domingo, 24 de enero de 2010

Último adiós a Sergio Beser, por Teresa Barjau

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Anteayer murió, en su casa de Sant Cugat, Sergio Beser, catedrático de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Barcelona, a través del cual conocí en una comida al autor de este blog. Nunca fui alumna de Sergio, de quien sus discípulos cuentan maravillas. Pero estuvo en mi tribunal de tesis doctoral y los últimos años compartí con él, y con una de sus mejores discípulas, Montserrat Amores, algunas comidas y charlas de las que guardo un gratísimo recuerdo. Sergio era un sabio de una simpatía extraordinaria. En general se lo recuerda por su definitiva y tempranísima aportación al estudio de Clarín, pero era también un importante galdosista y un galdosiano convencido que alentó desde el principio la edición de Tormento que publicamos Joaquín Parellada y yo en el 2007, en la editorial Crítica. Después tuve ocasión de hablar con él largo y tendido sobre Galdós, Victor Hugo, Dickens y la extraordinaria cuarta serie de los Episodios nacionales. Tengo la sensación de que con Sergio se extingue no sólo una época sino también un tipo de profesor universitario, que difícilmente hallaría un hueco en el contexto de los grados de Bolonia. Su muerte nos deja más tristes y más solos.

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* La foto -cuenta Teresa Barjau- tiene su qué, especialmente porque fue la última vez que Sergio (a la izquierda) y Geoffrey Ribbans, dos de los más grandes expertos en la Literatura Española de los siglos XIX y comienzos del XX, se vieron. Habían coincidido y se habían hecho muy amigos, primero en Durham (Inglaterra) y luego en Brown (Estados Unidos). Ribbans, que estaba en Barcelona, tenía muchas ganas de verlo. Fue una comida organizada con mucho cariño. Yo fui a buscar a Sergio a Sant Cugat, porque ya no conducía, y me estuvo hablando de cómo celebraron en Durham la muerte de Churchill, responsable de la represión de los mineros. Aquel día los pubs no cerraron, saltándose la ley. Después de la comida, Montse Amores, también presente, lo acompañó a su casa de Sant Cugat.
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11 comentarios:

Joselu dijo...

Al cabo, al fin, por último,
tomo, volví y acábome y os gimo, dándoos
la llave, mi sombrero, esta cartita para todos.
Al cabo de la llave está el metal en que aprendiéramos
a desdorar el oro, y está, al fin
de mi sombrero, este pobre cerebro mal peinado,
y, último vaso de humo, en su papel dramático,
yace este sueño práctico del alma.

¡Adiós, hermanos san pedros,
heráclitos, erasmos, espinosas!
¡Adiós, tristes obispos bolcheviques!
¡Adiós, gobernadores en desorden!
¡Adiós, vino que está en el agua como vino!
¡Adiós, alcohol que está en la lluvia!

¡Adiós también, me digo a mí mismo,
adios, vuelo formal de los milígramos!
¡También adiós, de modo idéntico,
frío del frío y frío del calor!
Al cabo, al fin, por último, la lógica,
los linderos del fuego,
la despedida recordando aquel adiós.

Poemas de César Vallejo, 12 Oct 1937

Gemma dijo...

Descanse en paz.
Sergio Beser fue un buen profesor, sabio y apasionado, de los que dejan memoria.

Jesús Garrido dijo...

Todo un detalle de vuestra parte, es una lamentable desaparición.

Betlem Aguiló dijo...

Ser alumna suya fue un privilegio, y leer La Regenta de su mano una experiencia académica que jamás he olvidado.

XUS dijo...

