miércoles, 12 de enero de 2011

El cementerio de los ingleses en Roma

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Lo mejor que puede hacerse en Roma durante un día de sol invernal es pasear por el Gianicolo; tomar el Viale de la Trinità del Monti y el del Belvedere, con sus extraordinarias vistas de la ciudad; o visitar el cementerio protestante, oficialmente llamado Cimitero acattolico, pero más conocido como cementerio de los ingleses o de los poetas. Este camposanto está situado en el Testaccio, barrio en el que hoy se concentran los emigrantes eslavos. En la Via di Caio Cestio, muy cerca de la Porta San Paolo, y apoyado, literalmente, en la Pirámide de Cayo Cestio, construida en el año 30 a. C. como la caprichosa tumba del magistrado romano, se encuentra el camposanto.
P.B. Shelley
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J. Keats
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....J. Keats
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Hoy, tanto la pirámide como el cementerio aparecen incorporados a la sección de la muralla Aureliana que rodea las tumbas. En este peculiar recinto, en cuya puerta de entrada se lee RESVRRECTVRIS, se entierra a los habitantes de la ciudad que no son católicos, pero tampoco italianos, a no ser que tengan parentesco con algún no católico extranjero. El espacio que ocupa es pequeño, pero debe ser uno de los cementerios más hermosos del mundo, pues rebosa de flores y plantas, de bancos para descansar entre las tumbas, donde innumerables gatos retozan calentándose al sol, hasta que advierten una presencia extraña y huyen, y resulta más parecido a los del norte de Europa, que a los típicos cementerios mediterráneos.
Otra de sus singularidades estriba en que se trata de un recinto privado que se mantiene mediante cuotas y donaciones. La tumba más antigua data de 1738 y la ocupa un estudiante de la Universidad de Oxford llamado Langton, de quien apenas nada se sabe. Las más famosas, y supongo que las más visitadas, deben ser las de los poetas ingleses John Keats (1795–1821) y P. B. Shelley (1792–1822). Keats murió en Roma de tuberculosis, tras una breve estancia en la ciudad. El epitafio, que no lo menciona por su nombre, se debe a sus amigos Joseph Severn, pintor y cónsul en Roma, y Charles Brown: “This grave contains all that was mortal, of a YOUNG ENGLISH POET, Who on his Death Bed, in the Bitterness of his Heart, at the Malicious Power of his Enemies, Desired these Words to be engraven on his Tomb Stone: Here lies One Whose Name was writ in Water” (“Esta tumba contiene todo cuanto fue mortal de un JOVEN POETA INGLÉS, quien en su lecho de muerte, en la amargura de su corazón, en el poder malicioso de sus enemigos, deseó que grabaran estas palabras en su sepultura: ‘Aquí yace aquel cuyo nombre fue escrito en el agua’ ”). Shelley, por su parte, se ahogó en la Riviera italiana y fue incinerado cerca de Viareggio, pero sus cenizas reposan en este lugar....
Antonio Labriola
.... Antonio Gramsci
... Juan Rodolfo Wilcock
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C. E. Gadda

Axel Munthe
....Gregory Corso
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Pero no sólo de poetas ingleses se alimenta la leyenda de este hermoso lugar. Aquí se encuentra también la sepultura del narrador italiano Carlo Emilio Gadda (1893–1973), autor de El zafarrancho aquel de via Merulana (1957), novela traducida al castellano por Juan Ramón Masoliver, que fue muchos años corresponsal de La Vanguardia y es autor de una célebre, pero hace mucho tiempo inencontrable, Guía de Roma; la del poeta italiano Dario Bellezza, muerto en 1996; la de Gregory Corso (1930–2001), poeta de la generación beat estadounidense, muerto en Minnesota, y en cuyo epitafio se lee: "Espíritu/ Es vida/ Fluye a través de mí/ Interminablemente/ Como un río/ Sin miedo/ A llegar a ser/ El mar”; y la Juan Rodolfo Wilcock (1919-1978), poeta, crítico y traductor argentino, autor de La sinagoga de los iconoclastas, quien vivió las dos últimas décadas de su vida en Italia.




