A Jesús
Mª Ayuso
Toda ciudad esconde
entre los paños de sus muros y las capas de pavimento de sus calles las
ciudades que fue. Hay otras ciudades que elevan por encima de sus techumbres la
ciudad que sueñan los que las habitan. A veces el rastro de las ciudades que
quedaron sepultadas con el paso de los años permanece invisible como un hecho
de historia escondido en libros y museos. Hay ciudades que fueron arrasadas
para que no quedara piedra sobre piedra y apenas hay quien guarde memoria de lo
que fueron. Los sueños de la ciudad que
será suelen deshacerse deletéreos como desdibuja el viento la aglomeración de
gotitas de agua que dan formas caprichosas a las nubes. No es el caso de
Cracovia. Cracovia se reclama como ciudad futura y hace visibles las huellas de
las ciudades que fue en el museo subterráneo bajo la Plaza del Mercado y el
Sukiennice, la lonja de los paños.
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Obras en la Plaza
del Mercado: descubrimiento de la ciudad del subsuelo que dará origen al museo
subterráneo.
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Con cierto descaro, el dimorfismo de la ciudad queda patente en la planta escorada de la iglesia de Santa María, en sus dos torres disparejas, en sus dos ciudades, la ciudad que recorre el viajero y la del subsuelo: la del día y la de la noche; la del artesano y la del que comercia con el deseo. Están las calles que pisa el viajero en el siglo XXI y están en ellas los innumerables memoriales y distintivos que tejen el pasado visible al hoy y al futuro que se vislumbra. Sorprende que pese a no disponer sus habitantes de una lengua románica, la lengua que habla la ciudad sea el latín.
Con cierto descaro, el dimorfismo de la ciudad queda patente en la planta escorada de la iglesia de Santa María, en sus dos torres disparejas, en sus dos ciudades, la ciudad que recorre el viajero y la del subsuelo: la del día y la de la noche; la del artesano y la del que comercia con el deseo. Están las calles que pisa el viajero en el siglo XXI y están en ellas los innumerables memoriales y distintivos que tejen el pasado visible al hoy y al futuro que se vislumbra. Sorprende que pese a no disponer sus habitantes de una lengua románica, la lengua que habla la ciudad sea el latín.
Presente en muchos
de sus edificios, las sentencias latinas grabadas en piedra o dibujadas en la
fachada, “Plus ratio quam vis” (Más vale la razón que la fuerza), alcanzan
también a las dependencias universitarias que conservan su nombre originario en
latín, Collegium Maius, o nombra los
nuevos edificios ligados a la institución universitaria, Collegium Novum. De tal modo que incluso antes de visitar el
interior de sus monumentos, la arquitectura
resulta familiar al viajero español que no se siente extraño en la
tierra que pisa porque un sustrato común les habita, la cultura europea que
tuvo su nacimiento en el Mediterráneo y que hizo del uso de la razón su estandarte,
y también el Cristianismo. Sin embargo, en Cracovia y sus alrededores es
patente el hecho de que haber matado al dragón no exime del renacimiento de la
barbarie.
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Si ya alertó Goya
de que el sueño de la razón produce monstruos, Cracovia y toda Polonia habrían
de ser los testigos y los cómplices de una de sus más terribles pesadillas. La
tierra que guarda en sus entrañas la maravilla arquitectónica de sus grutas de
sal, expone a cielo abierto las huellas del expolio y exterminio del que es
capaz el ser racional tomando como subterfugios argumentos científicos,
ayudándose del saber tecnológico y del poder del Estado. El viaje a los lugares de la memoria del
Holocausto constituye un viaje a través de una espesa niebla: de hechos
reconstruidos a partir de la memoria de los supervivientes; de restos
arqueológicos que no pueden tener el tratamiento de tales porque revelan hechos
de una historia demasiado reciente y configuran, sin hacerlo visible, un
inmenso cementerio. No hay lápidas, no hay nombres. Hay cabellos, zapatos,
maletas, cepillos de dientes, gafas, fotos, de frente y de perfil, hay números en los brazos de los niños que cifran
la burocracia que, con total normalidad, se puso en marcha para construir esa
gran fábrica de la muerte, inacabada -a dios gracias- y ahora en ruinas.
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No hay lápidas,
pero sí hay nombres, un enorme volumen vertical que ocupa una sala entera en el
pabellón de Yad Vashem, un listado inabarcable de desaparecidos. No hay
lápidas, pero hay fotos revistiendo las paredes con registro de entrada y
salida del prisionero, del deportado. La inmensa mayoría no duraban más que un
día. Otros algunos días, unas semanas. Los más afortunados, meses. Alguna
excepción alcanzó el año.
