miércoles, 27 de agosto de 2008

Olimpiada, 4. Del vestir

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El atuendo se ha convertido en un componente básico, a veces, por lo espectacular, de cualquier competición deportiva. El escritor Luis Antonio de Villena comentaba hace unos días en La Vanguardia que desde que los nadadores llevaban esos largos trajes de neopreno, la competición había perdido mucho interés... En cambio, me imagino que disfrutará mucho con esa costumbre que tienen, sobre todo, los velocistas, de bajarse la camiseta hasta la cintura, para subírsela unos segundos después... Este constante quita y pon me imagino que debe producirles una gran satisfacción a algunos espectadores, por no hablar de aquellos otros que cada vez que intervienen se cambian de camiseta, dejando el pecho al descubierto, como hacía el campeón noruego de lanzamiento de jabalina, quizá para que podamos apreciar la musculatura que tantas horas de gimnasio ha debido costarles conseguir, y para disfrute del querido Luis Antonio, claro está.
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De todas las imágenes que nos han dejado los juegos, quizá ninguna tan chocante para los occidentales como las de la corredora del 200 metros de Bahrein, Rogaya al Gassra. De todas formas, no habría que olvidar que no hace tantos años, los atletas americanos pusieron de moda un vestuario similar y seguramente igual de incómodo, sin que nadie dijera nada, al respecto. Claro que, la diferencia fundamental estribaba en que éste se debía a una moda pasajera y el de la velocista árabe a la ideología. "Hay algo muy especial -comenta la atleta- en llevar el hiyab islámico. Me da fuerza. Siento mucho apoyo de la sociedad porque estoy vistiéndolo. Está relacionado con el corazón". Sin ánimo alguno de hacerme el gracioso, ni de hacer un chiste fácil, las fuerzas se le acabaron en las semifinales. Y si es una cuestión de fuerza, o de recato, por qué no llevan los hombres un atuendo semejante.
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P.S. Dice el diario El País que el traje con el que compite Michael Phelps, LZR Racer de la firma Speedo, cuesta 375 euros y tarda casi treinta minutos en ponérselo.
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Entiendo perfectamente la frustración de Luis Antonio de Villena y, aunque no la comparto, la respeto en la medida que deben respetarse estas cosas. En cuanto al atuendo de la joven de Bahrein, me intriga saber qué habría ocurrido, de haber subido al podio. ¿Habría permitido que un hombre desconocido le colgará al cuello una medalla? Tampoco quiero hacer con esto un chiste, ni un comentario morboso. Pero tengo entendido que las señoras de la limpieza (musulmanas) no pueden cobrar directamente su salario, sino que debe hacerlo su marido. Ya imagino que son casos extremos. Pero me parece que las creencias religiosas conducen a esos extremos con mucha facilidad.

Anónimo dijo...

Mi anterior comentario tiene errores gramaticales muy lamentables. Pido disculpas, estoy de vacaciones y creo que la abulia de estos días me hace bajar la guardia.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Sencillamente el hábito no hace al atleta. En el caso de Rogaya al Gassra no poco hay de "política correcta" y contenida hacia la cultura musulmana. Me pregunto si el Comité Olímpico es tan tolerante con otras formas tradicionales del vestir (pensemos, por ejemplo, en corredores centroafricanos que quisieran participar con indumentaria representativa de su cultura). En fin.
(Saludos, Fernando. Ya estamos de vuelta).