde pueden comprarse los típicos regalos navideños. Nosotros nos fuimos a pasear por los jardines de Charlottenburg. Queríamos ver el mausoleo de la reina Luisa de Prusia, muy querida por los berlines, pero sólo se abre al público entre abril y octubre. Después del largo paseo nos fuimos a visitar los puestos del mercado que todos los años se instala en la entrada del palacio, donde puede uno tomarse un Glühwein (vino caliente), una salchicha, comprar un collar, una bufanda o un gorro, al tiempo que los más golosos pueden disfrutar del turrón italiano, las castañas o del típico pan de frutas alemán. En uno de los puestos, el único en el que vendían libros, nos encontramos con las novelas de la escritora catalana Maria Barbal, traducidas al alemán, que han tenido mucho éxito. Pero también existen alicientes para los que vayan con niños, bajo la forma de una pequeña feria, con su correspondiente tiovivo. Nuestra amiga María Jesús, mientras su hijo mayor Daniel, que ayer cumplía 20 años, le preparaba la comida en casa, se compró durante el paseo un gorro blanco que le quedaba estupendamente. A la vuelta, nos paramos en una pastelería donde dicen que venden los mejores baumkuchen (pastel de árbol, le llaman, hecho a base de capas) de la ciudad. Y así se nos fue el día casi sin darnos cuenta.
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El origen remoto de las fiestas de Adviento se cifra entre los siglos IV y V, cuando fueron cobrando una importancia cada vez mayor, sobre todo, en las iglesias de Hispania y de la Galia, donde empezaba a sentirse la necesidad de consagrar unos días a la preparación de la celebración de la Navidad y de la Epifanía. Pero, en sus orígenes, el Adviento fue un tiempo de penitencia en el que, además, resultaba obligada una participación más asidua al culto. Las primeras noticias que tenemos sobre la celebración de esta fiesta aparecen en Roma, a mediados del siglo VI. Hoy, el Adviento es el tiempo en el que los feligreses cristianos se preparan para el nacimiento de Jesucristo y para renovar la esperanza en la Segunda Venida de Cristo, al final de los tiempos o Parusía. Y para los que no son cristianos, se ha convertido en una celebración festiva más, como tantas otras, de cierto carácter, digamos, pagano.
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El origen remoto de las fiestas de Adviento se cifra entre los siglos IV y V, cuando fueron cobrando una importancia cada vez mayor, sobre todo, en las iglesias de Hispania y de la Galia, donde empezaba a sentirse la necesidad de consagrar unos días a la preparación de la celebración de la Navidad y de la Epifanía. Pero, en sus orígenes, el Adviento fue un tiempo de penitencia en el que, además, resultaba obligada una participación más asidua al culto. Las primeras noticias que tenemos sobre la celebración de esta fiesta aparecen en Roma, a mediados del siglo VI. Hoy, el Adviento es el tiempo en el que los feligreses cristianos se preparan para el nacimiento de Jesucristo y para renovar la esperanza en la Segunda Venida de Cristo, al final de los tiempos o Parusía. Y para los que no son cristianos, se ha convertido en una celebración festiva más, como tantas otras, de cierto carácter, digamos, pagano.
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Su duración es de 21 a 28 días y su color es el morado, celebrándose los cuatro domingos anteriores a la fiesta de Navidad. Marca el inicio del año litúrgico en casi todas las confesiones cristianas. Durante este periodo se coloca en las iglesias, pero también en algunos hogares, la denominada Corona de adviento, que puede bendecirse en los templos, formada por ramas de pino y cuatro velas, una por cada domingo de adviento. A cada una de esas velas se le asigna una virtud que hay que mejorar durante la semana. En la primera, el amor; durante la segunda, la paz; en la tercera, la tolerancia; y durante la cuarta, la fe.
La corona tiene su origen en una tradición que consistía en prender velas durante el invierno representando el fuego del dios sol, para que regresara con su luz y calor durante el invierno. La corona, además, atesora diversos símbolos. Así, la forma circular se debe a que el círculo no tiene principio ni fin, por lo que es una señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin; pero también se refiere al amor de los creyentes para con Dios y el prójimo, que nunca debe de terminar. El verde de las ramas simboliza color de la esperanza y la vida, ejes fundamentales de la fe cristiana.
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Su duración es de 21 a 28 días y su color es el morado, celebrándose los cuatro domingos anteriores a la fiesta de Navidad. Marca el inicio del año litúrgico en casi todas las confesiones cristianas. Durante este periodo se coloca en las iglesias, pero también en algunos hogares, la denominada Corona de adviento, que puede bendecirse en los templos, formada por ramas de pino y cuatro velas, una por cada domingo de adviento. A cada una de esas velas se le asigna una virtud que hay que mejorar durante la semana. En la primera, el amor; durante la segunda, la paz; en la tercera, la tolerancia; y durante la cuarta, la fe.
