FRANCISCO ACUYO, y 2

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"Hermes centinela"
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I
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LUZ transformaron y sombra
la corola del jacinto
y en cuyo aljófar obtiene
la noche en alba equilibrio.
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De su cristal un destello
se desliza fugitivo:
atento, El tres veces grande,
observa el astral registro.
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No de materia la flor
si de espíritu proficuo
los colores deshace
en el hermético círculo.
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Del mineral elemento
urde membrana y tejido
la azucena, la magnolia,
el nardo, el jazmín y el mirto;
el clavel y la verbena
y del náster el macizo,
y bajo el roble el aliento
de la vida sucesivo.
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II
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EN movimiento perenne
lo real con lo ficticio
en la luz funde el final
desde cualquiera principio.
Lo que estuvo arriba abajo
siempre hesita subrepticio;
alcanza la forma el ser
que en devenir es testigo
de la hipóstasis del viento
en este jardín de olvido,
aquí, en este seminal
confín el mundo adventicio
desde su espejo perenne
converge definitivo.
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Sobre las ramas del roble
un jilguero clandestino
de la penumbra la gnosis
hubo con sagrado vínculo
a la luz de la mañana
estrechado cabalístico.
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III
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EN el altar de la vida
ofrece Hermes Trismegisto
por fervor a la verdad
el cáliz imperativo.
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Vibra la vida invisible
en el mineral resquicio,
y en el origen el fin
efímero en lo infinito.
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Sobre la flor el acorde,
a la soledad omiso,
de la luz se escucha dulce
inmensidad en lo exiguo.
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El ruiseñor del espejo
en el pasado el auspicio
observa del tiempo eterna
totalidad el vacío.
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Al pie de la encina humano
se inscribe un tanto el designio
que en el tronco se huella
con natural artificio.
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En el calor del invierno
enciende azul maleficio
el silencio que en las cumbres
arde de nieve ceñido.
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(Del libro inédito Poemas herméticos)

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