miércoles, 17 de julio de 2013

FRANCISCO SILVERA

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Línea
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El interior del pecho tenso, como para romperse; la cabeza ida, para morir. Pero una sonrisa, porque recordaba la nueva línea y rara que vio, por la mañana, en su mano.
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Cantar lontano.......
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Plaszow-Semprún-Dachau.
Quizá, en este verano que empieza, ahora al atardecer, con el sol que se pone otra vez conformando en la tierra helada una primavera tardía y naranja, quizá fuera esa especie de eco lejano la sombra al contraluz de los chopos en la ribera... Tal vez fuese el silencio del bosque, con sus pájaros, sus astros silbantes arriba, sus aguas de arroyo que no para, la música extrema; tal vez fuera ese callar noctívago el reverbero distante... Puede el mármol sobrio, que a manera de asfalto contrahecho cede a pisadas y rodar, ser la paz callada que rememora el viejo cementerio hebreo profanado, esas piedras que alguien talló para que las familias pudieran llorar mirando nombres y fechas ya transcurridos, para que los viejos pudieran dedicarse a recordar, único cometido cuando lo que te queda es el fin; acaso es la verdura crasa de las zarzamoras locas de humedad, la tupida trama espinosa de lechosos tallos renovados al calor tardío del verano que ahora llega, pueden ser esos frutos nacientes que engordarán hasta ennegrecer de sazón para que una abuela haga su mermelada, los que sean memoria del silencio que estos campos alemanes, llenos de tranquilidad fría, de razón sin estridencias, de lógica sin sentimiento...
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¡O no!, no, puede que ese cantar lontano, ese contrapunto en eco que reside en el aire siguiente a nuestro estruendo de vivos, provenga de la indiferencia sabia con que el cielo acoge la muerte de las criaturas masacradas con sufrimiento y pavor, llenas de un miedo irremediable que sólo esa muerte pudo agotar; puede que, al revés, este silencio que querríamos oír como un grito sin término, como la aceptación del decreto que quedó suspendida por el horror insuperable de los padres y las madres que morían protegiendo con sus cuerpos a los hijos y a las hijas que morían buscando refugio entre las madres y los padres aguardando a una señal, algo que parase el momento pero que nunca llegó... Puede que ese silencio sea lo postrero, que no haya ninguna marca sonora que demuestre la existencia de esa música que, cuando caminamos sobre estas lápidas, esperamos oír... Sí, nada queda de esta infamia, nada, aunque queramos percibir una letanía que no es, como recuerdo de los niños judíos que no llegaron a la medianoche.
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* Francisco Silvera es licenciado en Filosofía, profesor de Enseñanza Secundaria y escritor. Es autor de tres libros de cuentos Las apoteosis (2000), Libro de las taxidermias (2002), Libro de los humores (2005); de las novelas Libro del ensoñamiento (2007) y Álbum blanco (Sevilla, 2011); y de los ensayos Copérnico y Juan Ramón Jiménez: crisis de un paradigma (2008), El materialismo de Juan Ramón Jiménez (JRJ excavado: alma y belleza 1900-1949) (2010) y Juan Ramón Jiménez en el AHN. Vol. 2: Monumento de amor, Ornato y Ellos (2011). Junto a Javier Blasco ha dirigido la colección «Obras de Juan Ramón Jiménez» en 48 volúmenes para la editorial Visor y publicado, como vol. de cierre de las mismas, Poesía no escrita. Índices de Obras de JRJ (2013). Estos microrrelatos son inéditos. 
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* La foto es de Lucía.
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2 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Gran relato, muy buen estilo literario...

Saludos
Mark de Zabaleta

Miguel Ángel Pegarz dijo...

Es un placer, para un ignorante literario como yo, descubrir continuamente nuevas voces.