jueves, 14 de mayo de 2015

`Noticias felices en aviones de papel´, de Juan Marsé

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En su nueva obra, Noticias felices en aviones de papel (Lumen, Barcelona, 2015), Marsé vuelve a cultivar esa dimensión narrativa intermedia que es la novela corta o nouvelle, tejida con pocos pero consistentes mimbres, muchos de ellos reconocibles por su público lector. Así, el barcelonés barrio de Gracia; una madre comprensiva y generosa (Ruth) y un hijo adolescente, silencioso y esquivo (Bruno); un padre ausente y cantamañas (Amador Cano Raciocinio); los niños del barrio con sus cabezas rapadas (los hermanos Rabinad); y una vecina mochales, la señora Pauli. Pero el tema en esta ocasión es la memoria, “la abeja muerta que pica” (p. 62), en metáfora que proviene de una frase del borrachín Eddie, personaje que interpreta Walter Brenan en Tener o no tener (1944), película de Howard Hawks.
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El caso es que los protagonistas adultos poseen un pasado que ha marcado su existencia, pues los padres de Bruno, en los años setenta, vivieron en Ibiza en una comuna hippie; mientras que la señora Pauli, en realidad se llama Hanna Pawlikowska, había nacido en Varsovia setenta años atrás, aunque llevara desde 1942 en Barcelona, después de morir su familia en los campos de exterminio alemanes, y desaparecer su novio, Michal, un joven boxeador, durante la guerra. Pero en 1941, con la ayuda de un oficial alemán que se enamora de ella, Hanna consigue llegar a Barcelona, para acabar convirtiéndose en corista del Paralelo.
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Como suele ser habitual en su obra, Marsé se nutre del pasado, aunque en esta ocasión sea a través de los ecos de la pesadilla nacionalsocialista, de la persecución de los judíos. Sin embargo, la historia no es lo que al principio del relato pudiera parecer, pues el autor baraja varias tramas que transcurren en tiempos y espacios diferentes: Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial, la Barcelona de su infancia y la de 1989, todas ellas trenzadas con maestría. Así, la narración acaba convirtiéndose en un relato sobre la juventud de la señora Pauli, pero también sobre esos otros supervivientes que son Ruth y Amador, contados por un narrador en tercera persona que se vale de la mirada de un adolescente perplejo. Pero mientras los padres de Bruno van diluyéndose en la historia, emerge la bella bailarina polaca, con sus amigos de infancia y adolescencia que se nos cuelan por el balcón de la señora Pauli, a través del cual revive aquellos años en el gueto.
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Se trata, en suma, de un relato sobre el acceso a la madurez de un joven que va conociendo la amistad, el sufrimiento y el peso de la historia, junto con la solidaridad y la compasión. Tras haber padecido el egoísmo y la degradación del padre, ahora reconvertido en “vendedor de imposturas y patrañas”, el joven Bruno primero lo rechaza, para acabar apreciándolo después. Como también aprende a distinguir lo que tienen de auténticos recuerdos los delirios de la señora Pauli. O terminan los lectores entendiendo su extravagante conducta, su manía de lanzar aviones, objetos y comida por la ventana… Por su parte, estos desvaríos enlazan pasado y presente, Varsovia y Barcelona, los kabileños y los chicos de la foto que se reproduce en el desenlace, lo cual desentraña parte del misterio, a la vez que le proporciona al relato una mayor profundidad. Hasta tal punto que si la señora Pauli nunca pudo olvidarse del balcón de su casa en el gueto de Varsovia, tampoco Marsé consigue alejarse de aquellos niños pobres sin escuela de su infancia que fumaban y soñaban en la calle.
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Juan Marsé, a diferencia de Antonio Muñoz Molina o de Javier Cercas, no cree en lo que viene llamándose ficción real, o narrativa de no ficción, pues para él la novela consiste en inventar una trama en un jardín de verdad en el que aparezcan ranas de cartón, haciendo lo posible para que resulte verosímil y, sobre todo, conmueva. Sin duda, lo consigue. 
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* Esta reseña ha aparecido publicada en el número de abril de la revista de la librería La Central.

1 comentario:

Pol Madí Besalú dijo...

Espléndida obra de Marsé, que consigue decir mucho con muy pocas palabras, utilizando un lenguaje sencillo y depurado de retoricismos, aunque sin perder por ello el lirismo que tanto caracteriza su prosa. Deseando leer su nueva novela, de próxima publicación.

Saludos y enhorabuena por la reseña,

Pol.