domingo, 16 de marzo de 2008

Sobre el microrrelato: otra Filosofía de la composición, 1

Ver el mundo en un grano de arena
y el cielo en una flor silvestre.
Tener el infinito en la palma de la mano
y la eternidad en una hora.
William Blake


Preámbulo. Cuando, según todos los augurios, están a punto de desaparecer los géneros literarios, tras haber fallecido el teatro y el cuento, como ya casi nadie ignora, mientras que la novela permanece en una eterna agonía, no deja de ser curiosa y sorprendente la aparición de un nuevo género narrativo breve, al que solemos llamar microrrelato, marbete que con el sentido que le damos hoy parece ser que fue utilizado por primera vez en 1977, por el escritor mexicano José Emilio Pacheco. Por tanto, ya no podemos seguir afirmando, a la manera de Juan Valera, que el cuento fue el último género que vino a escribirse.
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Primero. Si una vez existió la tierra de las mil danzas, podría ser este el género de los mil nombres, ya que casi cada escritor que lo cultiva y cada crítico que lo estudia aporta su propia denominación, dado el descontento que parecen producirle las ya existentes. Desde `minificción´ a `minicuento´ o `microcuento´, pasando por `relato hiperbreve´, `cuentos mínimos´ o `historias mínimas´, por sólo recordar las designaciones más sensatas y menos chirriantes, nos parece que sólo pueden entenderse todos estos marbetes como sinónimos.
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Las sutilísimas distinciones que circulan por la bibliografía (si un texto tiene tantas palabras lo denominamos así, pero si en cambio se compone de cuantas se llama asá, etc.), me temo que sólo responden a ganas de marear la perdiz, o al gusto por partir un pelo en cuatro... Habría que concluir, por tanto, con que los textos, tengan sólo ocho palabras o tres páginas, forman parte de un mismo y único género, de igual modo que tres versos constituyen un poema tanto como setenta y siete. Ni parece ser el momento más adecuado de la historia literaria, ni el microrrelato debería andar ahora en esas conjeturas de parcelarse en pareados, quintillas u octavas reales. Claro está que no existe una forma única y cerrada de microrrelato, ni tampoco de cuento, novela, ensayo, teatro o poesía, pero ello no debería llevarnos a clasificar y distinguir los textos narrativos breves en numerosas subespecies que ni aclaran, ni ayudan a su análisis y, en cambio, pueden convertir su exploración en un auténtico campo de Agramante. Los escritores han jugado en diversas ocasiones con el nombre de estas piezas, barajando algunos tan curiosos, sorprendentes o paradójicos como `novela´ (Rafael Pérez Estrada), `casos´ (Enrique Anderson Imbert), `cuentos fríos´ (Virgilio Piñera), `cuentos diminutos´ o `cuentos en miniatura´ (Vicente Huidobro), `cuentos gnómicos´ (Tomás Borrás), etc.


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Segundo. El microrrelato es un género literario independiente, ni tan joven ya, ni tan flamante, por lo que no debería confundirse con el aforismo o el articuento, ni siquiera con el poema en prosa o el cuento, y mucho menos aún con la fábula, la estampa, las piezas de un bestiario, o las ocurrencias de diverso pelaje, aunque a veces –como género omnívoro que es- pueda servirse de algunas de las características o procedimientos retóricos propios de estos textos en prosa.
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Tercero. Hubo una época, durante el paso de los siglos XIX al XX, en los tiempos que imperaba la estética del Modernismo, y en los años de las vanguardias, de aquello que vino a denominarse ‘arte nuevo’, en la que empezaron a escribirse textos narrativos breves. En muchos casos podríamos tacharlos de tentativas, aunque hubiera en sus autores cierta intuición de estar transitando una dimensión nueva, cuya denominación les planteaba dudas. De hecho, lo hacían con el nombre de otros géneros afines o se inventaban un marbete (`caprichos´ y `disparates´ los llamó Gómez de la Serna), ya que no se tenía conciencia plena de estar cultivando lo que luego aceptaríamos como una modalidad narrativa distinta. Pero de lo que se trata ahora es de tender puentes entre lo que fueron y significaron dichas piezas y lo que hoy en día entendemos por microrrelato.
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Cuarto. Estos textos aparecieron primero publicados en periódicos y revistas, e incluso en libros, aunque conviviendo siempre con cuentos, a veces ocupando el furgón de cola del volumen. Y sólo recientemente, en las tres últimas décadas, así como han ido surgiendo concursos dedicados al género, antologías o trabajos históricos y teóricos que analizan su singularidad y características, también han comenzado a publicarse con mayor frecuencia libros compuestos únicamente por microrrelatos, que pueden agruparse mediante distintos procedimientos, de manera similar a como ocurre con el cuento o el poema, aunque en nuestro caso, el género que se remeda (la fábula o el bestiario, por ejemplo) deba marcar la pauta del conjunto.
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Quinto (y casi una definición). El microrrelato es un género narrativo breve que cuenta una historia (principio éste irrenunciable), en la que debe imperar la concisión, la elipsis, el dinamismo y la sugerencia (dado que no puede valerse de la continuidad), así como la extrema precisión del lenguaje, que suele estar al servicio de una trama paradójica y sorprendente. Se presta, a menudo, a la experimentación; se vale con frecuencia de la reescritura o lo intertextual; y no debería faltarle la ambigüedad, el ingenio ni el humor. Al aislar y centrarse en una sola acción y en torno a unos pocos personajes, se intensifica su sentido cargándose de densidad, algo que no puede ocurrir en aquellas otras narraciones en las que la acción suele presentarse junto con otras distintas, teniendo que compartir su protagonismo. Su estrategia compositiva, como si de un relámpago de sentido se tratara, consiste en arrancar de inmediato para acabar al instante, mientras que en el cuerpo del texto, que es donde realmente se la juega el escritor, no puede haber errores ni vacilaciones, puesto que gran parte del tejido narrativo debe permanecer elíptico o sobreentendido. Por tanto, si toda la literatura debe componerse borrando, el microrrelato, como la mejor poesía, se ha escrito siempre desechando sin concesiones. No en vano a Monterroso le gustaba decir que tres líneas tachadas valen más que una añadida.
(CONTINUARÁ)