La corona tiene su origen en una tradición que consistía en prender velas durante el invierno representando el fuego del dios sol, para que regresara con su luz y calor durante el invierno. La corona, además, atesora diversos símbolos. Así, la forma circular se debe a que el círculo no tiene principio ni fin, por lo que es una señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin; pero también se refiere al amor de los creyentes para con Dios y el prójimo, que nunca debe de terminar. El verde de las ramas simboliza color de la esperanza y la vida, ejes fundamentales de la fe cristiana.
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La función de las cuatro velas consiste en hacernos reflexionar sobre la oscuridad que produce el pecado, cegando al hombre y alejándolo de Dios. Según la fe cristiana, después de la primera caída del hombre, Dios fue concediéndole, poco a poco, una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas de la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que se enciende, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo al mundo. Estas velas van prendiéndose de una en una, durante los cuatro domingos de adviento, mientras se reza en familia. Las manzanas rojas que adornan la corona representan los frutos del jardín del Edén, con Adán y Eva, que trajeron el pecado al mundo aunque también recibieron la promesa del Salvador. Por último, el listón rojo representa tanto el amor a Dios como el amor de Dios.
Durante estos cuatro domingos la familia, o la comunidad cristiana, se reune en torno a la corona para leer la Biblia y meditar. Las lecturas proceden, sobre todo, del profeta Isaías, aun cuando suelen escogerse pasajes proféticos del Antiguo Testamento, como aquellos en los que se recuerda la llegada del Mesías. Así, Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesia ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor. En fin, que hace unos días, apenas sí sabía nada del adviento y ahora, mirando aquí y allá, casi me he hecho un experto, o al menos me he convertido en lo que la ligera posmodernidad considera un experto en algo, que consiste en saber cuatro cosas, más o menos bien hilvanadas. Que Dios, en su bondad infinita, me perdone.
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La función de las cuatro velas consiste en hacernos reflexionar sobre la oscuridad que produce el pecado, cegando al hombre y alejándolo de Dios. Según la fe cristiana, después de la primera caída del hombre, Dios fue concediéndole, poco a poco, una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas de la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que se enciende, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo al mundo. Estas velas van prendiéndose de una en una, durante los cuatro domingos de adviento, mientras se reza en familia. Las manzanas rojas que adornan la corona representan los frutos del jardín del Edén, con Adán y Eva, que trajeron el pecado al mundo aunque también recibieron la promesa del Salvador. Por último, el listón rojo representa tanto el amor a Dios como el amor de Dios.
Durante estos cuatro domingos la familia, o la comunidad cristiana, se reune en torno a la corona para leer la Biblia y meditar. Las lecturas proceden, sobre todo, del profeta Isaías, aun cuando suelen escogerse pasajes proféticos del Antiguo Testamento, como aquellos en los que se recuerda la llegada del Mesías. Así, Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesia ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor. En fin, que hace unos días, apenas sí sabía nada del adviento y ahora, mirando aquí y allá, casi me he hecho un experto, o al menos me he convertido en lo que la ligera posmodernidad considera un experto en algo, que consiste en saber cuatro cosas, más o menos bien hilvanadas. Que Dios, en su bondad infinita, me perdone.
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* Las fotos de Charlottenburg son de Gemma Pellicer. ..... .......
8 comentarios:
¡Qué buenos recuerdos, Fernando, del año pasado! Este otoño en Cádiz no deja de traerme aquel otoño belga y, por unos días, berlinés. Un abrazo nostálgico.
Pues, sí, Antonio, aunque este invierno, hasta ahora, está resultando más benigno. Saludos.
Tantos años practicando la ceremonia de las velitas de adviento y no sabía eso de que cada domingo está dedicado a procurar mejorar en un área. Bonita idea, en cualquier caso.
Muy instructivo tu relato, según se lee se "ve", y las fotos son preciosas. ¿ Por qué será tan distinta la per Navidad de Europa a la española?
Mil estrellas de luz
Sherezade
Fernando, ¡te confieso que esta reseña de adviento es mejor que las explicaciones dadas por el sacerdote en la misa dominical!
Que los días sigan yéndose así (“sin darnos cuenta”), que se disfrutan mejor.
Saludos!
Gracias por este paseo por Berlín, junto con Viena y otras ciudades, tienen un aire especial en Adviento...
Me gusta este blog.
Saludos
Recuerdos imborrables de Glühwein en Göttingen, en Braunschweig (guardo las tazas del ¿2000?). Reafirmando que cualquier tiempo pasado fue teutón.
PD. Gran prólogo de Relatos en Cadena, querida Uma.
Saludos
Gabriel
Gracias, Propi, pero si el prólogo fuera mío, hubiera quedado mucho mejor. La verdad es que no quise hacerlo porque los de la SER se hubieran empeñado en entrevistarme. Ya sabes que una cosa lleva a la otra y no acaban de dejarla a una tranquila. Pero, bueno, el Valls ha cumplido, dentro de lo que él puede dar de sí.
UMA
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