A los que nos educamos en la cultura del materialismo histórico y leímos en la juventud con devoción a Antonio Gramsci (1891–1937), líder del Partido Comunista Italiano y quizás el más original y heterodoxo de los pensadores marxistas, no puede sino emocionarnos su presencia en este cementerio, el respeto y la devoción con que los visitantes se acercan a su tumba. No demasiado lejos se encuentra la de Antonio Labriola (1843-1904), filósofo y teórico del marxismo, quien tanto influyó en el pensamiento de Gramsci. Capítulo aparte merece Axel Munthe (1857–1949), médico y escritor sueco, por quien tanta devoción sintieron Álvaro Cunqueiro y Juan Perucho, autor de La historia de San Michele (1929), su casa en Capri, cuya familia más cercana, descansa casi al completo en este camposanto. Durante un tiempo, Munthe ocupó las habitaciones en las que murió Keats, en la Plaza de España, al comienzo de la escalinata, a la derecha, donde hoy está la Casa Museo de Keats y Shelley. Otra tumba no menos visitada es la del pintor ruso Karl Briullóv (1799-1852), cuya obra se encuentra a caballo entre el Neoclasicismo y el Romanticismo. En este mismo cementerio descansan también dos hijos de ilustres personajes alemanes: el de Goethe, cuyo monumento se adorna con un medallón del escultor Thorvaldsen, y el de Wilhelm von Humboldt, el célebre diplomático y lingüista alemán, quien le ha dado nombre a una de las universidades berlinesas..
W.W. Story


..........La primera vez que visité el cementerio judío de Prenzlauerberg, en Berlín, al salir, una señora alemana me preguntó por la tumba del pintor Max Libermann, y yo tuve el placer de indicarle dónde se hallaba, pues acababa de descubrirla. En este cementerio romano, mientras estaba sentado en un banco consultando mis guías, otra señora me preguntó en ruso por la tumba del pintor Briullóv. Lo único que entendí fue el nombre, el resto me lo imaginé, pero me dí el gustazo de indicarle en el plano dónde estaba situada exactamente. Ella quizá debió de suponer que yo era el sepulturero. Desde entonces, espero que otra señora, en cualquier otro cementerio del mundo, vuelva a preguntarme por la tumba de un nuevo pintor........ .....

La pirámide de Caio Cestio
........."Roma: en la pirámide de Cestio,
cerca de las tumbas de Keats y Shelley"
........¿Quién fue, pues, este Cestio,
y quién es para mí?
Entre mil remembranzas y vagos pensamientos,
uno solo me trae.
.......No recuerdo ni el eco
de nada que él hiciera.
Para mí es sólo un hombre que murió y fue enterrado
y dejó una pirámide
.......cuyo fin se expresó
no en su plan primigenio,
sino cuando andando el tiempo dos compatriotas míos
junto allí reposaron.
........Vivo, Cestio quizá
dio muerte, amenazó.
No lo sé. Sólo sé esto: en silencio y ya muerto,
hace algo más noble,
........guiar al peregrino
con un dedo de mármol
junto al umbroso muro y calles centenarias
donde estos bardos yacen.
........Di que vivió y murió
por que su nombre en piedra
con el tiempo señalara dos inmortales sombras.
Le bastará esa fama.
........THOMAS HARDY(Traducción de Antonio Rivero Taravillo, quien le dedicó una excelente crónica en el diario El País, recogida ahora en su libro Macedonia de rutas, Paréntesis, Sevilla, 2010).........*Las fotos son de Gemma Pellicer.............

martes, 11 de enero de 2011

ROSANA ALONSO

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"El circo de la luna"
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En el circo instalado en nuestro satélite, los números más peligrosos son los que implican la pérdida de contacto con el suelo polvoriento de la luna. Así los saltimbanquis y los acróbatas llevan zapatos de plomo, y los malabaristas han tenido que aprender a lanzar las mazas y las bolas a cámara lenta para que sus objetos no ejecuten una danza eterna flotando en el espacio. Y algún trapecista a punto ha estado de perder el contacto con las manos de su partenaire con los subsiguientes gritos de pánico, quizá de excitación, del público anclado a sus sillas. A pesar de todas las precauciones el payaso alegre, el artista más gordo del circo, despegó durante un saltito y ya no fue capaz de regresar. Y ahí quedó, muerto de risa orbitando alrededor de la tierra.
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* Rosana Alonso nació en Madrid, en 1964, y afirma llevar dos vidas, como casi todo el mundo, aunque también hay quien lleva tres o cuatro con soltura de malabarista... Ahora vive en Camarma de Esteruelas, un pueblito cerca de Alcalá de Henares, en cuyo hospital trabaja por la mañana, en el laboratorio de biología molecular; y por las tardes, junto a menesteres más prosaicos, lee y escribe (no necesariamente en ese orden). Se ha formado en diversos talleres literarios y ha participado en varios concursos de microrrelatos. Su obra está incluída en varias antologías dedicadas al género.
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lunes, 10 de enero de 2011

La narrativa española en el 2010

...... Como todos estos últimos años, he preguntado a un grupo de destacados críticos qué libros narrativos les ha parecido los mejores del 2010. Podían incluirse en la elección, además de a los autores españoles, a los hispanoamericanos que residen y editan sus obras en España. El resultado es el siguiente: ........ RAMÓN ACÍN Javier Pérez Andújar, Todo lo que el diablo se llevó (Tusquets). Juan Eduardo Zúñiga, Brillan monedas oxidadas (Galaxia Gutenberg). Enrique Vila-Matas, Dublinesca (Seix Barral). Manuel Vilas, Aire nuestro (Alfaguara). Mario Vargas Llosa, El sueño del celta (Alfaguara).

