domingo, 28 de noviembre de 2010

ANDRÉS GALLARDO

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"Postenebram"
(Postenebram fue la mejor empresa funeraria del pueblo. Don Bartolomé Fica, don Félix Barriga y don Tulio Seoane se las arreglaron para prestar servicios confiables, sobrios y sentidos. Nada es eterno: don Bartolomé, don Félix y don Tulio se fueron yendo cada uno a su modo, cada uno por su lado. Hoy día, el local de la empresa lo ocupa una financiera que no solo da servicios usurarios y fríos, sino que igual termina por enterrar a los clientes. El recuerdo de Postenebram permanece, amable y refescante.)
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1. "¡Qué solos se quedan los muertos!"
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Don Bartolomé Fica era el alma de la Empresa Funeraria Postenebram Don Bartolomé había vivido con ganas; dudoso es que haya habido alguien tan ganoso de vivir como don Bartolomé. Ahora, que se había muerto sin ganas habría sido absurdo negarlo, pero no se podía negar que se había muerto.
Habría sido injusto para don Bartolomé y para el prestigio de Postenebram echarse a morir. El muerto era él, estaba claro; los amigos estaban vivos, eso era también indudable, pero eso no significaba ir a arruinar el velorio con el llanterío. El velorio fue notable. Se hicieron recuerdos gratos, se contaron anécdotas divertidas, no faltaron las canciones (don Bartolomé se moría por los boleros), se bebió con moderación. Con velorios así, cualquier empresa funeraria se prestigia.
El entierro no. Los entierros ya van siendo otra cosa. En el entierro estuvieron todos serios y tristes todo el tiempo. Ya se notaba la honda pena. Daba no sé qué dejar tan solo a un difunto tan, por decirlo así, tan vital.
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2. "La vida dudosa"
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Y lo que son la cosas: don Félix Barriga, también socio fundador de la empresa funeraria Postenebram, era el opuesto de don Bartolomé Fica. Don Félix era tan de tono menor, que había que mirarlo un buen rato para darse cuenta de que estaba vivo. Un día, una muchacha dijo algo estupendo: dijo que don Félix parecía un cartel de propaganda de Postenebram. Don Félix ni se dio por aludido.
Durante el velorio de don Bartolomé Fica, Malbrán dijo “y por qué no velamos también al Félix?” y como todos estábamos en ritmo de velorio, pues dicho y hecho: velamos también a don Félix. Después del entierro los ánimos cambiaron. De pronto, Malbrán notó algo y preguntó “¿dónde quedó el Félix?” y nadie pudo responder.
Más allá de las coincidencias misteriosas, más allá de los juegos de palabras (alguien dijo que la empresa debería llamarse Dos En Uno), el asunto no dejó de tener su lado simbólico.
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3. "El desvío"
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Don Tulio Seoane fue el más profesional de los socios de la Empresa Funeraria Postenebram. Quizás por eso mismo después se insinuó que don Tulio había hallado una manera de soslayar la muerte. Nada es tan simple en este mundo: don Tulio dejó Postenebram antes del deceso de don Bartolomé Fica y don Félix Barriga.
Don Tulio sufrió; cómo sufrió don Tulio. De solo recordar las causas de su sufrimiento dan ganas de morirse para no saber que es posible sufrir tanto. Sí, don Tulio sufrió, pero no tomó el camino ancho de la muerte, sino un desvío brumoso, lleno de baches y de túneles imprevistos, y se dejó llevar por ese desvío sin rumbo y sin vuelta: don Tulio Seoane Sagredo se volvió, dura cosa es, loco. Don Tulio cruzó los brazos por la espalda y a zancadas largas comenzó a deambular por la ciudad mascullando sabidurías incomprensibles, con los ojos secos y un hilillo de baba permanente, como diciendo que en la vida no todo es miel sobre hojuelas.
En algún recodo, el desvío brumoso de don Tulio se cruzó un instante con la vía diáfana de la muerte propiamente dicha. Aunque a esas alturas enterrar a don Tulio parecía una redundancia, don Bartolomé Fica y don Félix Barriga le hicieron un funeral de primera. Don Bartolomé, cosa rara en él, hablo en público; dijo “la Empresa Funeraria Postenebram ya nunca será la misma”. Don Félix no habló, pero escribió; escribió “esto es el comienzo del fin”. Los demás solo lloramos a lágrima viva.
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* Andrés Gallardo (Santiago de Chile, 1941) es profesor de castellano (1966), doctor en Lingüística (1980), profesor emérito de la Universidad de Concepción y miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua. Es autor de artículos sobre gramática, sociolingüística y cultura idiomática. Su obra narrativa está compuesta por los siguientes libros: Historia de la literatura y otros cuentos (1982), Cátedras paralelas (novela, 1985), La nueva provincia (novela, 1987), Obituario (relatos breves, 1989), Estructuras inexorables de parentesco (relatos, 2001), Tríptico de Cobquecura (nouvelles, 2006).
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* El grabado es de José Guadalupe Posada.
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3 comentarios:

Antonio Tello dijo...

Estupendo relato, Fernando. Su ingenio y humor me recuerda mucho al que destila Machado de Assís en El alienista.
Un abrazo

Pedro Herrero dijo...

“Parece que hoy día ya no hay muerte, sino sólo sepelios” –decía Ramón Gómez de la Serna. Con un humor y un rigor semejante, aparece este relato, de obligada elegancia al descubrir los entresijos de un negocio tan necesario, y del que todos quisiéramos prescindir. Me gusta la estructura que separa la suerte de los personajes en diferentes nichos, bajo el común denominador de una suerte aciaga. Me gusta esa contención propia del estilo periodístico. Pero sobre todo me gusta que, al menos al final, y para compensar del luto que preside la trama, las lágrimas de los que lloran estén vivas.

Rosana Alonso dijo...

Me ha recordado a Wenceslao Fernández Florez. Por el humor negro pero fino fino. Me ha gustado mucho, y que Félix parezca el cartel de porpaganda de la empresa y se le vele ya como si hubiera fallecido me ha hecho mucha gracia.


Un saludo cordial