lunes, 7 de julio de 2008

100 años del Teatro Infanta Isabel

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El Teatro Infanta Isabel, situado en la madrileña calle Barquillo, celebra sus cien primeros años de vida con la publicación de un interesante libro de Antonio Castro Jiménez. El nombre del teatro se lo debe a aquella popular Infanta, Isabel Francisca Asís de Borbón (1885-1931), a quien el pueblo llamaba con cariño La Chata, gran aficionada a la música, los toros y las verbenas. Así, desde siempre, este teatro ha estado ligado a la trayectoria de actrices como Isabel Garcés, esposa de Arturo Serrano (empresario del teatro durante sesenta años), Amalia Isaura (la inolvidable flamenca barbuda de la película Verbena, de Edgar Neville), la actriz húngara Lilí Murati, Irene Gutiérrez Caba o Analía Gadé, pues en este teatro debutaron las cuatro últimas.
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Como tal, se inauguró en 1913, antes se llamaba Petit Palais y estaba dedicado al cinematógrafo y las variedades. En este periodo se especializó en la alta comedia, aunque a mediados de los años veinte La Goya y Celia Gámez volvieron a representar espectáculos de variedades. Durante la Segunda República pasó a llamarse, por orden gubernamental, primero Teatro María Isabel y luego, en 1937, bajo el control de la CNT, Teatro Ascaso, por el anarquista oscense. Andreu Nin organizó a finales de 1936 un mitin de las juventudes del POUM.
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En el Infanta Isabel se estrenaron obras de Jacinto Benavente, Joaquín Dicenta, Ángel Guimerá, Adrià Gual, los hermanos Álvarez Quintero, Pedro Muñoz Seca, Carlos Arniches, Adolfo Torrado, Tono, José López Rubio y Alfonso Paso, entre otros muchos autores hoy justamente olvidados; pero también clásicos y contemporáneos nacionales y extranjeros, como Shakespeare, Lope de Vega, Calderón, Strinberg, O´Neill, Anouilh, Eduardo de Filippo, Albert Camus, Dario Fo, Antonio Buero Vallejo, Neil Simon, Sam Sheppard, José Sanchis Sinisterra y Yasmina Reza.

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Pero, para mí, si me lo permiten, el Infanta Isabel fue siempre el teatro de Jardiel Poncela y Miguel Mihura, puesto que allí se estrenaron, entre otras piezas suyas, Las cinco advertencias de Satanás (1935), Morirse es un error (1936), primer título de Cuatro corazones con freno y marcha atras, Un marido de ida y vuelta (1939), Sublime decisión (1955) y Melocotón en almíbar (1958), reponiéndose Maribel y la estraña familia. Cuando conocemos tan mal la historia de nuestros más importantes teatros, este libro es una pequeña joya.
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1 comentario:

Diego Fdez. Sández, autor de "Jenny Hill y el Caso de los 3 Diamantes", comediógrafo y novelista dijo...

Como decía Jardiel, por las pequeñas dimensiones de su escenario, un teatro perfecto para hacer monólogos...
Impresiona pensar que, cuando uno ha estado en ese teatro, ha estado en el lugar donde se estrenaron tales comedias...