
.....
Literatura y más...
* En la foto aparece Antón y Nicolái Chéjov.
Con Antonio Pereira
"Salir"
Yo entonces creía que era eterno. Como una estatua que podría pensar siempre. Hasta que salí del mármol.
....
"Presente"
Empecé a perder el pasado poco a poco, pero ahora es el presente el que se me escapa; ya hay agujeros en mi vida. Veo los redondeles negros entre las casas y el campo. Crecen, se unen unos a otros; solo me quedan unos recortes. Trato de mirar por ellos.
Con Antonio Gamoneda
.....
....
* Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954) fue periodista musical en Madrid, formó parte del CLOC, grupo de escritores surrealistas, y ha colaborado con el fotógrafo Antonio Arenal. Desde 1993 reside en París, donde ha cursado estudios musicales. Entre sus libros poéticos destacan Cielos segados (Universidad del País Vasco, Leioa, 1992), donde se recoge su poesía completa hasta 1990, y Los hombres intermitentes (Hiperión, Madrid, 2006), compuesto por textos que pueden leerse como poemas en prosa o microrrelatos. Quienes más lo aprecian, y saben que es un hombre sin Ira, lo llaman Zoki. Este poema es inédito.
....
.....
"Se había leído desde siempre a [Juan] Goytisolo, el único de los tres hermanos que le parecía un escritor de verdad", nos dice J.J. ARMAS MARCELO de "un viejo editor".
Desde luego, como que Juan Goytisolo es el autor de Las afueras y Antagonía.
"Yo cocino poco pero una de las pocas cosas que cocino es perro. Acostumbro a coger uno pequeño. Si es demasiado grande, congelo la mitad para otro día. Un basset, un brabantino, un yorkshire terrier, un cocker spaniel (mejor el inglés que el americano)... Para mí, el más sabroso es el beagle. La carne es tierna y de sabor suave. Para empezar preparo el adobo: medio litro de vino blanco seco, ajo, aceite, cebolla picada, laurel, perejil, tomillo, sal y pimienta. Limpio el perro, lo corto a trozos (no muy grandes) y lo pongo en el adobo durante nueve o diez horas. Luego lo escurro, lo paso por harina -en una cazuela de barro, con el aceite muy caliente- lo pongo a freír. Le añado jamón (200 gramos en dados), tres zanahorias troceadas, tres hojas de laurel, y un par de cebollas y dos puerros, bien picaditos. Cuando está a medio freír, le echo por encima docena y media de cebolletas (también picadas), una taza de caldo y azafrán. Entonces meto la cazuela en el horno, y, para que el perro no quede seco, lo voy regando con el caldo. Antes de servirlo lo espolvoreo con perejil picado".
QUIM MONZÓ
.....
....
5. El jurado estará formado por los críticos literarios y escritores, Juan Antonio Masoliver Ródenas y Sonia Hernández, el crítico Fernando Valls y la periodista Laura Grau, como secretaria del concurso. El veredicto de cada mes se hará público el segundo jueves del mes siguiente de cada convocatoria mensual en el programa El Basar de la Cultura, de Montcada Ràdio (104.6 FM), donde el microrrelato ganador será dramatitzado; en la publicación quincenal La Veu de Montcada i Reixac, y en el apartado de microrrelatos de la web www.montcadaradio.com, donde se podrán escuchar los audios de las dramatizaciones. En todos los casos el autor ganador tiene que estar dispuesto a ser entrevistado y a darse a conocer públicamente.
6. Los autores finalistas de cada mes optarán a un primer premio de 2.000 euros. El veredicto final de la edición se hará público el mismo día de la presentación del volumen colectivo.
7. Los autores que hayan sido finalistas de algún mes o ganadores de alguna de las tres anteriores ediciones no pueden volverse a presentar al certamen.
8. El jurado puede declarar desierta la convocatoria mensual si considera que ninguno de los textos presentados tiene suficiente calidad para ser publicado.
9. La participación en el concurso supone la total aceptación de estas bases.
* Sin que sirva de precedente, publico -por razones obvias- las bases de un concurso literario, en el que os animo a participar.
* La obra es de Eduardo Arroyo...
* José Gregorio Bello Porras (Caracas, 1953) es psicólogo, materia en la que tiene bastantes publicaciones. Entre los diversos premios literarios que ha obtenido destacan el Concurso de Cuentos de la Universidad de Carabobo (1976), la IV Bienal estudiantil de la U.C.V. con el libro Un largo olor a muerto, y el Concurso de Cuentos del diario El Nacional de Caracas (1989) con Monseñor en fotos. Ha publicado diversos libros de narrativa, entre ellos: Andamiaje (1977), Un largo olor a muerto (1980), Salvajes y domésticos (2007) y Un gato bastante distraído (2007). Estos microrrelatos son inéditos.
* Arnold Reiner, Arco voltante, 1971-72.
El caso es que esta tarde, viendo a Contador subir el Angliru, dejando atrás, casi uno a uno, a todos sus rivales, de Sastre a Valverde (hoy sí ha estado al nivel que se espera de él), he vuelto a tener la impresión de que nos encontramos ante otro de esos grandes ciclistas españoles que harán historia. Este año, de forma incomprensible, no le dejaron participar en el Tour, tras ganarlo en el 2007, y su respuesta a los burócratas del ciclismo ha consistido en triunfar en el Giro y dejar la Vuelta casi sentenciada.
