martes, 25 de noviembre de 2008

Ha muerto Ángel Campos Pámpano

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Acabo de leer en el blog de Antonio Rivero Taravillo, siempre atento, que ha muerto el poeta y traductor Ángel Campos Pámpano, de 51 años, lo que me ha producido una honda impresión, pues no hace mucho intercambiamos unos correos, con motivo de un comentario suyo en esta bitácora, a propósito de la muerte de Ramiro Fonte, lo que aproveché para agradecérselo, en privado, y pedirle colaboración. Comentaba entonces Ángel: "Volver del campo, sin internet. Llegar a casa y toparse con esto es bien doloroso. Pasamos horas en Lisboa hablando de poesía, de Pessoa, de las ediciones de bibliófilo que encontraba en el Chiado. Es injusto. La muerte es siempre injusta y traicionera".
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El caso es que no consiguió superar una operación quirúrgica a la que fue sometido el lunes debido a un tumor, que le fue detectado hace apenas unas semanas. Había sido profesor de bachillerato en Badajoz, pero también del Instituto Español en Lisboa. Para mí era una especie de embajador de la cultura portuguesa, cuya devoción debo en gran parte a Ángel Crespo, de lo que son buena prueba las revistas Espacio/Espaço escrito y Falar de poesía. Por esta incondicional dedicación se le concedieron los premios Giovanni Pontiero y Eduardo Lourenço. Nunca lo traté, pero conocía y respetaba su obra como poeta y traductor, entre otros, de Fernando Pessoa, Eugénio de Andrade y José Saramago. El conjunto de su obra poética, de reciente aparición, se encuentra en La vida de otro modo. Poesía reunida 1983-2005 (Calambur, Madrid, 2008). También fue fundador de Del Oeste ediciones. Lo más sensato sería repetir las mismas palabras que él dejó escritas sobre el poeta gallego.
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1 comentario:

mj dijo...

A mí también esta noticia me ha traído a Berlín una súbita tristeza, porque conocía a Angel, desde que compartimos no solo varios cursos de carrera en Salamanca en el 74, 75, 76 ... hubo muchos encuentros con un grupo de amigos estudiantes (cómo me gustaría desde la distancia recuperar algunos nombres), noches de lecturas, de largas conversaciones. Aún conservo, aquí en la capital alemana, un libro que me regaló con una bella dedicatoria. Después de la licenciatura ya nos perdimos de vista pero desde la enorme distancia kilométrica sabíamos el uno del otro por una amiga común.
A la pena que siento se une ahora la rabia por estar tan lejos de todo lo que uno deja cuando se va.