LÁGRIMAS PASAJERAS
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Mi compañera de viaje duerme acomodada en el asiento del bus. No la conozco y de vez en cuando observo a hurtadillas su perfil, sus manos entrelazadas, su piel blanca, su cabello largo y castaño. Creo escuchar su respiración acompasada. Es hermosa, no sé su nombre y no conozco su destino. Observo el paisaje que se desplaza esta mañana de otoño. En un prado un álamo con sus hojas oro-viejo resplandece con furia.
Mi compañera de viaje duerme acomodada en el asiento del bus. No la conozco y de vez en cuando observo a hurtadillas su perfil, sus manos entrelazadas, su piel blanca, su cabello largo y castaño. Creo escuchar su respiración acompasada. Es hermosa, no sé su nombre y no conozco su destino. Observo el paisaje que se desplaza esta mañana de otoño. En un prado un álamo con sus hojas oro-viejo resplandece con furia.
De pronto una lágrima comienza a rodar por la mejilla de mi compañera de viaje: se desliza con lentitud en búsqueda de las concavidades y pliegues del rostro hasta desaparecer en el mentón. Luego aparece otra lágrima. Tomo mi pañuelo y las enjugo. Ella no se da cuenta porque continúa dormida y soñando. No sé si son lágrimas de pena, de despedida, de separación, de ruptura. Mientras tanto sus lágrimas ruedan y se cobijan en mi pañuelo. Mi compañera de viaje llega a su destino, desciende. La observo desde la ventanilla. Habla por celular.
El bus parte.
El asiento está vacío.
El álamo resplandece.
Duermo.
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3 comentarios:
El texto está redactado en tiempo presente, que es el tiempo más fugaz del paradigma verbal, aquel en el que todo transcurre de inmediato y, a veces, se pierde sin que podamos aprehenderlo. Y el relato presenta, en rigor, a dos personajes: la muchacha y sus lágrimas. Porque el narrador tiene una presencia más bien testimonial, como de notario, resignado a consumar su anhelo a través del sueño. El narrador tiene un pañuelo, es verdad. Es su único rasgo físico. Una prenda que no llegará a ser recuerdo de nada, porque las lágrimas se secarán y desaparecerán como si nunca hubieran existido. Es una historia triste y lírica, de gran belleza y mejor factura.
Es un micro relato muy intenso con pocas frases consigue trasladarnos a ese bus y ser compañeros de viaje de esa lágrima que tímidamente cae.
Un abrazo
¡Qué frustración! Yo añadiría: la incapacidad (o nula re-acción) transforma la vida del ser humano. Siempre se abre ante nosotros un sin fin de posibilidades y, lastimosamente, dejamos que sea la más segura y sin la mínima adrenalina la que nos lleve adelante. Tal y como se queda el personaje: mirando por la ventana, solemos ir por la vida: mirando cómo se bajan las oportunidades de adquirir nuevos e inesperados recuerdos.
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