Lo malo, y no es la primera vez que ocurre, es tener que luchar también contra los elementos, hacer los durísimos últimos kilómetros de la ascensión al puerto, protegido por la guardia civil, literalmente, que con más empeño que éxito, intentaba resguardar a los corredores de los empujones, palmetadas en la espalda, gritos y gestos extemporáneos de admiración de unos aficionados, disfrazados de ciclistas, casco incluido, que por su comportamiento más parecían haberse quedado en los primeros estadios de la evolución... ¿No son capaces de comprender acaso que los ciclistas tienen más que suficiente con las dificultades propias de la ascensión, para tener que añadirle alguna más? ¿No habría modo de evitar este penoso espectáculo? De lo que se trata es de que los corredores superen las dificultades previstas, sin tener que contar entre ellas sortear a los infinitos latosos, seamos caritativos, que les salen al paso, jalean y escoltan, envueltos en banderas o de paisanos, con o sin mochila a la espalda. Quin personal!
Isaac Montero se licenció en Derecho y en Filosofía y Letras, fue redactor-jefe de la ya mítica revista Acento cultural, formó parte de la redacción del diario Pueblo y luego entró a trabajar en una empresa de publicidad, Hijos de Valeriano Pérez, junto a sus amigos Daniel Sueiro y Basilio Martín Patino. Fue el único que obtuvo el Premio Sésamo en sus dos modalidades literarias: la de cuento, por "El teléfono", en 1957; y la de novela corta, por Una cuestión privada, en 1964. Asimismo, trabajó en la televisión como guionista y dirigiendo programas culturales, literarios. Pero, quizá sería útil centrar su trayectoria en tres momentos que me parecen significativos para entenderla, sin olvidar su militancia comunista ni su desencanto durante la transición, acercándose al PSOE, para luego alejarse definitivamente, si bien mostrando siempre una actitud muy crítica con el poder y con los rumbos que tomaba la sociedad española. El primero de esos momentos, decía, sería cuando la censura destroza su novela Alrededor de un día de abril (1966), frenando las ambiciones de una narrativa que se presentía ambiciosa, en su apuesta por la evolución del realismo social. El segundo, la polémica que mantuvo en 1970 con Juan Benet, en la revista Cuadernos para el Diálogo, de la que salió mal parado y con su prestigio más bien mermado. Y, por último, la obtención del Premio de la Crítica con una de sus últimas novelas, quizá la más lograda. Su siempre ambiciosa narrativa obtuvo el apoyo de la crítica más selecta, aunque por lo visto le faltó pedigrí para que los responsables de los medios de comunicación le prestaran mayor atención. A los que nunca leen, pero deciden y opinan, y aquí podríamos poner nombres de periodistas culturales y editores, les debió resultar entonces un narrador poco pragmático, excesivamente rancio, demasiado agrio y sarcástico, de los pocos que no hacen concesiones.
Tuve la fortuna de tratarlo y nunca me produjo esa imprensión. Antes de conocerlo en persona, incluso de haberlo leído, Isaac Montero era para mí uno de aquellos señores que, en los setenta, aparecían en el programa de libros de televisión española, Encuentro con las letras, del que tan buen recuerdo conservo. Después, aprecié en él el gusto por la conversación, con preferencia sobre política o literatura, si es que ambas cosas podían separarse, que para él no, atento y respetuoso con los juicios ajenos, aunque siempre dispuesto a defender sus opiniones. Intento retenerlo ahora en la memoria, junto a su esposa, la traductora Esther Benítez, conocida por sus amigos como Tereto, en la veranda de la playa de Aguadulce (Almería), en animada charla, durante los descansos de un curso de verano sobre la narrativa española durante la transición, que dirigía Santos Sanz Villanueva, el crítico que quizá mejor lo entendiera y que más empeño puso en defender su obra. Me vienen también a la memoria las largas conversaciones telefónicas con Esther, siempre sobre asuntos relacionados con la traducción, cuando yo llevaba la revista Cuadernos de traducción e interpretación, en las que Isaac solía meter cuchara de vez en cuando, apuntándole que me dijera esto o aquello, al hilo de la conversación.
En los últimos años lo traté menos, pero siempre recibía puntualmente sus novelas, con cariñosas dedicatorias. Y, sobre todo, me alegraba que hubiera encontrado un editor que lo apoyara, como era Mario Muchnik, al tiempo que me complacía en especial que no hubiera bajado la guardia; que sus novelas fueran ambiciosas, complejas, verbalmente ricas, con algo de quevedescas, aun cuando no siempre representaran las que a mí me hubiera gustado leer. El caso es que Isaac Montero quizá fuera uno de esos últimos escritores que seguía creyendo que su literatura debía erigirse como conciencia crítica de la realidad. Descansa en paz, estimado amigo.
P.S. La agencia Europa Press acompaña la noticia de la muerte de Isaac Montero con una foto de José María Guelbenzu. En fin.
...
.
"A la mañana siguiente Cesare Pavese no pidió el desayuno"
..
Solo bajó del tren,
atravesó solo la ciudad desierta,
solo entró en el hotel vacío,
abrió su solitaria habitación
y escuchó con asombro el silencio.
Dicen que descolgó el teléfono
para llamar a alguien,
pero es falso, completamente falso.
No había nadie a quien llamar,
nadie vivía en la ciudad, nadie en el mundo.
Bebió el vaso, las pequeñas pastillas,
y esperó la llegada del sueño.
Con cierto miedo a su valor
-por primera vez había afirmado su existencia-,
tal vez curioso, con cansado gesto,
sintió el peso de sus párpados caer.
Horas después –una extraña sonrisa dibujaba sus labios-
se anunció a sí mismo, tercamente,
la única certidumbre que al fin había adquirido:
jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel.
..
JUAN LUIS PANERO, Los trucos de la muerte, 1975
..