Mientras que en la ciudad alemana de Colonia se celebraba lo que denominan “Un libro para la ciudad”, dedicándole a Rafael Chirbes dos semanas de reconocimientos y homenajes (para que se hagan una idea de la relevancia del acontecimiento, los anteriores protagonistas fueron Haruki Murakami y Orhan Pamuk), un poco después, su última obra, Crematorio, publicada por la editorial Anagrama, era elegida por los críticos españoles más atentos, como una de las mejores obras narrativas publicadas durante el 2007, junto a Veneno y sombra y adiós, de Javier Marías, y La gloria de los niños, de Luis Mateo Díez. Esto es lo que comenta, al respecto, su editor español, Jorge Herralde.
¿Recuerda cómo surgieron los primeros contactos con Rafael Chirbes?
Fue a través de Carmen Martín Gaite, gran escritora y amiga, a quien los jóvenes autores consideraban nuestra consulesa en Madrid y la abrumaban con sus manuscritos inéditos. Carmen era tan generosa con su tiempo como exigente con la calidad de los textos. En muchos años sólo salvaron su severa criba dos primeras novelas: La escala de los mapas, de Belén Gopegui, y Mimoun, de Rafael Chirbes, lo que demuestra su visión profética. En 1988 recibí Mimoun, que leí con entusiasmo: era una visión de Marruecos exenta de la bisutería y color local habituales y también una visión oblicua y crítica de la transición, alejada de toda quincalla triunfalista, y un retrato “en negativo” de su generación.
¿Qué reputación tiene en el extranjero, y a qué es debido su éxito en Alemania?
Alemania es el país en el que Chirbes goza de mayor prestigio. El crítico Marcel Reich-Ranicki lo seleccionó en dos ocasiones para Das Litterarische Quartett y lo colmó de elogios, pero también el resto de la crítica alemana. Recuerdo una reseña que afirmaba que ningún escritor alemán se había acercado a la historia de su país con una mirada tan certera como la de Chirbes respecto a España. La editora Antje Kunstmann ha publicado toda su obra con gran éxito, con ventas de centenares de miles de ejemplares en varios títulos. También en Francia la editorial Rivages publica puntualmente todas sus obras con excelente acogida crítica. En total tiene obras traducidas a doce idiomas.
¿Y en España, cree que el público lector se rige por las mismas impresiones y reglas que en el extranjero?
En España la recepción de los mejores críticos ha sido inmejorable, in crescendo título a título. Y con respecto a su última novela, Crematorio, la opinión unánime es que es su mejor libro y una de las novelas mayores de la literatura española en muchos años. Cito la reseña de J. Ernesto Ayala-Dip en El País (27 de octubre del 2007): “Ahora Chirbes nos entrega Crematorio, una novela en la estela de La larga marcha y La caída de Madrid. En la estela épica e intrahistórica que caracteriza a aquellas, pero que en cuerpo introspectivo y solidez reflexiva incluso las supera”. Y otro crítico exigente, Santos Alonso, afirmó en su reseña de su novela anterior, Los viejos amigos: “Esa visión crítica total de la España de nuestro tiempo, que comenzó con En la lucha final, siguió con La buena letra y Los disparos del cazador, y culminó con La larga marcha y La caída de Madrid, se cierra de momento con Los viejos amigos, una novela dura que puede verse, ante todo, como la crónica devastadora de la desolación, de las ruinas y los despojos de la utopía y la revolución”.
¿Qué importancia tiene este autor para Anagrama, qué tiene para usted de especial? ¿En que consiste para la editorial lo especial o la calidad del autor Chirbes?
Pues, un valor importantísimo, publicarlo es uno de mis mayores orgullos como editor y una gran satisfacción haberle podido acompañar libro tras libro, y ya son diez, desde Mimoun (1988) hasta Crematorio. Chirbes tiene la misma autoexigencia en sus novelas breves –Mimoun, En la lucha final, La buena letra, Los disparos del cazador- en las de gran tonelaje -La larga marcha, La caída de Madrid, Los viejos amigos, Crematorio- y en sus ensayos literarios, recogidos en El novelista perplejo, o en los reportajes de El viajero sedentario.
