Murió el gran fabulista portugués José Saramago, quizás el último iberista, y junto a Vargas Llosa, el más español de los escritores extranjeros; no en vano se autoexilió en Lanzarote en 1993, poniendo tierra de por medio ante la intolerancia de la derecha que gobernaba su país. Creo recordar que las primeras noticias de sus libros nos llegaron durante los ochenta, cuando aparecieron Memorial del convento (1982), El año de la muerte de Ricardo Reis (1984) y la fábula iberista La balsa de piedra (1986), traducidos por Basilio Losada, quien llamó la atención a Seix Barral sobre el interés de su obra. Luego, me parece que en 1996, coincidimos en La Coruña: él participaba en un homenaje a Torrente Ballester, mientras que yo formaba parte del jurado del premio que lleva el nombre del narrador gallego. Aquellos días gratos paseamos por diversos lugares de la ciudad, recuerdo que subimos a la Torre de Hércules, guiados por César Antonio Molina, junto a Pilar del Río, su mujer, Enrique Vilas-Matas, Paula Massot, Mercedes Monmany, Ángel Basanta, el fotógrafo Xurxo Lobato y otros amigos que siento no recordar ahora.
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He seguido su obra de manera intermitente, por lo que no la conozco con profundidad, pero en el trato personal me pareció entonces un hombre atento y discreto, de los que saben escuchar a los demás, comportándose como uno más del pequeño grupo que formábamos. Aunque todavía no le habían dado el Nobel, lo obtendría en 1998, ya era un escritor reconocido, importante, tras la publicación de su Ensayo sobre la ceguera (1995). Pero lo que más me ha interesado de su trayectoria es su integridad, la constante defensa de causas nobles, su apoyo a los desfavorecidos y perseguidos (como Roberto Saviano, el juez Garzón), su enfrentamiento con los poderosos, pero también su capacidad para rectificar, criticando la dictadura cubana; exigiendo cambios, democratización, a los dirigientes comunistas portugueses; denunciando las desproporcionadas agresiones del gobierno israelí. Su honestidad en suma. Presumía de haber dicho siempre lo que pensaba, de lo que era buena prueba el blog Los cuadernos que mantuvo en los últimos años.
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Lo han acusado en diversas ocasiones de ser un escritor polémico. ¡Sólo faltaría! Pero ¿acaso, un gran escritor, puede no serlo? A Saramago le gustaba recordar que su programa de vida lo tomó de una de las odas de Fernando Pessoa, de aquella que afirma:
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Para ser grande, sé entero: nada
tuyo exageres o excluyas.
Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
en lo mínimo que hagas,
por eso la luna brilla toda
en cada lago, porque alta vive.
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Dicen que nació pobre, en una familia de campesinos analfabetos, que fue mecánico cerrajero, pero tengo la impresión que muere rico, libre ("Morir -había apuntado-, consiste en disolverse en la nada, en pasar de estar a no estar"); quiero decir querido, apreciado, respetado por las gentes de bien. Apenas podemos aspirar a más.
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12 comentarios:
En algún otro lugar he comentado que tal vez fuera el último humanista (aunque tal vez esté diciendo una tontería. En cualquier caso, al margen del interés que su obra pueda despertar (a mí algunas cosas me han interesado mucho, otras menos) su persona, su escritura ética, merecen este precioso homenaje. Completamente de acuerdo contigo, Fernando.
Hacer en un corto camino un largo recorrido, publicó tarde pero sus palbras y su fuerza llegaron lejos. Creo que sólo es posible si se tienen esos valores y él los tenía, lo demostró en muchas ocasiones.
Descanse en paz.
Magnífico escritor; mi favorito.
Polémico.
Genial.
Distinto.
Descanse en paz.
No sé a qué te refieres con "dirigentes comunistas portugueses". ¿A Cristiano Ronaldo?
Anónima Elvira, si hablo de los dirigentes comunistas españoles, ¿verdad que todos podemos entender que no me refiero a Xavi o Iniesta? Pues, eso.
Cuando te identifiques, de verdad, te contestaré.
En el momento de recordarle, lo hago con el discurso que leyó al darle el premio nobel, cuando dijo que había tenido la inmensa suerte de conocer a la ´persona más sabia del mundo, su abuelo, que era analfabeto, a quien tanto debía, el mismo que, al saber que iba a morir, abrazó a los árboles de su pueblo para despedirse de ellos. Poesía pura. Amor a la madre tierra, literatura... Todo en uno.
Carmen Peire
Una gran pérdida, como escritor y como persona. En él no se pueden separar ambas cosas pues escribía lo que era.
Eso se llama honestidad e integridad, cosa que los que le criticaban carecen, en fin , lo dicho.
Querido Fernando:
Dos razones para intuir que Saramago vivió una existencia plena y dotada de sentido, y que, por extensión, la literatura, a pesar de todo, sigue desempeñando una función emancipadora:
a) El emocionante funeral de Estado que le ha rendido su país (uno, inevitablemente, piensa en los funerales de Hugo, de Dostoievski o de Verdi, cuando los artistas "pertenecían" a sus pueblos, no al Mercado)
y
b) La insidiosa necrológica que L'Osservatore Romano, el órgano de expresión del Vaticano, le dedicó, como muestra de que, todavía hoy, los artistas pueden incomodar a los sinvergüenzas de este mundo.
Un abrazo,
Ricardo MS
Pues, sí, Ricardo, L´Osservatore Romano, para quien tuviera alguna duda, nos proporciona casi siempre los mejores argumentos para permaneceer en contra de lo que representan, incluído el fichaje del cada vez más borroso JManueldeP.
Gracias a todos por vuestros comentarios.
Saramago fue un enorme escritor y una persona extraordinaria... todavía recuerdo nuestra cara hace sólo seis meses cuando Pilar del Río nos confirmó que José Saramago iba a colaborar con un cuento sobre el mito canario de San Borondón en una obra coral que publicamos un grupo de periodistas y escritores canarios a beneficio de la Asociación de Padres de Personas con Autismo de Tenerife (Desiderátum. 21 Viajes a San Borondón). Un Premio Nobel dispuesto a sumarse con un relato a un puñado de autores desconocidos. Y lo hizo porque la causa era noble y altruista.
Obrigado, José.
Raúl, pocos igualan con la vida el pensamiento, como hizo Saramago.
Así lo dijo él, pero siento contradecir al gran maestro, y digo que la nada es incompatible con él, incluso de muerto.
¡Gracias, maestro Saramago!
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