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Olegario no sólo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante, y luego decía: `Mañana va a llover´. Y llovía. Otras veces se arrascaba la nuca y anunciaba: `El martes saldrá el 57 a la cabeza´. Y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites.
Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: "Es posible que mi casa se esté quemando".
Llamaron un taxi y encargaron al chófer que siguiera de cerca a los bomberos. Estos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: `Es casi seguro que mi casa se esté quemando´. Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban.
Los bomberos siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla volaba por los aires.
Con toda parsimonia, Olegario bajó del taxi. Se acomodó el nudo de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.
* Recogido en Cuentos, Alianza, Madrid, 1982.
6 comentarios:
Es verdad...Sus microrrelatos(género ahora tan en boga) son fantásticos .En Geografías y Despistes y franquezas, recoge algunos francamente magníficos. Gracias por recordar también esa faceta tan olvidada.
Conocía este microrrelato, que releí precisamente hace unos días en la edición de Alianza que citas. Me gusta el humor que lo impregna desde el principio. Y ese final tan sencillo e irónico a la vez.
Para mí, ese texto es una lección, de cabo a rabo. Por el equilibrio de sus frases, por el temple con el que alarga y demora la crónica del suceso y por la naturalidad con la que presenta un final tan lógico como absurdo. Benedetti era un todoterreno, pero celebro que esta nave de locos le haya brindado un recuerdo como autor de microrrelatos.
Aquí dejo también mi sencillo homenaje a todo un maestro, grandioso cuentista en mi opinión:
Amario
Al paso de los toros, naciste rodeado de montevideanos. Escribiste con y sin nostalgia sobre la muerte y otras sorpresas, sobre despistes y franquezas, sobre el amor, las mujeres y la vida. Quién de nosotros no podría darte las gracias por el fuego, por tus geografías, por tus andamios, por la borra del café, por los poemas de oficina. Haciendo inventario, pido la tregua para, en un ejercicio de criterio, mirar dentro de tu buzón de tiempo. Allí están el desexilio y otras conjeturas de un hombre, testigo de sí mismo, que nos enseñó, en defensa propia, que el olvido está lleno de memoria o que la primavera tenía una esquina rota. La vida, ese paréntesis, te impidió existir todavía. A ti, maestro, que tanto te gustó vivir adrede.
Cuentos como este me generan cierta envidia horrorosa...
Y tal.
Yo también querría reivindicar al Benedetti escritor de microrrelatos, y sobre todo uno que me impactó hace muchos años y aún no he podido olvidar titulado "Cleopatra" e incluido en el volumen Despistes y franquezas.
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