Hace unos años me pidieron un texto para un homenaje que le dedicaron y de inmediato se me ocurrió el título: “Rafael Chirbes: la voz de la verdad”. Y podría ahora añadir como sinopsis: en ningún otro escritor puede encontrarse una crónica de la historia desde la guerra civil hasta ahora mismo, con el nefasto boom inmobiliario, un tema que no es únicamente español, como es bien sabido. Así, Deyen Sudjic (director del Museo de Diseño de Londres) afirmó recientemente en frase lapidaria: “El boom de la construcción es el agujero negro por el que el mundo está desapareciendo”. Y durante el trayecto, pasando por la postguerra, la transición y el confort del acomodo, con el rigor (incluso la ferocidad) siempre presente, acompañados por la preocupación formal y la verdad literaria que son constituyentes de la escritura de Chirbes.
¿Es Chirbes un referente representativo de la actual literatura española? ¿O, por el contrario, se le podría definir como uno de los autores independientes de movimientos, críticas literarias, foros e intereses editoriales (lo que en Alemania se define como un Außenseiter)?
Mi opinión personal es que en el área (ya un continente) de la autoficción y la metaficción (como etiquetas reductoras) los nombres de Enrique Vila-Matas y Javier Marías serían imprescindibles; en la zona pombiana, Álvaro Pombo es, naturalmente, el monarca absoluto; si nos adentramos en el ámbito realista, en su más amplio, variado y literario registro (“su realismo es del mismo tipo del defendido por Francis Bacon”, escribió en feliz comparación un crítico español), pienso que muy pocos autores españoles podrían competir con Rafael Chirbes. Y también creo que se trata de un escritor insobornable, muy crítico, obviamente, con las fuerzas reaccionarias pero también con los presuntos progresistas que han traicionado sus ideales; un escritor alejado de los oropeles mediáticos, que no pertenece a ningún grupo de poder, ninguna camarilla de favores mutuos. Quizá por ello, pese a su prestigio, Chirbes no tiene aún en nuestro país tantos lectores como merece; al parecer, según me cuentan, pasa algo similar con Sebald en Alemania. Escritores que, indudablemente, resultan incómodos en sus propios países. En suma, pues, Chirbes es un francotirador que dispara, con muy certera puntería, donde hace daño.
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¿Recuerda cómo surgieron los primeros contactos con Rafael Chirbes?
Fue a través de Carmen Martín Gaite, gran escritora y amiga, a quien los jóvenes autores consideraban nuestra consulesa en Madrid y la abrumaban con sus manuscritos inéditos. Carmen era tan generosa con su tiempo como exigente con la calidad de los textos. En muchos años sólo salvaron su severa criba dos primeras novelas: La escala de los mapas, de Belén Gopegui, y Mimoun, de Rafael Chirbes, lo que demuestra su visión profética. En 1988 recibí Mimoun, que leí con entusiasmo: era una visión de Marruecos exenta de la bisutería y color local habituales y también una visión oblicua y crítica de la transición, alejada de toda quincalla triunfalista, y un retrato “en negativo” de su generación.
¿Qué reputación tiene en el extranjero, y a qué es debido su éxito en Alemania?
Alemania es el país en el que Chirbes goza de mayor prestigio. El crítico Marcel Reich-Ranicki lo seleccionó en dos ocasiones para Das Litterarische Quartett y lo colmó de elogios, pero también el resto de la crítica alemana. Recuerdo una reseña que afirmaba que ningún escritor alemán se había acercado a la historia de su país con una mirada tan certera como la de Chirbes respecto a España. La editora Antje Kunstmann ha publicado toda su obra con gran éxito, con ventas de centenares de miles de ejemplares en varios títulos. También en Francia la editorial Rivages publica puntualmente todas sus obras con excelente acogida crítica. En total tiene obras traducidas a doce idiomas.
¿Y en España, cree que el público lector se rige por las mismas impresiones y reglas que en el extranjero?
