sábado, 17 de enero de 2015

GABRIEL DE BIURRUN, y 2

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Llueve (adjetivación de la canica)
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Llueven abundantes canicas de una materia que no es cristal ni jade, que semeja un mármol, un granito de encimera de cocina.
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Suenan los impactos con ruido de impacto, de táctica eléctrica, de práctica sectaria que adormece a las bestias. Se mueven las copas de los árboles con vaivenes de reverencia, arriba y abajo; arriba y abajo. Reverencia del decapitado. Caen las ramas cercenadas por canicas precipitadas, y se acumulan en el suelo, pardas, muertas y esponjosas; cadáveres flexibles que dejan entrever los brillos asesinos de las canicas fracturadas deambulando cojas entre el follaje ensangrentado.
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Caen, también, los cuerpos fardos de paseantes atravesados. Y sus miradas perdidas se deslizan entre los adoquines, confundidas con el brillo de las canicas extraviadas, frenadas por muertes de cabezas perforadas.
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Habrá en algún sitio nubes condensadas de canicas arrojadas, de balas perdidas, de preguntas elevadas a los dioses o de besos soplados y volados. Y todas las nubes, en algún momento, lloverán con fuerza criminal.
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5 comentarios:

Javier Ximens dijo...

¡Muy bien!, Gabriel.

Propílogo dijo...

Muchas gracias, Ximens.
Y gracias, Fernando, por dejarme aparecer por aquí.
Abrazo
Gabriel

Paz Monserrat Revillo dijo...

¿Dónde he leído yo que la acción ha de ser expresada solamente con verbos? He aquí un texto repleto de adjetivos ( tan denostados, ellos) en el que todo es movimiento: externo e interno, transitivo e intransitivo , real e imaginado. La imagen de esa lluvia se proyecta en la mente como una película y la profecía final se proyecta en el alma como una advertencia. Me ha encantado.

Arte Pun dijo...

Estaba como de costumbre, esta mañana de domingo, intentando formular la ecuación que cerraría mi sub-espacio de mecánica cuántica, esa que me permitiría quitarme el pijama y bajar a comprar el pan al Supercor de la esquina, cuando he leído el húmedo relato de Gabriel en la Nave. Y ha sido esclarecedor. Efectivamente llueve, llovía, y hemos comido con pan duro. Sí, así es, duro como el mármol de la encimera de las canicas. Criminal.

Patricia Nasello dijo...

Qué placer leerte, Gabriel
Desde Córdoba, Argentina, te envío un fortísimo abrazo