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La vida en el infierno de la miseria, la
desolación más absoluta, la incertidumbre y el engaño permanentes no sigue el
péndulo ni el tictac objetivo de los relojes. La verdadera dimensión del tiempo
subjetivo que la sinrazón provoca sigue el compás de la supervivencia:
sobrevivir / no sobrevivir. El hambre, el dolor, la enfermedad, los
parásitos... el frío, la glacial Polonia. No hay lápidas, el humo de los
crematorios se desvaneció, pero emerge de la tierra, a trechos, el gris
compacto de la ceniza. Cincelados a golpe de uña los ladrillos hablan de las
mujeres que dejaron su rastro, su nombre, quien de él había sido desposeído.
Convirtieron sus cuerpos en cenizas, y su ausencia desvela, a contra luz, al
hombre desalmado en el seno de una sociedad ufana de sus altas cotas de
civilización y de progreso. Pasó en Europa, ayer mismo: un 27 de enero de hace
setenta años el ejército ruso liberó el campo de Auschwitz. En estos setenta
años el sueño de la razón sigue produciendo monstruos todo a lo largo y ancho
del planeta. Europa no ha sido vacunada contra el holocausto, ni contra el
genocidio, contra lo que pudiera parecer. Los optimistas y los ingenuos se
aferran a la idea de que el conocimiento de lo que sucedió evitará que vuelva a
producirse. Si así de sencillo fuera, el conocimiento de todas las guerras y
atrocidades que en el mundo han sido nos habría vacunado definitivamente contra
ellas. Y, sin embargo, varios frentes abiertos circundan el Sur y el Este de
Europa. Pueblos enteros están siendo masacrados por el mero hecho de ser
cristianos, coptos o yazidíes. El antisemitismo sigue más que latente y actúa,
aquí y allá, dejando un reguero de muerte. Basándose en este fracaso de la
razón hay quien por la fuerza de las armas y del terror pretende barrer los
principios sobre los que la civilización occidental se asienta: la libertad de
pensamiento y de expresión. Son hijos de la razón, educados en nuestras aulas,
los que abrazan sin asomo de duda la inmolación y el terrorismo. Lejos quedan
las palabras de Georges Brassens “Mourir pour les idées, d'accord, mais de mort
lente” Y muy cerca, en cambio, la advertencia de Antonio Machado en labios de
Juan de Mairena de que habremos de tomar partido con lo que ello implica: “Tomar partido es no sólo
renunciar a las razones de vuestros adversarios, sino también a las vuestras,
abolir el diálogo, renunciar, en suma, a la razón humana. Si lo miráis
despacio, comprenderéis el arduo problema de vuestro porvenir: habéis de
retroceder a la barbarie, cargados de razón”.
* Las fotos son de Jesús Mª Ayuso, catedrático de Filosofía del IES Francisco de Orellana.
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7 comentarios:
Qué bien encontrarte aquí, Emilia, aunque sea en un viaje estremecedor.
Un artículo emocionante. Un viaje ciertamente difícil de recorrer pero que has descrito con sensibilidad, con ternura y humanidad. Nunca sobran las palabras, y hoy más que nunca, para recordarnos que no debemos olvidar con el único fin de no repetir... Merci Emilia!
Gracias Pilar, tu nombre como un enigma. ¿Cuál de todas las Pilares con que me he cruzado eres tú?
Un abrazote
Emilia Oliva
A través de tu nombre he llegao a esos dos blogs tan hermosamente iniciados y en suspenso. No sé si por nostalgia, sino porque había algo en aquel sistema educativo que tenía que ver con la calma, lo pausado que vamos perdiendo irremesiblemente que quizá habría que recordar que lo hubo y fue grato.
Besos y un millón de gracias por tu comentario.
Un artículo emocionante por lo que dice y por lo que cuenta, Hermosa experiencia educativa de las que dejan huella. Un abrazo y voy a ver si lo pongo por alguna red social.
Un abrazo
Emilia, soy Pilar Galán. Y los dos blogs pertenecen a mis alumnos, que están leyendo El Quijote y escriben lo que les va pareciendo. No están en suspenso, sino que no están disponibles para los buscadores, porque son menores y aparecen sus fotos, y sus direcciones de correo.
Gracias y mil disculpas, Fernando, por permitirnos invadir tus comentarios para ponernos en contacto.
Prometo no volver a hacerlo
He estado siguiendo la iniciativa de los profesores Emilia Oliva y Jesús María Ayuso sobre el mini-congreso de la Shoa de Trujillo, que se podría subtitular "Como un instituto de Extremadura venció al Tercer Reich". Desde el blog www.somosciudadania.blogspot.com.es queremos recoger estar iniciativas, y poder contar con el testimonio de los promotores en nuestra "Aula de Ciudadanía".
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