En España la recepción de los mejores críticos ha sido inmejorable, in crescendo título a título. Y con respecto a su última novela, Crematorio, la opinión unánime es que es su mejor libro y una de las novelas mayores de la literatura española en muchos años. Cito la reseña de J. Ernesto Ayala-Dip en El País (27 de octubre del 2007): “Ahora Chirbes nos entrega Crematorio, una novela en la estela de La larga marcha y La caída de Madrid. En la estela épica e intrahistórica que caracteriza a aquellas, pero que en cuerpo introspectivo y solidez reflexiva incluso las supera”. Y otro crítico exigente, Santos Alonso, afirmó en su reseña de su novela anterior, Los viejos amigos: “Esa visión crítica total de la España de nuestro tiempo, que comenzó con En la lucha final, siguió con La buena letra y Los disparos del cazador, y culminó con La larga marcha y La caída de Madrid, se cierra de momento con Los viejos amigos, una novela dura que puede verse, ante todo, como la crónica devastadora de la desolación, de las ruinas y los despojos de la utopía y la revolución”.
¿Qué importancia tiene este autor para Anagrama, qué tiene para usted de especial? ¿En que consiste para la editorial lo especial o la calidad del autor Chirbes?
Pues, un valor importantísimo, publicarlo es uno de mis mayores orgullos como editor y una gran satisfacción haberle podido acompañar libro tras libro, y ya son diez, desde Mimoun (1988) hasta Crematorio. Chirbes tiene la misma autoexigencia en sus novelas breves –Mimoun, En la lucha final, La buena letra, Los disparos del cazador- en las de gran tonelaje -La larga marcha, La caída de Madrid, Los viejos amigos, Crematorio- y en sus ensayos literarios, recogidos en El novelista perplejo, o en los reportajes de El viajero sedentario.
Hace unos años me pidieron un texto para un homenaje que le dedicaron y de inmediato se me ocurrió el título: “Rafael Chirbes: la voz de la verdad”. Y podría ahora añadir como sinopsis: en ningún otro escritor puede encontrarse una crónica de la historia desde la guerra civil hasta ahora mismo, con el nefasto boom inmobiliario, un tema que no es únicamente español, como es bien sabido. Así, Deyen Sudjic (director del Museo de Diseño de Londres) afirmó recientemente en frase lapidaria: “El boom de la construcción es el agujero negro por el que el mundo está desapareciendo”. Y durante el trayecto, pasando por la postguerra, la transición y el confort del acomodo, con el rigor (incluso la ferocidad) siempre presente, acompañados por la preocupación formal y la verdad literaria que son constituyentes de la escritura de Chirbes.
¿Es Chirbes un referente representativo de la actual literatura española? ¿O, por el contrario, se le podría definir como uno de los autores independientes de movimientos, críticas literarias, foros e intereses editoriales (lo que en Alemania se define como un Außenseiter)?
Mi opinión personal es que en el área (ya un continente) de la autoficción y la metaficción (como etiquetas reductoras) los nombres de Enrique Vila-Matas y Javier Marías serían imprescindibles; en la zona pombiana, Álvaro Pombo es, naturalmente, el monarca absoluto; si nos adentramos en el ámbito realista, en su más amplio, variado y literario registro (“su realismo es del mismo tipo del defendido por Francis Bacon”, escribió en feliz comparación un crítico español), pienso que muy pocos autores españoles podrían competir con Rafael Chirbes. Y también creo que se trata de un escritor insobornable, muy crítico, obviamente, con las fuerzas reaccionarias pero también con los presuntos progresistas que han traicionado sus ideales; un escritor alejado de los oropeles mediáticos, que no pertenece a ningún grupo de poder, ninguna camarilla de favores mutuos. Quizá por ello, pese a su prestigio, Chirbes no tiene aún en nuestro país tantos lectores como merece; al parecer, según me cuentan, pasa algo similar con Sebald en Alemania. Escritores que, indudablemente, resultan incómodos en sus propios países. En suma, pues, Chirbes es un francotirador que dispara, con muy certera puntería, donde hace daño.
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* Esta entrevista fue utilizada para componer un artículo, publicado en el diario alemán Kölner Stadt-Anzeiger, el 8 de noviembre del 2007, firmado por Ralph Schulze. Puede decirse, por tanto, que es la primera vez que se publica. Se hizo con motivo de la presencia del escritor español en diversas ciudades de Renania, sobre todo, en Bonn, Colonia y Düsseldorf.
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