SERGIO BESER, MAGISTER

Hoy ha muerto Sergio Beser. O quizás fue ayer.
No importa: el Universo ya nunca volverá a ser el mismo.
Tuve la suerte de ser alumno suyo en la UAB.
Le debo, pues, una nueva y mejor percepción de la Literatura.
No podré pagárselo nunca. Y se lo debo, sé que se lo debo.
Fue el inolvidable personaje de Los mares del Sur de su amigo Vázquez Montalbán,
un socio crítico del Barça, un apasionado profesor y todavía mejor persona.
Su muerte ha hecho que rompa mi autoimpuesto silencio en este mundo tan banal.
Socarrón, me dirigió la tesis (que no quise acabar) sobre Borges y el ajedrez.
Años atrás, le hice llegar mis tres libros publicados y nunca me respondió.
Después, me enteré que los iba recomendando fervorosamente por ahí.
La última vez que lo vi fue en Morella, su pueblo (siempre se jactaba de ser de pueblo);
alegre, me abrazó y me sorprendió gratamente que me abrazara.
Hoy no puedo hacer más por él: sólo estas cuatro letras a modo de homenaje íntimo para un profesor excepcional y para una persona única.
Hoy (o quizás ayer) también ha muerto una parte de mí.

Que la tierra te sea leve, Maestro.



Xus //

Txell Sales dijo...

Yo también estudié en la Autónoma, aunque Filología catalana, pero sé que era una persona magnífica y sus escritos excelentes.

Joaquín Parellada dijo...

Como Teresa ya lo ha dicho todo, y muy bien, sólo se me ocurre hablar por boca ajena, la de Borges en este caso, que ha sido citado en un comentario anterior, a través de unos versos de "1964", aquellos dos sonetos memorables:
Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Carmen dijo...

Yo también tuve la suerte de conocer a Sergio. Estudié en la Autónoma, permanecí allí algunos años más con una beca de investigación y fue sobre todo entonces cuando tuve la suerte de tratar más a Sergio. No solo allí, sino en varios viajes al centro de su mundo, Morella, en fines de semana inolvidables y gastronómicamente pantagruélicos. Más tarde, en editorial Crítica, de alentar la publicación de la edición de Teresa y Joaquim. Sergio nos deja a todos un vacío irremplazable. Descanse en paz.

Benet M. Marcos dijo...

Acabo de enterarme de su pérdida por tu blog, Fernando. No fue profesor mío, pero sí tuve la suerte de compartir un viaje en coche con él y con Alberto Blecua. Y sus lecturas, claro... Siento, desde la distancia, su pérdida.

Dolores dijo...

Lamento muchísimo su pérdida, era una gran persona y un gran maestro.

Un abrazo
Mª Dolores Cerdá

Unknown dijo...

Me resulta especialmente doloroso hablar de Sergio con los que le conocimos y le tuvimos como amigo. Sin embargo, sí que puedo acompañar en el sentimiento a aquellos que no tuvieron la suerte de conocerle por lo mucho que se perdieron.
Sergio fue una virtuosa mixtura de hombre sabio, de profesor excepcional, de amigo atento, divertido y generoso capaz de atraer a su lado, en cualquier parte y en las más inimaginables circunstancias, a todo tipo de seres humanos, desde eminentes doctores, a personas sencillas, pasando por ilusionados estudiantes, amigos de la infancia y noctámbulos empedernidos
De entre los muchos embajadores que Morella ha tenido y tiene por esas tierras, el mejor ha sido Sergio. Todos los que son realmente sus amigos, todos, han visitado y han aprendido a querer a Morella. Os contaré una anécdota para que comprendáis que Sergio era un morellano profeta en su tierra.
En pleno corazón de Morella, en la plaza alargada de els Portxes está el bar o la tasca “Cañero”, una de las más animadas e interesantes del Mediterráneo interior. Es un pequeño local con capacidad para unas quince personas, pero en la que en los momentos clave pueden llegar a apretarse hasta treinta o cuarenta personas que buscan un sitio para tomar sus vinos y sus tapas. En “Cañero” no hay reservas; el que llega, sea alcalde o ministro, se coloca si puede y punto. Sólo hay una excepción. Entrando, a la izquierda – no podía ser de otra manera-, hay un hueco con un espacio de barra y una banqueta para Sergio Beser. Todos saben que allí Sergio, cuando va, siempre tiene su plaza y a los que no lo saben se lo recuerdan amablemente los dueños del local. El mérito de Sergio para merecer ese privilegio en su querida Morella es su indiscutible “auctoritas” y su bonhomía