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SANTOS ALONSO (Revista de libros) José María Guelbenzu, El amor verdadero (Siruela).

Luis Magrinyà, Habitación doble (Anagrama).

Eduardo Mendoza, Riña de gatos (Planeta).

Ricardo Menéndez Salmón, La luz es más antigua que el amor (Seix Barral).

Emilio Pascual, El número de la Bella (Valnera).

........ ÁNGEL BASANTA (El Cultural. El Mundo) Mario Vargas Llosa, El sueño del celta. José María Guelbenzu, El amor verdadero. Ricardo Menéndez Salmón, La luz es más antigua que el amor. Fernando Aramburu, Viaje con Clara por Alemania (Tusquets). Marcos Giralt Torrente, Tiempo de vida (Anagrama). ........

....... PILAR CASTRO (El Cultural. El Mundo) Fernando Aramburu, Viaje con Clara por Alemania. José María Guelbenzu, El amor verdadero. Mario Vargas Llosa, El sueño del celta. Almudena Grandes, Inés y la alegría (Tusquets). Marcos Giralt Torrente, Tiempo de vida. ...... JAVIER GOÑI (El País) Luis Mateo Díez, Azul serenidad o la muerte de los seres queridos (Alfaguara). José Carlos Llop, En la ciudad sumergida (RBA). Marcos Giralt Torrente, Tiempo de vida (Anagrama). Juan Eduardo Zúñiga, Brillan monedas oxidadas. Enrique Vila-Matas, Dublinesca (Seix Barral). ....... JOSÉ LUIS MARTÍN NOGALES (Diario de Navarra) Mario Vargas Llosa, El sueño del celta. Juan Gracia Armendáriz, Diario del hombre pálido (Demipage). José María Guelbenzu, El amor verdadero. Arturo Pérez-Reverte, El asedio (Alfaguara). Fernando Aramburu, Viaje con Clara por Alemania. ........


...... JOSÉ MARÍA POZUELO (ABC) Pilar Adón, El mes más cruel (Impedimenta). Enrique Vila-Matas, Dublinesca. Arturo Perez Reverte, El asedio. Lola Lopez Mondejar, Mi amor desgraciado (Siruela). Juan Eduardo Zuñiga, Brillan monedas oxidadas. ......

SANTOS SANZ VILLANUEVA (El Cultural. El Mundo) Juan Ángel González Sáinz, Ojos que no ven (Anagrama). Eduardo Mendoza, Riña de gatos (Planeta). Almudena Grandes, Inés y la alegría. Enrique Vila-Matas, Dublinesca. Óscar Gual, Fabulosos monos marinos (DVD). ...... RICARDO SENABRE (El Cultural. El Mundo) Mario Vargas Llosa, El sueño del celta. Fernando Aramburu, Viajes con Clara por Alemania. Carlos Marzal, Los pobres desgraciados hijos de perra. Lola López Mondéjar, Mi amor desgraciado. Mercedes Castro, Mantis (Alfaguara). ......

...... ENRIQUE TURPIN (El Periódico) Mario Vargas Llosa, El sueño del celta. Marcos Giralt Torrente, Tiempo de vida. Juan Eduardo Zúñiga, Brillan monedas oxidadas. José Carlos Llop, En la ciudad sumergida.

Arturo Pérez Reverte, El asedio. ..... FERNANDO VALLS Juan Eduardo Zúñiga, Brillan monedas oxidadas. Fernando Aramburu, Viaje con Clara por Alemania.

Berta Vias Mahou, Venían a buscarlo a él (Acantilado)

Pilar Adón, El mes más cruel. Jon Bilbao, Bajo el influjo del cometa (Salto de página). ........

....... * P.S. Los autores más citados son Mario Vargas Llosa, Juan Eduardo Zúñiga, Fernando Aramburu, Enrique Vila-Matas, José María Guelbenzu y Marcos Giralt Torrente. La novela de Ricardo Piglia, Blanco nocturno (Anagrama), la han mencionado Acín, Basanta, Pilar Castro, Sanz Villanueva, Senabre y Turpin, con lo que iguala los votos obtenidos por Vargas Llosa. A Ramón Acín, le ha interesado, además, Las pruebas del óxido (Tusquets), de Elmer Mendoza; a Santos Alonso, el libro de Luis Mateo Díez; a Ricardo Senabre los de Jordi Puntí (Maletas perdidas) y Pola Oloixarac (Las teorías salvajes); y Sanz Villanueva recomienda también a Sergio Olguín, Oscura monótona sangre (Tusquets); aunque ninguno de estos libros pueda entrar en nuestro cómputo. Pozuelo, por su parte, me comenta que no ha leído todavía la novela de Vargas Llosa y que si pudiera añadir alguna otra sería la de Berta Vias Mahou, Venían a buscarlo a él, que tambien merece estar entre las escogidas. Y alguno más de estos críticos, yo mismo me incluyo en este caso, no ha podido leer aún algunos de los libros aparecidos durante los últimos meses del pasado año. .......

