lunes, 14 de febrero de 2011

Los personajes de Juan Marsé

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Se ha escrito mucho acerca del papel que desempeña el espacio en la novelas de Marsé, de aquella Barcelona de la infancia que ha pervivido en su memoria, pero en cambio apenas existen análisis en torno a su habilidad para componer personajes singulares y complejos, tanto principales como secundarios, llenos de aristas y a menudo inolvidables. Ningún lector que haya conocido a Teresa Serrat, Daniel Javaloyes, Java, ese grotesco militar que es el teniente Bravo, la joven Rosita o Jan Julivert Mon, un “luchador que ha dejado de luchar”, habrá podido olvidarlos. No en vano, el autor ha definido sus novelas como `historias con personajes para fascinar a los lectores´.
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Marsé debió de aprender a componer sus personajes en las grandes novelas del XIX, de Dickens, Tolstoi, Galdós o Stevenson, a las que siempre ha mostrado devoción, y en aquellas películas de su infancia, donde se le ofrecían innumerables modelos de interés para sus personajes, aunque luego hayan sido llevados al cine con tan escasa fortuna. Nuestro autor, además, ha singularizado a unos cuantos vinculándolos con héroes cinematográficos, como ocurre con Oms, el panadero estraperlista, a quien los trinxas apodan Charles Lagartón, por el Charles Laugthon de El motín de la Bounty.
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En algunos casos, los títulos anticipan los nombres de sus principales protagonistas, como ocurre en Últimas tardes con Teresa y La oscura historia de la prima Montse. Lo cierto es que apenas existe edad o condición de la que no nos haya proporcionado un personaje memorable, ya se trate de niños que inventan o idealizan a su progenitor, chicas que acaban prostituyéndose, falsos rebeldes e impostores, o bien ancianos entrañables o mochales. Tina, Teresa o Montse, por su parte, son mujeres cuya conducta se adelanta a su tiempo, por lo que la familia y la sociedad acaban pasándoles factura.
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Y casi todos ellos son perdedores, aunque en la narrativa de Marsé no suela haber vencedores, puesto que en la vida real, nadie lo es a tiempo completo. Incluso el propio autor aparece fugazmente en sus novelas, pellizcándoles el trasero a las chicas en los bailes de las fiestas del barrio. En el cuento “Historias de detectives”, el jefe de la pandilla se llama Juanito Marés, mientras que otro de los kabileños Domingo Mingo Roca es hijo de Berta y de un pistolero republicano y rojo separatista, con lo que en un mismo personaje nos encontramos el apellido de la madre del escritor (Roca), el nombre de su padre biológico (Domingo, Mingo) y la coincidencia con el de la madre adoptiva del autor, Berta. Recuérdese, además, que José Méndez tituló una antología de textos de Marsé con el nombre de uno de sus alter egos: Las mujeres de Juanito Marés.
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Pero también se ha valido de sus apellidos biológicos para denominar a otros personajes, como el Marés convertido en Faneca que protagoniza El amante bilingüe. De la misma manera que Marsé le ha puesto a alguno de sus personajes más antipáticos, como el inspector Porcar y el fiscal Vallverdú, el nombre de gentes por las que no sentía excesivo aprecio, así el escritor Baltasar Porcel y el sociolingüista y poeta catalán Francesc Vallverdú, fanático nacionalista. Otros muchos personajes, sobre todo los trinxas y las chicas de la casa de acogida, lucen apodos del tipo: la Fueguiña, Amén o el Tetas; o bien hipocorísticos: Java (Javaloyes) o Mingo (Domingo).
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Alguna vez Marsé ha contado con un punto de sorna y humor, qué fue de sus personajes años después. Quizás el caso más significativo sea el de Manolo Reyes, el Pijoaparte, a quien volvemos a encontrárnoslo en La oscura historia de la prima Montse, como el expresidiario Manuel que deslumbra a la desvalida Montse Claramunt, hasta abocarla al suicidio. No en vano, la deja embarazada mientras se acuesta, además, con su hermana Nuria. En diversas ocasiones, Marsé ha confesado que el Pijoaparte seguía soñando con aquel verano de sus encuentros con Teresa, proporcionándonos hasta tres versiones acerca de los avatares de su personaje: 1) “le veo de jardinero en una urbanización de ricos, en las afueras de la ciudad, gordo y apacible, olvidados los sueños de juventud, casado con la cocinera de un conseller de la Generalitat y rodeado de nietos, vistiendo la camiseta del Barça”; 2) se ha convertido en chófer de un conseller, a cuya señora, además, complace; y 3) se lo imagina dueño de un bar, con algo de tripa, guapetón aún, no corrupto, pero aburrido y asqueado, casado con una mujer buena y gordita, de ojos azules, como los de Teresa, como una forma modesta de mantener vivos sus ya lejanos sueños.

...... Ahora, cuando acaba de aparecer su nueva novela, Caligrafía de los sueños, protagonizada por la señora Mir y por Ringo (de Mingo, Domingo), que ya conocíamos de Si te dicen que caí y Ronda del Guinardó, en que aparece trabajando en un taller de joyería, como le ocurrió al autor, no podemos dejar de preguntarnos si permanecerán en nuestra memoria para siempre, junto al niño Sarnita, los hermanos Jara, la Susana de El embrujo de Shanghai, o Rosa, la madre pelirroja de Rabos de lagartija.
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* Este artículo apareció publicado en "La sombra del ciprés", suplemento cultural de El Norte de Castilla, el pasado sábado, 12 de febrero.
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