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Qué poco poco: la voz en estado de gracia, por EMILIA OLIVA
(Sobre La voz en pie, de Gracia Morales, publicado por
Ediciones Dauro, Granada, 2014)
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Romper el espejismo
para hacer aflorar la verdadera dimensión del mundo y del hombre en el mundo.
Usar las palabras y traerlas de nuevo a su ser con cuerpo. El cuerpo que
alcanzan cuando nombran por primera vez. Oír de nuevo palabras viejas como la
lengua que las vertebra y revelarlas despojadas, desnudas, prístinas. “Bienaventuranza”.
Se eleva la palabra desde lo recóndito olvidado y regresa con su fulgor de
incógnita. Visión y posesión de Dios. Prosperidad. Felicidad del hombre.
Bienaventurada Gracia Morales que levanta la palabra, nos ofrece el milagro de
la voz sin ruidos, despliega la visión certera del hombre de hoy -su
infelicidad devastadora- y nos recuerda que hemos confundido los dones -la
vida, los astros, la alegría- con un juego de espejos.
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Gracia Morales pone
la “voz en pie”, la que corresponde al hombre que camina sobre la tierra desde
que es hombre. Esa extraña condición que se pierde en el siglo XX con la shoá y
las bombas de Hiroshima y Nagasaki y que sigue deteriorándose: comercio de
órganos, secuestros de mujeres para esclavas sexuales de las ordas del mal
llamado Estado Islámico, eliminación del otro que no identifico como mi semejante.
La voz alienada ha de volver a caminar erguida. La voz erguida lo es sin
artificios. En medio del ruido del mal llamado siglo de la comunicación, la
austeridad de la palabra poética se manifiesta como gesto de subversión frente
a la realidad. No es un problema de medios, la comunicación. Es un problema de
perversión del lenguaje global que no dice, sino repite como eco. Volver al
decir, es volver a la simplicidad del verbo.
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Morales se para y
mira. Nos ofrece dos nudos que estructuran el libro: “Bienaventuranzas” y “La
mirada alrededor”. Bienaventuranzas
recuerda el marco ético, el suelo sobre el que hombre es hombre desde el
origen, el mandato divino.
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Y para que alguien
pueda
abrir ancha la boca
y declarar
“este soy,
este mi nombre,
aquí están mis
palabras
y aquí
mis gestos
cotidianos”,
(…)
es necesario llevar
dentro
la mirada y la voz
de la gente querida
(…)
Sólo entonces puede
alguien afirmar
que se mantiene
vertical y útil,
con su nombre de
cada día,
sus palabras, sus
gestos,
puesto en pie sobre
la tierra.
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La vida con y por
el otro, el trabajo, el juego, la naturaleza, el tiempo, la mujer, la ley de
Dios, la vida.
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La mirada alrededor repite en su
interior la estructura binaria del libro y establece una frontera entre “el
lado de acá” y “el lado de allá”. Del lado de acá cae el cansancio, la rutina,
el miedo, la inseguridad, el hombre alienado por la publicidad, los medios de
masas, el consumo. La ironía como única herramienta para hacer visible la
paradoja se desliza como eficaz escalpelo que nos muestra las tripas del cuerpo
social corrupto. Del lado de allá cae la violencia, la tortura, el desamparo,
el arrepentimiento, la culpa, el abandono, la política, la falsedad, el engaño,
la ruina, la guerra, la muerte, la rabia, la soledad.
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No hay esperanza
sino en el decir lo que se nos niega, lo que se nos escamotea por los trileros,
los tahúres de los medios de comunicación en pugna: lo real evidente.
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Qué poco necesita
un niño
cualquiera para
jugar al fútbol.
(…)
Rodillas,
ganas de abrirse
de par en par los
pulmones,
qué poco poco,
cuatro cañaveras o
un trozo de yeso
y algo que ruede
favorablemente
de una esquina para
otra.
(…)
Qué poco, en
verdad,
qué poco necesita
un niño
para vivir libre
con todo el cuerpo,
a salvo, por unas
horas,
del mundo que hemos
creado para él
los adultos.
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“Qué poco necesita
un poeta/ cualquiera para escribir un poema”, nos revelará más tarde. Porque,
en definitiva, qué poco necesita un hombre para ser hombre: un poco de
alimento, un poco de abrigo, un poco de tierra para habitar y todo el tiempo
del mundo para ser consciente y dar gracias. No otra cosa fue el canto, la
poesía, el arte. Conjurar el mal y exaltar la belleza del mundo.
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2 comentarios:
Que decir? Bien y gracias. A Emilia y todos los Locos.
Gracias, Emilia por tus palabras emocionantes. Gracias Fernando, por ceder este espacio a la poesía y a la reflexión. Hay que seguir subiéndose una y otra vez a estas naves de locos para guiarse en el trayecto de la vida.
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