martes, 18 de octubre de 2011

ALBERTO CORUJO

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ENANOS BLANCOS, HORIZONTES NEGROS
-Te ha salido una flor en el culo.
Amanda tenía razón, ahí descollaba algo, justo entre las nalgas, con sus pétalos luminiscentes y su ondulante tallo.
Amanda es la chica de servicio. Le encanta mirarme el culo. A veces, a mí también me gusta sobar el suyo. Y si su carga de trabajo no es excesiva, se toma un respiro y retozamos.
-Nutrientes no le harán falta –prosiguió-, pero tendrás que regarla. Qué  bonita es.
Solo que no era una flor.
-Es una estrella. Una enana blanca –dictaminó el abuelo, tras una segunda inspección. –Y lo que tú llamas tallo no es tal, Amanda, sino el cordón umbilical que la une a su creador.
Mi abuelo es el patriarca de la familia.  Tiende a desentenderse de todo lo que huela a problema, pero su opinión es altamente valorada por todos nosotros. Además, entiende lo que se dice un rato de cuerpos celestiales. Cuando se jubiló, afanó un telescopio en el bazar chino de la esquina y lo instaló en la azotea. Se pasa las horas allí, observando el firmamento. Sobre todo en las tardes diáfanas de verano, cuando más luce el sol. Por eso no me importó enseñarle el culo. Por si acaso, y para recabar una tercera opinión, el abuelo mandó llamar a mi padre. Pero antes me dio una manta que me cubriera, quizá porque papá es un poco pusilánime.
Mientras el abuelo explicaba el caso, con esa voz pausada suya, llena de ricas vetas, papá escuchaba en silencio. Asentía de vez en cuando. En sus ojos, por lo general inescrutables, parpadeaba el resplandor mortecino del desconcierto. Cuando el abuelo terminó su exposición, papá se rascó la cabeza. Luego me pidió que le mostrara el portento. Y eso hice, por tercera vez.
-Papá, ¿quiere esto decir que soy Dios? –pregunté.
-Pues, en principio...
-Cuidadín con lo que le sueltas a tu hijo –terció mamá a mis espaldas. Se ve que Amanda ya le había puesto al corriente-, no vaya a subírsele la estrella a la cabeza.
-Pero, ¿entonces...? –insistí. Necesitaba respuestas.
-Como mucho un demiurgo, nene –atajó ella-, o un dios menor. Hala, échate ahí y pon el culo en pompa, verás cómo esto lo arreglo yo en un pispás.
-¡Pero mamá!
-Ni peros ni leches en vinagre.
Cuando a mamá se le mete algo entre ceja y ceja no hay quien la replique. Adopté la infame posición. Mamá esgrimió esas tijeras plateadas con las que poda sus geranios, sus rosas y sus hortensias, las mismas que utiliza, cada luna nueva, para cortar los testículos de papá, e hizo lo propio con el cordón umbilical. No sentí dolor. Tampoco placer. Si acaso algo de náusea, y un ligero cosquilleo en salvas sean las partes.
Libre al fin, mi enana blanca permaneció flotando en el cuarto hasta que, apenas un par de eones más tarde, emprendió un vuelo majestuoso que me hinchó de orgullo. Fue así como nació el amor.
Todos en la familia nos apresuramos a seguir su estela, que la llevaría a alcanzar el reposo sobre la vasta inmensidad del salón. Todos excepto Cástor, claro. Mi hermano gemelo, que había permanecido al margen de los acontecimientos, veía la tele, repantigado en el sofá. Ni siquiera echó un vistazo. El muy envidioso abrió la bocaza y expelió un agujero de gusano negro, denso, retorcido como su vil inconsciencia. Inmundo.
Y mi estrella desapareció. Mi enana blanca. Mi tesoro.
Me quedé alelado, mirando ora el vacío, ora a mi hermano, cómo se burlaba de mí, retorciéndose de risa sobre la alfombra, feo como un demonio. No dije nada. Antes de que pudiera reaccionar, Amanda me tomó de la mano y me sacó de allí.
Fue así como nació el odio.
Ahora papá está regañando a Cástor. Pero su voz es blanda, amorfa, caducada como su esperma. Mamá le recuerda que no debe tomar partido por ninguno de los dos, como si ella no lo hubiera tomado ya. Puedo escucharles desde la forja. El abuelo ha salido a comprar tabaco. Amanda susurra promesas de un futuro mejor para nosotros y nuestros hijos. Mi dulce Amanda. Yo templo espadas, afilo cuchillos, despliego navajas. Y siento cómo se me van inflando los huevos, mientras sus ojos se van inyectando de sangre. 
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* "Cuarenta y dos años, varón, raza blanca. Licenciado en ADE. Ha desarrollado la mayor parte de su vida laboral en Londres. Desde 2010 reside en Gijón, Europa. Autor de microrrelatos, relatos breves, una novela y más microrrelatos. En la actualidad se dedica a escribir a tiempo completo, para lo que cuenta con la inestimable colaboración de su ayudante Dylan, un perro Mil leches de pura sangre, y Fonchito, su Agente en las Sombras. Tiene una bitácora -ODYS- en donde publica relatos con cierta asiduidad. Escribe el curriculum en tercera persona, quizá para superar el extrañamiento que le causa hablar sobre sí mismo".
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17 comentarios:

Propílogo dijo...

