.......
................II
......
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
......
Escribir
puede entrañar una suerte de ritual autorregulado cuando las palabras
modelan ritmos y tonalidades propias en
un proceso que se despliega de forma fluida, continua, consistente, con
una gracia singular que pareciera alimentarse a sí misma, o mediante
una sostenida intensidad que sugiere absoluto control del lenguaje y de
las ideas, aunque sean estos los que en realidad
vayan llevando de la mano a las secuencias del texto en los mejores
momentos de su plasmación.
......
Lo
contrario es cuando la creatividad avanza lentamente o a trancos porque
la inspiración, dispersa o inexistente en un momento dado, hace
decrecer la continuidad de la escritura o incluso,
a ratos, se estanca haciendo al autor perder la más elemental armonía
interna y, como consecuencia, su sentido de dirección. En este punto,
doy por sentado que eso que ha dado en llamarse “inspiración”
en verdad existe, por más que no resulte fácil examinar con absoluta
verosimilitud su procedencia ni mucho menos la fiabilidad de sus
constantes.
......
Así,
en una suerte de acto de fe, simplemente sabemos que existe no sólo
porque la sentimos actuar sino debido a que vemos sus resultados y, como
un hecho intelectual o artísticamente
palpable, lo aceptamos. Es decir, independientemente de explicaciones
sicologistas o sociológicamente orientadas, en los artistas –y todo
auténtico escritor lo es— ocurre este fenómeno misterioso o enigmático
de a menudo poder gozar de fuentes imprevisibles
de afortunada incentivación que les permiten expresarse mediante
determinadas rachas o accesos inescrutables de ocurrencias creativas
que, en casos extremos, pueden lindar incluso en la genialidad.
......
De
ambas circunstancias está hecha la manera en que la creación literaria
articula su modo muy particular de expresarse, según el estilo y las
necesidades muy particulares de cada escritor.
Hablo, por supuesto, de autores que no son novatos: de los que ya tienen
cierta experiencia creando textos literarios. Escritores cuyo proceder
les viene de un genuino talento que no se les oculta, y cuyas metas
pueden o no estar claras desde el inicio pero
que siempre toman muy en serio su irrenunciable gusto por la escritura y
un impostergable deseo de auscultar las entretelas del mundo y, sin
duda, de indagarse a sí mismos.
......
.......
Para
este tipo de escritor, no hay oscuridad ni territorios vedados que
valgan: todo lo cuestionan, lo transgreden, lo investigan, lo
documentan, lo digieren y terminan transformando
en la materia prima de obras que podrían resultar memorables sabiéndolas
articular de forma original, diferente, llámense novelas, cuentos,
obras teatrales, poemas o ensayos. La experiencia más nimia, la más
trivial, la más efímera o la más mundana o vulgar
puede saltar de su opacidad, de su aparente intrascendencia, para formar
parte de un todo más integrado, más completo, menos invisible para el
común de las gentes: para convertirse en vivencia encarnada, hálito
vital que trasciende su anterior invisibilidad
coyuntural hasta crecerse haciéndose fuerte como parte significativa de
la vida.
......
Pero
resulta que también ocurren períodos, largos o cortos, a veces
permanentes, en los que el escritor se topa con una estrujante
esterilidad literaria que lo mantiene seco, inhóspito
consigo mismo y con la vida, de tal manera que le resulta imposible
producir. En tales circunstancias, carente de creatividad, no hay manera
de irrigar el páramo de esa sequía, y lo invade una frustrante
sensación de desasosiego y a veces de rabia. Ocurre entonces
que o no escribe en absoluto, o lo que escribe es malo, torpe,
repetitivo y peligrosamente inapetente, y lo sabe. Y como consecuencia
nace una inclinación a la inercia o, peor todavía, un deseo abierto o
solapado hacia la autodestrucción.
.......
También
sucede la variante de que quien escribe con cierta asiduidad,
satisfecho o no de su producción literaria, siendo una persona
responsable y por tanto muy exigente consigo mismo,
en algún momento se pregunta qué sentido tiene hacerlo. Se lo pregunta
genuinamente, dudando del sentido profundo de escribir, llegando incluso
no pocas veces a restarle valor, sentido. En tales casos, no es
infrecuente que lo que produce le parezca de poco
o nulo valor. Y esa sensación de creciente incertidumbre puede llegar a
convertirse en un auténtico fastidio existencial que frena toda
creatividad y drena sus reservas espirituales hasta límites francamente
castrantes.
......
Se
trata, pues, en un caso u otro, de la otra cara de la moneda; esa en
que no sólo no hay fluidez literaria alguna como parte de un proceso
nulo de creatividad en marcha, sino que la
escritura misma, al no producirse ya, termina muriendo en su cuna. O
incluso antes, en el alma misma del creador, al no poder ser fecundada
por su ya desfalleciente deseo de superación, por la pérdida total de su
identidad de escritor.
.....
Muchos
son los creadores que, en tales circunstancias, se dan por vencidos,
dejan por completo de escribir y, a veces, hasta pueden terminar
suicidándose. Y es que en ellos vida y creación
literaria no pueden separarse: son una misma honda, sinuosa vivencia.
Una vivencia tan entrañable y única e intransferible que, al anularse el
entusiasmo y la fecundidad, ya no tiene razón de existir.
.......
Panamá, 22 de marzo de 2015
......
* El cuadro es de Wifredo Lam.
......