miércoles, 9 de abril de 2008

Mi Berlín (para Antón Castro y Ricardo Menéndez Salmón)

Dudo mucho que nadie pueda hacerse una mínima idea de lo que es Berlín en sólo dos días, pero una estancia tan fugaz bien podría valer para abrir boca y despertar la curiosidad por la que quizá sea hoy una de las ciudades más atractivas en todo el mundo.
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El caso es que la capital alemana es una urbe de grandes contrastes, con varios centros de interés, e ideal para pasear; cargada de historia y con numerosos museos (en la guía se olvidan de dos de los más atractivos, la Berlinische Galerie y el dedicado al fotógrafo Helmut Newton); en donde no sólo se come a plena satisfacción de los paladares más exquisitos, sino también con una relación calidad/precio casi inmejorable, siendo además la ciudad ideal para los amantes de la música, el teatro y la danza, tanto clásica como contemporánea.
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De todo ello se ocupa esta modesta guía (las páginas más novedosas son las que dedica al barrio de Prenzlauerberg) que hoy vende el diario El País por medio euro, y que sin duda puede resultar útil para un primer contacto con la ciudad. Si me lo permiten, les recomiendo la guía de Anaya, creo que la mejor sobre la ciudad con diferencia.
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Pero vayamos por partes. Su centro sigue estando hoy en la Ku´damm, pero también en Postdamerplatz (uno de los más atractivos conjuntos de arquitectura moderna), Unter den Linden y en la Friedrichstrasse. A ellos habría que sumar los numerosos parques de la ciudad, de entre los que destacaría el Tiergarten. Por lo que se refiere a los museos, son de visita obligada, los del Lustgarten. Debe llegarse atravesando el bello Schlossbrücke, o Puente del Palacio, con las estatuas de Schinkel; el Museo Pergamon, son de visita obligada la puerta del mercado de Mileto, las babilónicas puertas de Ishtar y el altar de Pérgamo; la Alte Nationalgalerie, con cuadros de Friedrich, los impresionistas franceses o el alemán Menzel, y el Altes Museum, que cobija a Nefertiti, la auténtica reina de Berlín, con el permiso de Marlene Dietrich. En el Kulturforum, junto a la Postdamerplatz, hay dos museos de visita obligada, la Neue Nationalgalerie, dedicada al arte del siglo XX, y la Gemäldegalerie, con obras maestras del arte clásico, de Mantegna a Rembrant. Pasear por las salas de este último es un regalo de los dioses, porque es un museo que inexplicablemente suele estar vacío. También es recomendable echarle un vistazo a los Kiefer y al Mao de Warhol en el Hamburger Bahnhoff, muy cerca de la Hauptbahnhoff, la nueva estación central. Y los amantes del cine, de la Dietrich, por ejemplo, berlinesa ilustre donde las haya, no deben dejar de visitar el Museo del Cine, en la Postdamerplatz.

La comida puede ser de tres tipos diferentes. La alemana propiamente dicha, a base de carne, patatas y verduras; tampoco debe dejar de probarse el codillo, el choucroute y alguna de las exquisitas variedades de salchichas, como el currywurst, un invento berlinés. La italiana, con restaurantes extraordinarios. Les recomiendo mucho la trattoria Paparazzi, en la Husemannstrs. 35, y Al Sarago, al lado de Viktoria-Louise Platz (aquí vivió Billy Wilder). Esta plaza, junto con Gendarmenmark, son para mi gusto las más bellas de la ciudad. Y la comida oriental, en la que premomina la turca (los kebabs pueden ser excelentes, sobre todo los shawarma) y la thailandesa. Tampoco faltan los japoneses de gran calidad, como el Kuchi, en Kantstr. 30. No obstante, les voy a recomendar un chino inolvidable, en la misma calle, el llamado The Goods Friends. Tampoco deben dejar de probar la Wiennerschnitzel (exquisita escalopa de ternera) y los mejores sitios para tomarla son la cadena Werner & Lutter o el Café Einstein, en el 42 de Unter den Linden. Estas comidas deben regarse, en alguna ocasión, con una Weißbier (cerveza de trigo) o, si es verano, con una Berliner Weisse (cerveza con grosella o aspérula) .

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De todos los espectáculos posibles, quizá lo más apetecible sea una visita al Berliner Ensemble, el viejo teatro de Brecht, ahora en excelente forma; la Staatsoper, en Unter den Linden, dirigida por Daniel Barenboim, a precios muy asequibles y con posibilidades de conseguir buenas entradas con poca antelación; y la celebérrima Filarmónica, que ahora dirige Simon Rattle.

Les aconsejo, en cambio, que no pierdan el tiempo visitando el Checkpoint Charlie, Tacheles, la East Side Gallery, los Hackesche Höffe, Alexanderplatz (los berlineses la llaman Alex) o los restos del muro, lugares todos ellos de muy escaso interés. En cambio, sí hay que subir a la cúpula de Norman Foster, en el Reichstag. Y si el tiempo es bueno, entre abril y septiembre, es obligado un paseo en barco por el Spree, y una visita a Prenzlauer Berg, el barrio de moda, en el antiguo este. Así como al mercado de los sábados por la mañana en la Winterfeldplatz, que tiene fama de ser el mejor surtido de Berlín, lo que de ser cierto (que creo que sí), es mucho decir... Y los amantes de visitar cementerios tienen en la ciudad dos joyas, el de Kreuzberg (puede aprovecharse, además, para darse un garbeo por la multicolor Oranienstr.) y el Jüdischer Friedhof, con las tumbas del compositor Meyerbeer y del pintor Max Libermann, cuya casa y estudio estaban nada menos que junto a la Puerta de Brandeburgo.

Y, para acabar, una visita a Potsdam (tanto al pueblo como al Palacio de Sanssouci) es obligada, pero para eso necesitarán realizar otro viaje.

* El Ayuntamiento rojo y el monumento a Marx y Engels, en Alexanderplatz. Foto de Gemma Pellicer.

1 comentario:

bambu222 dijo...

Berlín ha sido una de las ciudades que más me ha impresionado...gracias por recordarme la maravillosa semana que pasamos