Esto es lo que se llama un Corujo en toda regla. Gamberrada, ironía, el culo de Polux, la ebúrnea Janine personificada en Amanda, y esa prosa barroca y precisa que imprime la huella de Alb, y que demuestra que hay un gran montón de saber hacer ahí detrás. Este es uno de los registros de Alb. Los otros son tan buenos.
Saludos
Gabriel

Mar Horno dijo...

Relato espectacular. Te atrapa desde el primer momento, te zarandea, te provocada sonrisas para terminar diciendo: ¡qué bueno!. Un saludo.

AGUS dijo...

Celebro que el culo del protagonista sea el hilo conductor de la historia, y que a través de su exhibición el autor nos muestre uno a uno a todos los miembros de esta familia surrealista. Admiro el esmero y la minuciosidad con la que Alberto trabaja el lenguaje, su humor hilarante y caústico, y el gusto por las historias de personajes esquinados y marginales. Y detrás, hoy, los destellos de una historia de amor desquiciada.

Un placer leer a Alberto. Gracias Fernando.

Rosana Alonso dijo...

Es lo que ya llamamos los que le conocemos un Corujo 100%. Tiene su voz, su manera gamberra y culta de escribir y por debajo del humor, la mitología y el surrealismo mucha miga.
No me extraña que a Cástor le reconcoma la envidia dado que su hermano y protagonista de la historia es inmortal, es muy mala la envidia.
Me gusta como has recreado la mitología de esta familia dándole el toque de andar por casa.
Es muy recomendable pasarse por su blog, como dice Propi hay muy buenas historias.

Un saludo a capitán y navegantes.

Susana Camps dijo...

Alberto es una voz distinta. Se puede permitir culos, granos y procacidad a porrillo, y el lector no pierde ni por un segundo la admiración que despierta el brío de su lenguaje y su control absoluto sobre la historia. Leerlo es como lanzarse por una montaña rusa de sustos y desvaríos, con la total garantía del cinturón de seguridad. Para mí es un Dragon Khan y un placer dejarme llevar por sus variados registros.
Le auguro y deseo un gran futuro literario. Gracias por traerlo, un abrazo a ambos.

Rocío Romero dijo...

Increíble Alberto.
Es un microrrelato magnífico de los que sorprenden desde el título, mezclando culos, el bazar de los chinos, eones, agujeros negros y mitología. Así, en un par de párrafos, ironiza sobre la fuente del amor y los celos fraternales, como si nada. Genial.
Abrazos a los dos

Maite dijo...

Solo me sale una palabra, EXCELENTE, y no es para que se la meta por salva sea la parte, sino para que la cuelgue entre el elenco de estrellas, no sé si blancas, pero sí literarias que tiene. Alberto, he disfrutado este relato de principio a fin, con esa carga irónica propia de tu pluma, asentada en la extraordinaria cultura mitológica. Bravo.

Araceli Esteves dijo...

Ya desde la primera frase nos encadena a un relato en el que todo nos atrapa. Consiguiendo que además no dejemos de sonreir ni un solo instante.Bravo.

Emilio dijo...

Buenos días, Fernando. ¿Sabes si la novela que publicáis de Juan Carlos Márquez ya está en las librerías? Me refiero a Tangram, si no recuerdo mal el título...

Fernando Valls dijo...

Emilio, la novela de Juan Carlos Márquez la ha publicado Salto de página, y no puedo decirte si está ya en las librerías. Creo que sí. Saludos.

Javier Ximens dijo...

Seguro que el protagonista usaba de pequeño una maceta en vez de un orinal. Este tipo de relato es fenomenal. Tiene más miga de lo que aparenta. Es surrealista pero accesible. En fin, que no es una mierda de relato ni por aproximación. Gustazo en conocerte y leerte

Arte Pun dijo...

Un relato muy entretenido, como rebuscar en un arcón repleto de trastos viejos y recuerdos. El amor y el odio nacen seguidos, como inseparables y dando pie al surrealismo general del texto.
Gracias por el relato.
Saludos

Lola Sanabria dijo...

¡Qué bueno es este Corujo! ¡Qué bien mezcla la vida con su porción de amor, odio, drama y comedia!
Un placer de lectura este relato. Como tantos otros.

Gracias por traerlo, Fernando.

Abrazos y besos a pares.

Elysa dijo...

Me encanta ver por aquí a ODYS y con este micro tan surrealista que he vuelto a disfrutar de nuevo.

Saludos

Odys 2.0 dijo...

Muchas gracias a todos, y en especial a Fernando. Es un placer y un privilegio poder aportar un granito de arena a la construcción de esta gran bitácora.

Abrazos,

Alberto.

Beatriz AA dijo...

¡Me alegra saludarte por aquí Alberto, después de tu paso a la final de Rec!
Un abrazo para ti y para Fernando.

Jesus Esnaola dijo...

Perdona, Alberto, por llegar tan tarde. Me encanta el relato, o microrrelato, o lo que sea. Poco que añadir queda después de todos los comentarios que han dejado. Sólo insistir en lo importante que es tener una voz propia, como tú la tienes.

Abrazos grandes.