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* Fotos de Katia Legendre.
* Este artículo de FV aparece recogido en el libro de Teresa Gómez Trueba, ed., Mundos mínimos. El microrrelato en la literatura española contemporánea, Catedra Miguel Delibes y Llibros del Pexe, Gijón, 2007, pp. 117-124.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo con eso de que el cuento se está extinguiendo. Según mi percepción, por el contrario, el cuento, al igual que el microcuento,está en auge en este país: se publican recopilatorios de cuentos y nacen concursos dedicados a este género.

Fernando Valls dijo...

Bueno, Cris, era un comentario irónico, contra los agoreros... Me he debido de explicar mal. En efecto, tampoco creo yo que el cuento se extinga, sino más bien al contrario, que pasa por un buen momento, como el microrrelato, en efecto.

Anónimo dijo...

Fernando, soy David, de Aviondepapel.com. Enhorabuena por el artículo. Yo tampoco creo que el cuento se extinga. Desde hace años dicen lo mismo de la novela y mira... Sobre el microrelato, creo que está en buen momento. Nada más hay que recordar tu profecía cumplida sobre el Salambó de Merino. Te añado un enlace sobre un viejo texto que escribí sobre el microcuento.

http://www.aviondepapel.com/encabina/minicuento.htm

No conocía la génesis de este género. Mil gracias por abrirme los ojos. Un abrazo.

PD: No habría que olvidar también la tradición china y sus micros en dicha literatura. Algo que Borges también trajo a nuestra lengua con aquella edición de Cuentos breves y extraordinarios.

Fernando Valls dijo...

David, tengo la impresión de que esos textos chinos, hasta donde yo sé, son breves, pero creo que no son lo que hoy entendemos como microrrelatos. Y, sin embargo, un autor tan importante como José María Merino, se ha valido de Tzuan Tse (¿se escribe así?) para escribir algunos de los suyos. Por eso no hay que confundir las microficciones (un concepto más amplio que incluye poesía, y textos no narrativos) con los microrrelatos, que siempre deben contar una historia.

Abol dijo...

Si estás de acuerdo, me gustaría reproducir tu artículo sobre el microrrelato en www.letrasdechile.cl y en mi blog.
Esperaré que aparezca la parte II.

Un abrazo, Lilian.

pd: Gracias por tus comentarios en el Ojo.

Javier Puche dijo...

Gracias, Fernando por un texto tan revelador. Espero con avidez la próxima entrega.

Fernando Valls dijo...

Claro que puedes reproducirlo, Lilian, pero te ruego que cites la doble procedencia, libro y blog. Puede ser una buena manera de abrir boca, como decimos en España, antes de que vaya a Santiago al encuentro sobre el microrrelato.
Gracias a todos por los comentarios.

Anónimo dijo...

He aquí una página muy interesante sobre microrrelatos
http://lacanciondelasirena.wordpress.com/

Fernando Valls dijo...

Ginés, en efecto, el blog tiene interés, por lo que lo añado a mi lista de frecuentados. Gracias y saludos.

Anónimo dijo...

De nada.
Ya he visto que tenías la de Máquina de Coser Palabras. Muy buena página también.

Un saludo