domingo, 9 de enero de 2011

Siempre quise tener un Martín Begué

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Por el blog de Alejandro Luque me entero tarde de la muerte a los 51 años del dibujante, pintor, escenógrafo y arquitecto Sigfrido Martín Begué. Quien no conozca su obra, espero que sean pocos, recordarán al menos el estilo figurativo de sus ilustraciones en El País Semanal, valiéndose de los motivos de la pintura simbolista y de la metafísica, que acompañaban los artículos de Antonio Muñoz Molina. Alejandro Luque, quien lo retrata con perspicacia como "amante de los suelos ajedrezados, de los animales y los muñecos articulados, de los homenajes a grandes pintores; icono de la movida a su manera, surrealista a su manera, pirandelliano a su manera", nos recuerda también que en la necrológica del citado diario, nada se comenta de esta colaboración. En fin, así son estos tiempos, tan olvidadizos.
Ni traté, ni conocí nunca a Martín Begué, y desde luego esto no es una necrológica, ni nada que se le parezca, sino un modesto recuerdo, un brevísimo testimonio de respeto y admiración, por uno de esos pintores de los que uno sueña, sin poder aspirar a más, con tener un dibujo o un cuadro en su propia casa.
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* La foto es de Ernesto Agudo.
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sábado, 8 de enero de 2011

La narrativa policíaca en español

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La aparición de un nuevo volumen de estudios sobre la literatura neopolicíaca en lengua española, al cuidado de Enrique Rodrigues-Moura, profesor en la Universidad alemana de Gotinga, titulado Indicios, señales y narraciones. Literatura policíaca en lengua española (Universidad de Innsbruck, 2010), nos obliga a pensar de nuevo en la singular trayectoria del género, en su evolución y en el interés de un tipo de relatos que tengo la impresión de que no acaba de darnos obras de indiscutible valor, si las comparamos con otras semejantes que el tiempo ha acabado por consolidar como las más ambiciosas y singulares de estas últimas décadas.
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En el libro conviven trabajos generales, como los de Joan Ramon Resina; con otros más específicos dedicados a narradores como Vázquez Montalbán (quizás el autor más influyente en todo el mundo hispánico), en trabajos de Tyras y Colmeiro; Francisco González Ledesma, estudiado por Martín Escribá y Sánchez Zapatero; el cubano Leonardo Padura o el chileno Ramón Díaz Eterovic; mientras que en otros estudios se analiza la presencia de lo policíaco en novelas de Juan José Saer, García Márquez (en el trabajo de Ottmar Ette), Eduardo Mendoza y Javier Marías, estos sí autores de indiscutible interés estético, a pesar de que sus obras no forman parte estrictamente del género, aunque puedan valerse de algunos de sus procedimientos habituales.
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Pero quizá lo más interesante de este libro estribe en que nos permite constatar que las mejores narraciones que ha dado el género en estas últimas décadas han abandonado el encorsetamiento de lo negro y de lo policíaco para aprovecharse de la retórica habitual de la crónica social, política (de la transición española o chilena) o generacional (Cuba), o de la literatura de viajes; mientras que otras narraciones siguen cayendo en la propensión a la trivialidad propia de los géneros codificados, como denuncia Wolfram Krömer en su estudio, de lo que Juan Manuel de Prada sería un perfecto representante. También he podido constatar, con alegría, la aparición en este libro de la palabra acercanza (p. 33), con la que ya no sólo reaparece en obras de ficción, sino también en el esclarecedor ensayo inicial del compilador de este volumen.
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viernes, 7 de enero de 2011

