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No parece tarea fácil seguir las procesiones de la Semana Santa almeriense. A veces, las celebraciones mueren de éxito. Hacía muchos años que no visitaba la ciudad por estas fechas, por lo que seguía recordando unas procesiones modestas, con su propia personalidad, aunque no hubiera demasiado público interesado en ellas. Ahora están mucho mejor organizadas, las bandas son más espectaculares y los pasos muestran un esplendor mayor, y la emoción, si cabe, se revela más intensa. En suma, las cofradías se han profesionalizado, por decirlo de alguna manera comprensible. Pero hay algo que me desagrada y es lo que tienen de mimetismo -digamos- sevillano, con la gente aglomerada frente a la puerta de las sedes de las cofradías, esperando su salida o aplaudiendo los levantamientos de los pasos, y hasta lanzando piropos a las vírgenes, etc. El espectáculo teatral, sin duda, es mayor, y quizá la devoción, en su versión más ingenua, haya crecido, pero hasta la semana santa se unifica, y la procesión del silencio -según me comentaba un amigo- parecía comprada en Palencia, como contratadas son la mayoría de las bandas de música, procedentes de otros lugares, e incluso han copiado la instalación de gradas para las autoridades o de pago, a lo largo del recorrido, cuya función principal parece consistir en dificultar la vista de la mayoría para que una minoría vea pasar los penitentes desde una cierta comodidad. Sentimientos encontrados, en suma, en unas celebraciones en las que conviven la religiosidad, a veces demasiado teatral, y el espectáculo.
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No parece tarea fácil seguir las procesiones de la Semana Santa almeriense. A veces, las celebraciones mueren de éxito. Hacía muchos años que no visitaba la ciudad por estas fechas, por lo que seguía recordando unas procesiones modestas, con su propia personalidad, aunque no hubiera demasiado público interesado en ellas. Ahora están mucho mejor organizadas, las bandas son más espectaculares y los pasos muestran un esplendor mayor, y la emoción, si cabe, se revela más intensa. En suma, las cofradías se han profesionalizado, por decirlo de alguna manera comprensible. Pero hay algo que me desagrada y es lo que tienen de mimetismo -digamos- sevillano, con la gente aglomerada frente a la puerta de las sedes de las cofradías, esperando su salida o aplaudiendo los levantamientos de los pasos, y hasta lanzando piropos a las vírgenes, etc. El espectáculo teatral, sin duda, es mayor, y quizá la devoción, en su versión más ingenua, haya crecido, pero hasta la semana santa se unifica, y la procesión del silencio -según me comentaba un amigo- parecía comprada en Palencia, como contratadas son la mayoría de las bandas de música, procedentes de otros lugares, e incluso han copiado la instalación de gradas para las autoridades o de pago, a lo largo del recorrido, cuya función principal parece consistir en dificultar la vista de la mayoría para que una minoría vea pasar los penitentes desde una cierta comodidad. Sentimientos encontrados, en suma, en unas celebraciones en las que conviven la religiosidad, a veces demasiado teatral, y el espectáculo.
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8 comentarios:
Pues disfruta!
Y no olvides que cada uno ve este asunto de una manera diferente.
Yo soy sevillana, pero a mí me impresiona mucho más cuando vuelvo a casa y paseo por el Barrio de Santa Cruz y me lo encuentro lleno de flores, placas de poetas e imágenes religiosas.
Besos, Felices Frohe Ostern!
Yo también lo soy (sevillana) y me molesta mucho todo ese jaleo y el no vivir más que para la Semana Santa o la Feria como si ninguna otra cosa en el mundo mereciera la pena. Ya sé que decir esto es delito de alta traición sevillana. Lo que a mí me gusta de Sevilla es su intimidad, el aire, el calor templado de la primavera, algunos silencios y la gente que piensa como yo sin dejar de ser de Sevilla. Hay muchas Sevillas.
Supongo que todas las Sevillas tienen su punto de encanto. La ciudad que yo conocí fue por motivos de trabajo. Si algún dia regreso, sería un lujo que Julia me enseñara esa otra ciudad silenciosa que no aparece en los mapas.
Pedro, a ese paseo por Sevilla, de la mano de Julia, me apunto yo también.
Conocí la Semena Santa sevillana, allà por el 79, de la mano de Antonio Crespo y fue ina experiencia inolvidable. La Macarena, El Cahorro, el Cristo del Gran Poder y sus romanos, el olor del azahar y de la cera mezclados con el tumulto de la gente, entre devota y pagana, la magia de las saetas... todo eso estallando el Domingo de Pascua en La Maestranza viendo una faena imposible de Curro Romero.
Años después, volví a Sevilla en Semana Santa y ya no fue lo mismo. Supongo que porque ya no tenía 20 años y porque los que me acompañaban eran unos mallorquines encantadores pero muy mallorquines.
Un beso.
Pedro, Fernando, la Sevilla que os enseñaría es como un Aleph. Cruzaríamos muchos espacios, veríais a los que están, a los que se fueron y tal vez a los que han devenir. No sé cuánto tiempo nos llevaría: a veces una hora y a veces más, pero me comprometo a que repongamos fuerzas en una tasca que está orgullosa de haber nacido en el XVIII. Lo alimentos están en muy buen estado.
Pero ¿la entrada no hablaba de la Semana Santa de *Almería*? Me hace gracia: luego, un chorreo de comentarios de buenos aborígenes y visitantes, en el mejor sentido de la palabra, hablando del ombliguismo semanasantero sevillano. Así se forja el tópico masturbatorio de esa paradójica ciudad-universo, forjadora ella de sentimientos encontrados.
En cuanto a la Semana Santa de Almería, me parece un patético teatrillo inventado. El ayuntamiento y las cofradías se han descargado toda una Semana Santa medio pirata de un casposo emule de festividades patrias y pías. Descargas de pago, eso sí. Nada que ver con la Semana Santa anterior a la gran crisis que esta siempre respetable y estéticamente emocionante fiesta sufrió en la capital almeriense durante décadas del siglo pasado.
Julia, considero tu compromiso sin fecha de caducidad, como los alimentos de esa tasca del XVIII.
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