jueves, 5 de diciembre de 2013

Fernando Aínsa, premiado

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El crítico, poeta, narrador y ensayista Fernando Aínsa ha obtenido, por el conjunto de su obra, el Premio Imán 2013 que concede la Asociación Aragonesa de Escritores, reconocimiento establecido en honor de Ramón J. Sender y de su novela Imán, quizá la mejor de las suyas y una de las más destacadas del siglo XX en España, que -por cierto- da nombre a una revista cuyo número 29 acaba de presentarse.
Como homenaje a Fernando Aínsa, publicamos un texto inédito.
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LA CASA DE AQUELLA INFANCIA
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De aquella casa en la que viviera una feliz infancia,
...........vecina al Parque del Prado y su descuidada rosaleda,
guardaba el rencor que siguió al desahucio: los muebles, la ropa, los libros, los trastos en la calle, la tenue llovizna otoñal empeorando la escena para mejor grabarla en la memoria,
El Alguacil del juzgado ha levantado el acta de la misión cumplida, sellada la puerta con lacre sobre el pasado.
En ese momento
...........—con sus catorce años recién cumplidos,
jura a su desconcertada madre, venganza.
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Viven luego en un cuarto piso sin ascensor no muy lejos de aquella casa.
Una sola ventana abierta a un ruidoso patio interior da respiro; de allí el mayor empeño con que sigue estudiando se inclina sobre textos que hace suyos mascando tenaz las palabras.
Pasan, sin poderlo remediar, los años.
El padre desaparecido en la nebulosa de una quiebra mal gestionada,
manda de tanto en tanto una modesta mesada y promete volver, eso sí, sin mayor entusiasmo.
La madre absorta en un melancólico silencio, hace de la resignación triste remedio. Sigue sin entender lo que ha pasado.
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Para alimentar aquel lejano rencor y evitar que el tiempo lo atenúe,
............—como suele hacer con tantas otras cosas que va desgastando—
pasea los domingos con su madre e inevitablemente sus pasos los llevan al parque y a la esquina de la casa de su infancia.
La contemplan, ahora habitada, recién pintada de verde claro, y se sientan en un banco a lo lejos, mascullando fragmentos de recuerdos mal digeridos.
Buscan en sus muros alguna grieta, el resquicio para recuperar lo perdido, una forma inédita de volver hacia el pasado.
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Un día, ya funcionario de un juzgado, notificador de testigos y sentencias, paseando frente a la casa de siempre,
ve a un niño asomado a la ventana del que fuera el cuarto de su infancia.
Las miradas se cruzan.
Desconcertado, cree adivinar en su perfil un extraño parecido con el suyo y su pasado, para decirse:
......“Un joven de aquella edad mía,
......un joven que no soy yo”-
Tal es la intensidad de ese intercambio que al cabo de un instante, fogonazo intenso de la memoria revivida, está en la piel de aquel niño que pudo ser él,
—que tal vez lo sea—
y todo ha sido un mal sueño,
........“Como si un espejo velado por los años
..................................—dijera el poeta—
......................inesperado, se revelara”.
Una pesadilla proyectada desde un turbio pasado
al presente del que nunca debiera haber salido.
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Está ahora asomado a la ventana
            —un hombre lo observa desde la acera—
sus padres conversan en el patio,
sobre los restos de un asado recién hecho en la barbacoa del fondo, como se debe en un domingo asoleado.
El rencor y la sed de venganza
............—si los hubo—
aparcados, lejos de esta bonanza recuperada después de tanto tiempo.
La respira con alivio junto a su madre rejuvenecida y a su padre que ha regresado,
............esta vez para quedarse.
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