LOLA SANABRIA

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"Vocación"
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Preciosa, dijo papá de mi tarjeta, mostrándola a todos sus amigos, muy orgulloso. El doctor Jeremías hizo un movimiento de aprobación con la cabeza. Mosser, el bibliotecario, la estudió despacio, luego me revolvió el pelo con la mano mientras sostenía que mi futuro estaba, sin lugar a dudas, en ilustrar libros. Mamá, en cambio, dijo que no debían darme alas por una simple felicitación navideña.
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Llené mi habitación de dibujos que pegaba a la pared hasta que acabé cubriéndola toda. No cejaba en mi empeño de ser la artista de la familia. Al principio sólo por agradar a papá, pero más adelante le fui cogiendo gusto a las acuarelas, a los rotuladores, a las purpurinas, al guash, a las ceras...; cualquier cosa era válida para adornar mis tarjetas de cumpleaños, de bodas o de Navidad. Hasta esquelas hacía en esas noches de viento y lluvia, cuando escuchaba pelear a mis papás.
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De mayor, intenté que me aceptaran en una imprenta, pero ya tenían ilustrador. Continué llenando de dibujos las habitaciones de la casa, que seguía compartiendo con mis padres, mientras llamaba a todas las puertas. Fue entonces cuando me salió aquel trabajo en la morgue. Se trataba de hacer las tarjetas identificativas que colgaban del dedo gordo de los muertos. Me gustaba mirarles a la cara, ver más allá de sus cuencas vacías, del tajo en la garganta, de la sangre coagulada en la media luna bajo las costillas, ver en el ombligo el cordón que una vez los unió a sus madres. Y hacía verdaderas maravillas. Pájaros, mariposas, caracolas, nubes, olas... Pero mis jefes no eran entendidos en arte. Querían sólo el nombre en negrita, solitario, triste. Me echaron del trabajo.
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Fue por aquellos tiempos cuando papá y mamá murieron envenenados por el monóxido de carbono de la vieja caldera. Me encargué de todo. Los lavé y peiné. Cepillé el traje de papá, planché su camisa de popelín, saqué brillo a sus zapatos. A mamá le puse una de sus batas, para qué otra cosa. Pero me esmeré en darle colorete, pintarle los labios y las uñas. Colgué de sus dedos gordos las tarjetas más bonitas que había hecho nunca. Papá era un pájaro que volaba hacia el cielo. Mamá una tortuga que se desplazaba por la tierra. También las esquelas, que en lugar de ribetes negros, los llevaron azul cobalto. Lloré de emoción cuando los vi a los dos tan juntitos, tan llenos de colorido. Y de ahí me nació la idea.
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Mis papás tenían mucho dinero ahorrado. Según el notario, porque mamá veía venir que no sabría valerme yo sola, y mi papá porque me quería dejar en buena situación para que no me preocupara a la hora de dar salida a todo el arte que llevaba dentro.
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Como siempre, papá tenía razón en eso de dejar salir lo que llevaba dentro. Y dentro revoloteaba el cuervo agorero de mamá que era el que daba muerte a todos aquellos desahuciados. Y dentro estaba la luz que brillaba en las etiquetas que iba colgando de los dedos gordos de mis clientes. Si acabé aquí fue por una falta de espacio, porque por muy grande que fuera la casa, por muchas cámaras frigoríficas que comprara, llegó un momento en que no tenía dónde meterlos a todos. Los fui abandonando en los bancos de parques e iglesias. Y como toda artista tiene su estilo inconfundible, al final consiguieron identificarme.
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* Yo nací en una casa grande, en una calle ancha llena de mecedoras y sillas en verano y de soledad y ladridos de perros en invierno. En un pueblo de la sierra de Córdoba, con un barrio alto que tenía una plaza de tierra prensada con un bar pequeño, y un barrio bajo con unas escaleras que bajaban a la plaza del Ayuntamiento, la casa del juez, la de las maestras, la del veterinario, la de los dos médicos, y el Café Español, con su salón de baile.
Mi casa de muros de adobe, puerta de madera maciza, veinte centímetros de llave de hierro, pasillo de piedrecitas colocadas como hojas, losetas pintadas de rojo a los lados, paredes encaladas, varias habitaciones, una despensa, una bodega con grandes tinajas, la cocina, el comedor, el patio, el gallinero y la cuadra. Arriba, el doblado con los arcones, el castillejo, algún somier de muelles hundidos, las artesas para curar los jamones, las orzas para los lomos y las aceitunas, y un cabezal de níquel desgastado.
Vivía con mi abuela, mis padres, mi hermana, mis tíos y sus seis hijos. Camas comunales de ropas revueltas, corros de mujeres cosiendo al atardecer en el patio, tamborileo de dedos en las palanganas de porcelana, “El submarino amarillo” cantado por mis primos a la vuelta de la carpintería, risas; y el olor del jabón hecho en casa, de la colonia a granel, del betún de los zapatos. Años de infancia y adolescencia donde germinaron mis primeras historias.
Con diecisiete años me vine a trabajar y estudiar a Madrid. Los cuentos se replegaron a un lugar de mi interior para dejar paso a los conciertos de jazz en el Johnny, los cine forums, los sueños de libertad. Un compañero y dos hijos, mi trabajo como Técnico Auxiliar en Centros Ocupacionales con personas con discapacidad intelectual, me han dado la estabilidad. Y aquí sigo bajando a la mina de mi memoria, a la infancia cargada de imágenes, olores, sabores y roces de piel de las que surgen nuevas historias.
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Por lo demás, Lola Sanabria ha cultivado la poesía y la narrativa, y ha participado en varios concursos, ganando algunos de ellos.
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jueves, 6 de enero de 2011

