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Uno de los lugares de Berlín más gratos para pasear son los jardines geométricos del palacio barroco de Charlottenburg, inspirados en los de Versalles y mandados construir por los Hohenzollern. Pero, además, una vez que atravesamos el lago de carpas aparece un jardín inglés, diseñado por Lenné. Están situados en plena ciudad y, en parte, bordeados por el río Spree. Entre los diversos lugares de interés que uno se encuentra se halla la Orangerie; el Teatro; el Nuevo Pabellón de estilo neocláciso (las dos columnas de granito con la Victoria son obra de Rauch), construido por Schinkel en 1825; el Belvedere (en sus orígenes una casa de té, fue proyectado por Langhans) y el mausoleo de la reina Luisa, quizá la más querida por los alemanes, la esposa del kaiser Federico Guillermo III, fallecida a los 34 años de edad. Recuérdese que, en 1826, cuando se publica la primera edición, Bethoven le dedicó la Novena Sinfonía, como homenaje tras su derrota ante Napoleón. El compositor, además, rasgó la dedicatoria al emperador francés de la Tercera Sinfonía (La heroica) por
considerar que había
traicionado los ideales de la Revolución Francesa. En fin, la pareja fue tan querida por sus conciudadanos que el poeta Novalis los consideró como un modelo a seguir por todos.
Este monumento funerario tiene, además, un importante valor artístico. El edificio que lo acoge fue diseñado por el propio rey, aunque las obras corrieran a cargo de Heinrich Gentz, siendo supervisadas por Schinkel. De todas formas, la portada dórica del edifico original fue trasladada a la Isla de los pavos reales. Con relación a los grupos escultóricos de las cuatro tumbas: de la reina Augusta, de Federico Guillermo I, obra de Erdmann Encke, y Federico Guillermo III, junto con el de la reina Luisa, destaca este último, construido con marmol de Carrara, obra de Rauch, a quien también se le debe el busto de la reina Luisa que hay en la entrada, y cuyas numerosas reproduciones se exhibían en jardines y salones privados como muestra de patriotismo.
Este monumento funerario tiene, además, un importante valor artístico. El edificio que lo acoge fue diseñado por el propio rey, aunque las obras corrieran a cargo de Heinrich Gentz, siendo supervisadas por Schinkel. De todas formas, la portada dórica del edifico original fue trasladada a la Isla de los pavos reales. Con relación a los grupos escultóricos de las cuatro tumbas: de la reina Augusta, de Federico Guillermo I, obra de Erdmann Encke, y Federico Guillermo III, junto con el de la reina Luisa, destaca este último, construido con marmol de Carrara, obra de Rauch, a quien también se le debe el busto de la reina Luisa que hay en la entrada, y cuyas numerosas reproduciones se exhibían en jardines y salones privados como muestra de patriotismo.
En 1918, cuando desaparece la monarquía, el edifio se convierte en un lazareto. Durante la Segunda Guerra Mundial sufrió graves desperfectos. Hoy los jardines están abiertos al público y el edificio principal es un museo que acoge, además, exposiciones temporales. En los jardines la gente pasea o toma el sol sobre la hierba, los deportistas corren, los ciclistas dan la lata y los enamorados se besan, se achuchan y se hacen todos los arrumacos que les apetece.
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* El cuadro es de Josef Grassi (1758-1838) y representa a la reina con 26 años. Las fotos son de Gemma Pellicer.
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