Una flor puede ser
El emblema de la felicidad.
Los poetas de oriente llevan siglos
repitiéndolo, sabios y sutiles;
yo he encontrado ese emblema
en una flor de los cielos abiertos:
la amapola, compacta en sangre generosa,
vecina buena, ubicua compañera,
fiel intrusa de todos los caminos,
musa alegre de todas las cunetas,
revisora segunda de los trenes.
Doncella de los labios carmesíes,
me ha traído mi infancia de la mano,
la niñez transparente, alondra tibia,
y ha voceado sus nombres más queridos
y ha repetido fraternal sus cantos
de cristal, sus sonidos
de sueño limpio y alto en los afanes.
Entonces –era entonces--, mayo
venía con su caballo blanco y puro
a llevarse en su lomo de jazmines
las pálidas cenizas del invierno.
Mundo de la promesa, los mitos y los ángeles.
Desdichado de aquel que nunca tuvo
o no retuvo, el triste,
una flor palpitante en su memoria,
pues empezamos a morirnos
el día que la dejamos
en los sucios desmontes del olvido.
El emblema de la felicidad.
Los poetas de oriente llevan siglos
repitiéndolo, sabios y sutiles;
yo he encontrado ese emblema
en una flor de los cielos abiertos:
la amapola, compacta en sangre generosa,
vecina buena, ubicua compañera,
fiel intrusa de todos los caminos,
musa alegre de todas las cunetas,
revisora segunda de los trenes.
Doncella de los labios carmesíes,
me ha traído mi infancia de la mano,
la niñez transparente, alondra tibia,
y ha voceado sus nombres más queridos
y ha repetido fraternal sus cantos
de cristal, sus sonidos
de sueño limpio y alto en los afanes.
Entonces –era entonces--, mayo
venía con su caballo blanco y puro
a llevarse en su lomo de jazmines
las pálidas cenizas del invierno.
Mundo de la promesa, los mitos y los ángeles.
Desdichado de aquel que nunca tuvo
o no retuvo, el triste,
una flor palpitante en su memoria,
pues empezamos a morirnos
el día que la dejamos
en los sucios desmontes del olvido.
"Homenaje a Marcel Proust"
Danzaban todos pero estaban muertos,
sus máscaras fingían las vidas clausuradas,
amortizadas en la nada umbría.
Máscaras --Arlequines, Pierrots, Polichinelas,
Colombinas--, disfraces, falsedades.
Adiós, adiós, hubiera habido que decirles,
adiós, adiós y para siempre.
Pero no había lugar a los engaños:
las calaveras se exhibían
en los engolados disfraces,
apenas si velaban
las dentaduras postizas,
sin rubor se asomaban
a las pelucas grises
y se insinuaban eficaces
en las manos de cera transparentes,
habitadas de azules abanicos
que surtían un aire amarillento
y helado.
...............La orquesta
decía el triunfo de los madrigales,
el rumor inconsútil de las faldas de seda
y el movimiento leve de rizos y de bucles.
Pero otra música sonaba,
rebotaba en los muros ya marchitos
y lloraba las llagas siempre abiertas
del perseguido amor, esa verdad
de los amantes descarriados.
Y muy pocos sabían escuchar
aquella música discreta.
Muy pocos, sí, mas es lo cierto,
las músicas sonaban duplicadas,
leves valses de luna, oscuros réquiem,
y ducados, condados, baronías
contemplaban la oscura ceremonia
del tiempo consumado,
como el aire cruel
de los azules abanicos.
Con el amanecer,
en nada concluidos los telones
y las sombras copando las butacas,
la luz restaurará la falsa historia
de los muertos aquellos
y el paisaje real que transitaban:
el cementerio, sí,
el salón genuino de cristales sin vaho,
donde la luna cumple con sus consumaciones,
y borra laboriosa,
las altas inscripciones de la piedra,
la piedra tan enfática y mentida,
la piedra, carne de los grandes ídolos,
decidida agonista de la muerte
con escudos, banderas y linajes.
Emblemas o ficciones de la historia,
mascarada de las suplantaciones,
pasto fértil de años y de siglos.
sus máscaras fingían las vidas clausuradas,
amortizadas en la nada umbría.
Máscaras --Arlequines, Pierrots, Polichinelas,
Colombinas--, disfraces, falsedades.
Adiós, adiós, hubiera habido que decirles,
adiós, adiós y para siempre.
Pero no había lugar a los engaños:
las calaveras se exhibían
en los engolados disfraces,
apenas si velaban
las dentaduras postizas,
sin rubor se asomaban
a las pelucas grises
y se insinuaban eficaces
en las manos de cera transparentes,
habitadas de azules abanicos
que surtían un aire amarillento
y helado.
...............La orquesta
decía el triunfo de los madrigales,
el rumor inconsútil de las faldas de seda
y el movimiento leve de rizos y de bucles.
Pero otra música sonaba,
rebotaba en los muros ya marchitos
y lloraba las llagas siempre abiertas
del perseguido amor, esa verdad
de los amantes descarriados.
Y muy pocos sabían escuchar
aquella música discreta.
Muy pocos, sí, mas es lo cierto,
las músicas sonaban duplicadas,
leves valses de luna, oscuros réquiem,
y ducados, condados, baronías
contemplaban la oscura ceremonia
del tiempo consumado,
como el aire cruel
de los azules abanicos.
Con el amanecer,
en nada concluidos los telones
y las sombras copando las butacas,
la luz restaurará la falsa historia
de los muertos aquellos
y el paisaje real que transitaban:
el cementerio, sí,
el salón genuino de cristales sin vaho,
donde la luna cumple con sus consumaciones,
y borra laboriosa,
las altas inscripciones de la piedra,
la piedra tan enfática y mentida,
la piedra, carne de los grandes ídolos,
decidida agonista de la muerte
con escudos, banderas y linajes.
Emblemas o ficciones de la historia,
mascarada de las suplantaciones,
pasto fértil de años y de siglos.
* Miguel García-Posada (Sevilla, 1944) es poeta, narrador, ensayista y crítico literario. Ha editado las obras completas de Lorca, a quien dedicó su tesis doctoral, sobre Poeta en Nueva York, y entre sus ensayos destacan Acelerado sueño: memoria de los poetas del 27 (1999) y El vicio crítico (2000). En la actualidad preside la Asociación Española de Críticos Literarios y colabora en el suplemento de cultura del diario ABC. Estos dos poemas inéditos forman parte de Inclemencias, su tercer libro de versos, con el que ha obtenido el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla, que en el 2008 aparecerá en la editorial Visor.
* Foto de Ola Kolehmainen, 2007.
2 comentarios:
Y muy pocos sabían escuchar
aquella música discreta.
Muy pocos, sí, mas es lo cierto,
las músicas sonaban duplicadas...
Hermoso poema, lo guardo, gracias.
saludos
Alba
Estaría interesada en contactar personalmente con el Sr. García Posadas. ¿Sería tan amable de enviarme una dirección para hacerlo?
Gracias
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