¡Feliz 2011!, de Chantal Maillard

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miércoles, 5 de enero de 2011

Sobre los cuentos (casi) completos de José María Merino

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Cada cultivador del relato parece tener su propia definición del género. Para José María Merino el cuento implica movimiento, tiempo, tensión y conflicto, de modo que muestre algún suceso arquetípico en un tratamiento dramático. Y como afirma en el prólogo de Historias del otro lugar, “los cuentos que dejan su sombra en la memoria suelen ser los mejores” (p. 18). Ésta es la segunda vez que Merino recopila sus relatos, tras aquellos 50 cuentos y una fábula (1997), aunque haya dejado fuera Las puertas de lo posible (2008), acaso por ser todos ellos de ciencia ficción.
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Tras el sustancioso prólogo, se recogen ahora cuatro libros de cuentos, más seis narraciones nunca reunidas en volumen, entre ellas la fábula “Artrópodos y hadanes”. En su primera recopilación dedicada al género, Cuentos del reino secreto (1982), se agrupan veintiuna narraciones, algunas tan afortunadas como “El nacimiento en el desván”, “La casa de los dos portales” y “El soñador”. En el prólogo recuerda que su propósito consistía en “llevarme lo fantástico a mi ciudad, a mis aldeas, a mis primeros paisajes” (p. 20). No en vano, recrea diversos mitos de su propia cultura personal, valiéndose para ello de asuntos y motivos habituales en la literatura fantástica, tales como la existencia de mundos paralelos, metamorfosis y umbrales, o la alteración del curso normal del tiempo y de la percepción del espacio, junto con el poder de los sueños.
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También hallamos en sus páginas el motivo del individuo que regresa a su origen, tras mucho tiempo de ausencia, para constatar la porosidad del tiempo y reencontrarse misteriosamente con el pasado, al que accede a través del sueño, como ocurre en “La noche más larga”; o la importante presencia del humor en numerosas piezas, de lo que sería un buen ejemplo “Los de allá arriba”. Con buen sentido, el autor nos ha recordado que lo humorístico no tiene por qué disolver el efecto de lo fantástico. Pero es en “El soñador”, una especie de poética, donde convierte en metáfora sus principales obsesiones. Aquí, cuando el durmiente se despierta, la vida cesa, los seres vivos desaparecen y la tierra se estremece.
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De entre los once cuentos que componen El viajero perdido (1990), destacan piezas de tanto interés como la que da título al libro, “Las palabras del mundo”, “Imposibilidad de la memoria”, “El Edén criollo” o “Un personaje absorto”. En este libro hallamos, además, diversas narraciones interrelacionadas, de modo que al desaparecido profesor Souto, de “Las palabras del mundo”, volveremos a encontrarlo en “Del libro de naufragios”, ahora progresivamente enloquecido en su deseo de sumergirse en lo orgánico, conforme vaya constatando el protagonismo creciente de las cosas en nuestra existencia...

