jueves, 29 de mayo de 2014

San Petersburgo: primeras impresiones

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Es la primera vez que visito Rusia y mis sensaciones iniciales sobre la ciudad y sus habitantes no pueden ser más contradictorias.
Lo constatado, 1: la burocracia aduanera y la pachorra que se gastan los funcionarios, que parece que sigan viviendo en los años de la Guerra Fría. Desde que aterriza el avión hasta que uno sale del aeropuerto con sus maletas, nadie te quita una desesperante hora larga. 
Lo constatado, 2: apenas nadie maneja otra lengua que no sea el ruso, y casi todas las indicaciones de la ciudad están en cirílico, con algunas -muy pocas- concesiones.    
Lo positivo: lo impresionantes y majestuosos que resultan algunos edificios tanto de cerca como observados en perspectiva (por ejemplo, la Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada, nombre atrabiliario donde los haya, vista desde la Avenida Nevsky), los canales, puentes, parques y estatuas de artistas.  
Lo negativo: la lluvia, a finales de mayo, una mala elección del hotel (céntrico y tranquilo, vecinos aparte, pero con una pésima relación calidad/precio, pues las habitaciones son poco más que cajas de mixtos a precio de semilujo, cuya agua corriente no se puede beber) y una merienda cena bastante cara. En fin.
La sorpresa: la reina de la Avenida Nevsky no es, como podría pensarse, Catalina, la Grande, ni siquiera Anna Netrebko, sino Zara, la Española.  
La esperanza: que deje de llover para poder pasear tranquilamente; la visita de mañana al Hermitage, protegidos del agua que se anuncia.
Lo insólito: las veces que ha cambiado de nombre la ciudad. Pedro el Grande le dio una denominación en holandés y se inspiró en Ámsterdam para su construcción; después se llamó San Petersburgo; los bolcheviques la llamaron Petrogrado y luego Leningrado, hasta que tras la caída del muro recuperó su segunda denominación, que es la que mantiene hoy.
Final: noche casi blanca, pues a las diez todavía había luz solar.



Vista de uno de los numerosos canales de la ciudad
Estatua de Catalina, la Grande. Al fondo, el Teatro Aleksandrinsky
En el Teatro Aleksandrinsky estrenó Chejov La gaviota en 1896, con muy poco éxito  
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* Las fotos son de GP.
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4 comentarios:

Pedro Sánchez Negreira dijo...

Estuve allí en el año 1999, Fernando, poco -podría decirse- después de la caída de la URSS y mis recuerdos de entonces coinciden con los tuyos. A mí me acompañó el tiempo, pero más allá de eso mi experiencia no fue muy distinta.

Veo que los viejos vicios no cambian. Estoy convencido de que el Hermitage te gustará. Ya me contarás si han cambiado la instalación eléctrica. Entonces daba miedo verla. Salí de allí convencido de que aquello se lo llevaría un buen incendio.

Por lo demás, una ciudad en la que se pueden ver aún sus épocas de gloria escondida detrás de sus arrugas.

Un abrazo,

Isabel Mercadé dijo...

Oh, una crónica tuya de viajes. A disfrutar!!

Alberto dijo...

Hola Fernando, yo siendo ciego total visitaré la ciudad, eso sí acompañado por gente que ve, a finales de julio. No sé si tendré suerte de encontrarme con alguna maqueta o relieves que tocar. Bueno, disfruta y sigue contando. Un abrazo.

Fernando Valls dijo...

Alberto, como seguro que irás con amigos que saben contar bien las cosas disfrutarás mucho de esta maravillosa ciudad, aunque no sé decirte, la verdad, si hay maquetas para que las puedas tocar. La comida es regular y la relación calidad precio mala, por lo que, tras mucho dar vueltas y equivocarme, te recomiendo dos sitios que me parecen que te gustarán: la terraza del Hotel Europa, un sitio elegante donde se puede cenar bien a un precio razonable, y un típico restaurante ruso, Brasserie de Metropole, en la calle Sadovaya, cerca de la Avda. Nevsky.
Pero, además, dile a tus amigos que te describan los tacones de vértigo que suelen llevar las jóvenes rusas... Un abrazo.