viernes, 6 de julio de 2012

Las ¿reglas? de la ficción

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En una entrevista que el narrador boliviano Edmundo Paz Soldán le hace a E.L. Doctorow (Nueva York, 1931), autor de la novela Ragtime (1975), entre otras notables, con motivo de la aparición de su libro de cuentos Todo el tiempo del mundo (Miscelánea), afirma que "ni el cuento ni la novela tienen reglas. Y si las tienen, están ahí para ser rotas". Para comentar un poco después que un cuento, como ocurre con los poemas, no debe significar, solo ser. Esta segunda afirmación no entiendo muy bien qué quiere decir, la verdad, y es una pena que el entrevistador no le pidiera una aclaración mayor. Pero la que me interesa es la primera, porque creo que habría que matizarla. El cuento, como la novela y el microrrelato, por no salir de la prosa narrativa, tiene sus reglas y convenciones, que han ido cambiando con el paso del tiempo. Y, en efecto, como afirma Doctorow, están para ser cambiadas. Ahora bien, ¿cuántos lo han conseguido a lo largo de la historia, desde el Romanticismo, cuando aparece el cuento literario moderno, con Hawthorne, Hoffmann y Poe, hasta nuestros días? La verdad es que muy pocos. ¿Se encuentra Doctorow entre ellos? Me temo que no. Sea como fuere él afirma que Chéjov ha sido quien más le ha enseñado; de él ha aprendido que la ficción debe construirse mediante una voz natural. Pero su canon particular está compuesto también por el citado Hawthorne, debido a su imaginación alegórica; Joyce, por el momento de revelación en torno al cual construye sus cuentos; o Hemingway, por lo mismo, pero también por su confianza en las frases simples. De todos ellos confiesa haber aprendido algo.
Sí, tiene razón Doctorow: las reglas literarias existen como punto de partida para que escritores geniales, por no salir del cuento, como Poe, Maupassant, Chéjov, Joyce, Isak Dinesen, Hemingway, Borges o Cortázar, encuentren algún resquicio entre las leyes del realismo, lo grotesco o lo fantástico, que les permitan ir un poco más allá, a fin de presentarnos la realidad, la existencia, las diversas formas que adquiere en la ficción, de una manera más sutil y compleja.        
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4 comentarios:

´´ dijo...

Te dejo entrevista a Pitol que toca el tema entre otros.

http://www.excentricaonline.com/libros/escritores_more.php?id=6148_0_8_0_M

Fernando Valls dijo...

Gracias, Francis. En efecto, la entrevista de Miguel Ángel Quemain con Sergio Pitol tiene mucho interés, y se ocupa de nuestro tema. El narrador mexicano es de aquellos que cuentan historias, aunque ligadas siempre a una forma que las condiciona. Para él, por tanto, las reglas las adaptamos a nuestras necesidades, las que resultan útiles para uno, no valen para otros. En cambio, no parece estar demasiado informado de cómo anda el cuento español, aunque lo que más llama la atención es la defensa que hace de Galdós, algo que debía ser obvio, pero que no ocurre siempre así.
También comenta con inteligencia la adcripción de los autores a la tradición nacional o internacional, y otros asuntos diversos que trata siempre con sutileza.
Muchas gracias por la recomendación y saludos.

Jesus Esnaola dijo...

Interesante reflexión, Fernando. Estoy de acuerdo con lo que comentas de romper las reglas, no está al alcance de todos, de casi ninguno más exactamente. En todo caso a mí las reglas nunca me han molestado. Supongo que es una cuestión de carácter en parte.
Y gracias a Francis porel enlace, lo leeré en cuanto tenga una pantalla mayor que la del móvil a mano.

Abrazos

Elena Alonso Frayle dijo...

Fernando, respecto a ese comentario de Doctorow ("el cuento no debería significar, solo ser"), creo que está parafraseando a Archibal MacLeish, cuando escribía en su "Ars Poetica": "A poem should not mean, but be".

Lo interesante, me parece, sería debatir si es viable esa traslación entre géneros. Y, como dices, algo que podría haber indagado Paz Soldán: qué entendemos por ese "ser" frente a ese "significar". ¿Que campe a sus anchas el "todo vale", el triunfo de lo "auténtico", de lo que viene en línea recta desde las entrañas sin pasar por el despreciable tamiz del artificioso intelecto?

Elena, que sigue siendo la del coro.