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En sus obras se dan cita unas cuantas obsesiones recurrentes: así, los avatares de la creación, el problema de dar forma a un sueño borroso (“Los paisajes imaginarios”); la capacidad creadora y destructora de los sueños, observable en la lucha del autor con sus fantasmas; la reflexión metaliteraria y el poder de las palabras; pero también la indagación en los límites de la fantasía, con sus trasvases entre realidad y sueño, o el paso de la realidad a la ficción y viceversa (“Un personaje absorto”); la nostalgia de un tiempo en que los soñadores no se avergonzaban de sus utopías (“Imposibilidad de la memoria”) y la literatura estaba cargada de referencias reales, en el sentido más dialéctico de estas palabras (“Oaxacoalco”); o la reivindicación de la memoria, a través de los viejos recuerdos y leyendas de los ancestros (“La última tonada”), más la ensoñada complacencia de vivir en la ficción -como un viajero perdido- lo que la realidad no nos proporciona (“Oaxacoalco”). Merino, cómodamente instalado en los límites de lo fantástico, muestra en estos relatos los complejos avatares de unos seres que luchan por realizar sus deseos insatisfechos.
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Cuentos del Barrio del Refugio (1994) es un ciclo de cuentos compuesto por trece piezas, en las que predomina la visión acerada del mundo y la crítica a su propia generación, sin renunciar por ello al humor o a la reflexión metaliteraria, o al recurso de ciertos motivos habituales de lo fantástico, como el del doble. Éste es un libro unitario en donde los relatos pueden leerse también de forma independiente. El cuento clave es “Tertulia”, matriz de los restantes, al proporcionarles un determinado marco. La unidad del conjunto procede no sólo del escenario, el barrio del título con su atmósfera común, sino también de los personajes que reaparecen en varios de los cuentos y que suelen exhibir una actitud semejante ante la vida; pero sobre todo de su condición de relatos que han sido contados y escuchados en la tertulia. Del resto de narraciones destacaría “La costumbre de casa”, “El derrocado”, “Bifurcaciones” y “Signo y mensaje”.
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Por fin, en los denominados Cuentos de los días raros (2004) reaparecen casi todos los registros habituales de Merino con algunos de sus motivos y figuraciones más queridos: el Barrio del Refugio (“El fumador que acecha”), los artrópodos y hadanes (“Mundo Baldería”) y, una vez más, el profesor Souto (“Celina y Nelima” y “El fumador que acecha”). El autor cultiva una veta de lo fantástico en la que lo extraño convive a menudo con lo cotidiano y la realidad se presenta siempre quebradiza, a menudo acechada por lo extraordinario. Así, valiéndose de la mirada oblicua, la ficción constituye el vehículo perfecto para “desentrañar las cosas raras de lo real”, cuanto tienen de misterioso, más allá de su mera apariencia, para llamar la atención sobre lo que se oculta entre los pliegues de la realidad. Diversos motivos clásicos de lo fantástico, ya citados, reaparecen en estos cuentos. No en balde, comparten una misma visión sobre las rarezas de lo cotidiano, tamizadas a menudo por el humor y una leve ironía, o por la disolución de los límites entre lo vivido y soñado. Quizá los cuentos que prefiero sean “La memoria tramposa”, “Papilio Síderum”, “El fumador que acecha” y “La hija del Diablo”.
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Casi treinta años publicando cuentos, con un balance tan extraordinario, lo emparejan con los grandes escritores españoles de relatos de las últimas décadas, como puedan serlo –y me limito a recordar dos nombres que aprecio especialmente- Cristina Fernández Cubas y Javier Marías. Merino ha escrito relatos memorables, ha experimentado con la concepción del libro de cuentos y ha logrado trascender el uso de casi todos los grandes motivos de la literatura fantástica, ofreciéndonos con ello una visión más esclarecedora y completa tanto de la realidad como de la ficción.
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* Esta reseña del libro de José María Merino, Historias del otro lugar. Cuentos reunidos (1982-2004), Alfaguara, Madrid, 2010, ha aparecido publicada en la revista Turia, 96, noviembre del 2011-febrero del 2011, pp. 420-422. El cuadro es del pintor Félix de la Concha.
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martes, 4 de enero de 2011

¡Feliz 2011!, de Esther Andradi

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Querido Fernando, querida Gemma,
que el 2011 traiga justicia, amor y paz en abundancia para ambos hemisferios!!!
Entretanto, para aliviar la espera, van unos haikus de invierno desde las nieves del norte, comenzando por esta joya de Haijin:
En la mañana del año nuevo
recuerdo los hechos
de la época de los dioses
¡FELICIDADES!
Esther
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¡Feliz 2011!, de Noni Benegas

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Pan, amor y fantasía para ti en el 2011.
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* Me cuenta Noni que la felicitación está hecha con elástico de cintura blanco, botón, hilo de lana y hojas secas de té. Me parece a mi que a Carmen Martín Gaite le hubiera encantado esta felicitación.
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lunes, 3 de enero de 2011

¡Feliz 2011!, de Hugo García Saritzu

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El Vell Talp desea para el 2011:
- que nadie pase un solo día sin escribir.
- que la realidad no empobrezca la imaginación.
- que la causa de la paz sea siempre la de la justicia social,
...por todo ello quiero compartir con Fernando y con el resto de piantaos de LaNave esta "Balada para un loco". Sus autores, el bandoneonista Astor Piazzolla y el poeta Horacio Ferrer hace cuarenta años, cometían la locura de revolucionar una forma de entender el tango y la música de Buenos Aires. En esta versión se conserva intacta la música de Piazzolla, pero el diálogo entre el polaco Goyeneche y Adriana Varela es parte de un excelente montaje.
Y ahora me pianto.
Salut,
Hugo.......



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¡Feliz 2011!, de la Escuela de escritores

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domingo, 2 de enero de 2011

Auguri!

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La Nochevieja en Roma no parece ser muy distinta de la española, aunque en Italia lo tradicional sea comer pata de cerdo rellena y cortada en lonchas, con lentejas (como nos recordaba Freia) que dicen que traen buena suerte. Nosotros no pudimos cumplir con estos ritos, pero fuimos a un recital de ópera en la Iglesia di San Paolo entro le Mura (para esto de nombrar, no hay quien les haga la competencia a los italianos), con la iglesia a rebosar y con algunos espectadores más pendientes de sus móviles y de grabar la actuación que de verla. Por cosas como estas, no hace mucho que nos reíamos de los japoneses. En esta ocasión, los adictos a la tecnología, más que al directo, no eran japoneses. Arrancaron con la barcarola de Offenbach y acabaron con el cuarteto “Bella figlia dell´amore”, de Rigoletto, sin olvidarse de Mozart, Bizet, Rossini, Verdi, Puccini, etc. A mí me hubiera gustado oír algún aria de El murciélago, pero no me hicieron el gusto. En fin, los músicos y los cantantes me parecieron bastante mejores que los de hace un par de días, pero desde la última fila donde nos colocaron no resultaba fácil apreciarlo.
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Lo mejor de la noche fue el reencuentro con Veronica, una vieja y querida amiga italiana, filóloga, que ahora anda peleándose con la Crónica de Ramón Muntaner. ¿Es fácil cenar en Roma durante la Nochevieja? Yendo con Veronica, sí. Por lo que habíamos visto a lo largo del día, había varias posibilidades: menús establecidos, con precio fijo, nunca por debajo de los 60 euros; comer a la carta con un suplemento del 30% por ser la noche que era; y cenar a la carta, si no al precio habitual, sí a otro precio razonable. En la Via del Boschetto nos llamó la atención La Taverna dei Monti. Monti es el nombre del barrio. Bueno, pues cenamos estupendamente bien, sin estar amontonados y sin apenas tener que esperar. Y todo ello por los buenos oficios de Veronica, y al razonable precio de 95 euros. Para tres personas no está nada mal. Tomé berenjena a la Parmesana, compartida con los demás; un trozo considerable de pez espada a la plancha y un milhojas. Y todo ello regado con un Marino, un buen vino blanco italiano. Con el fragor de la conversación, hacía mucho que no nos veíamos y teníamos que ponernos al día, estaban a punto de darnos las 12 cuando pagamos y nos íbamos. Pero como éramos los últimos clientes del local, los empleados, una mezcla curiosa de italianos e indonesios, nos invitaron a celebrar con ellos la llegada del año nuevo. No tenían uvas, pero nos ofrecieron champagne, una variante local, y pandoro (un gemelo del panettone pero sin pasas ni frutas confitadas). Así, con la televisión encendida, mientras daban las 12 nos fuimos intercambiando apretones de manos, besos e infinitos auguri! y bon anno! Me parece que todos nos quedamos un poco abrumados por la amabilidad y la generosidad de estas gentes a las que de nada conocíamos. ......
Al salir, en la calle, nos encontramos con los habituales petardos, fuegos de artificio, gritos, felicitaciones de gentes que veíamos por primera y última vez en nuestra vida… Así, de esta guisa nos plantamos en la Plaza de España, junto a la Trinità dei Monti, que seguía llena de gente y de botellas de champán que casi alfombraban el suelo, mientras los jóvenes italianos se enganchaban a su móvil para desearle a la mamma auguri!
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De allí n0s fuimos a la Via Veneto, calle que como anuncia una placa, Fellini convirtió en el teatro de la dolce vita, donde nos tomamos una copa, un gin tonic, para más señas, al aire libre, como unos machotes. Y así se acabó lo que puede contarse de la noche, entre más petardos, músicas estridentes que salían de salas de baile, en cuyas puertas esperaban, no sabemos qué, numerosas bellinas sobre zapatos de aguja que producían un cierto vértigo, junto a jóvenes disfrazados de pijos, si es que no era su piel habitual, que puede ser que sí, dada la zona de la ciudad. Seres de la noche, de esos que deben pasar el día acicalándose o haciendo ejercicio en el gimnasio para estar en perfecto estado de revista cuando sale la luna, pero que parecían haber adquirido una transparencia en la piel que daba un poquito de miedo. Y mientras nosotros nos encaminábamos hacia la plaza Salustio, las calles seguían llenas de gentes alegres, cargadas de bebidas, como ocurre la Nochevieja en casi todos los lugares del mundo.
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* Las fotos son de Gemma Pellicer.

¡Feliz 2011!, de Miguel Ángel Contreras

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* El dibujo es de Antonio Mesamadero, colaborador del diario Ideal, de Granada.
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sábado, 1 de enero de 2011

¡Feliz 2011!, de Berta Vías Mahou

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Cementerio de Montparnasse (París, 1990).
Un abrazo y feliz año a los dos,
Berta
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* Berta Vías Mahou ha publicado recientemente una novela, Venían a buscarlo a él (Acantilado), que os recomiendo mucho.
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