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"El zapatero cantante"
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Adoraban al zapatero que cantaba. Sus clientes se sentaban en una silla frente al yunque y le hacían palmas mientras remataba un zurcido o fijaba unas suelas. No era el mejor zapatero del mundo, pero a la gente le gustaba escucharlo. Echaba tapas por bulerías, cosía por soleares y por el mismo precio, resucitaba mocasines y a Camarón. Un día, animado por los aplausos, aparcó las hormas, recogió los escoplos y con la única herramienta de su voz, recorrió sin fortuna, teatros y tablaos; tabernas y prostíbulos; los sucios túneles del metro que la gente transitaba con el alma y los mocasines rotos. No pudo soportarlo más. Se hizo con un martillo, volteó su cajón y sin dejar de cantar, recuperó su antiguo oficio. Con el mismo éxito de antaño. Con esa habilidad natural para sostener a un tiempo tres o cuatro clavitos entre sus dientes.
Adoraban al zapatero que cantaba. Sus clientes se sentaban en una silla frente al yunque y le hacían palmas mientras remataba un zurcido o fijaba unas suelas. No era el mejor zapatero del mundo, pero a la gente le gustaba escucharlo. Echaba tapas por bulerías, cosía por soleares y por el mismo precio, resucitaba mocasines y a Camarón. Un día, animado por los aplausos, aparcó las hormas, recogió los escoplos y con la única herramienta de su voz, recorrió sin fortuna, teatros y tablaos; tabernas y prostíbulos; los sucios túneles del metro que la gente transitaba con el alma y los mocasines rotos. No pudo soportarlo más. Se hizo con un martillo, volteó su cajón y sin dejar de cantar, recuperó su antiguo oficio. Con el mismo éxito de antaño. Con esa habilidad natural para sostener a un tiempo tres o cuatro clavitos entre sus dientes.
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"Perfecto mundo imperfecto"
"Perfecto mundo imperfecto"
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Un niño tenía un perro con tres patas que jugaba al fútbol y atrapaba moscas como cualquiera. Niño y perro dormían juntos, veían la tele bajo la misma manta y todas las mañanas, a las nueve quince, se despedían llorando frente a las puertas del colegio. Allí, el muchacho aprendió a contar. Un tobogán en el parque, dos naranjas en el frutero, tres bombillas en la lámpara. Hasta tres no hubo problemas. Sin embargo, la tarde que contó cuatro, su madre lo encontró meditabundo en el sofá. El perro quería subirse a su regazo y el niño lo espantaba con la mano.
—Ha perdido una pata —gruñó enfurruñado.
Y se lanzó a buscarla bajo los muebles. Abrió los armarios, vació las estanterías y derribó los arcones en busca de la extremidad. La madre, arrepentida de no habérselo explicado nunca, lo detuvo, lo abrazó y le aseguró que ella lo arreglaría.
Esa tarde, cuando el niño regresó de la escuela, la mesa estaba amputada, la silla tullida, la cama coja y sobre ella, como siempre, el perro perfecto.
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Un niño tenía un perro con tres patas que jugaba al fútbol y atrapaba moscas como cualquiera. Niño y perro dormían juntos, veían la tele bajo la misma manta y todas las mañanas, a las nueve quince, se despedían llorando frente a las puertas del colegio. Allí, el muchacho aprendió a contar. Un tobogán en el parque, dos naranjas en el frutero, tres bombillas en la lámpara. Hasta tres no hubo problemas. Sin embargo, la tarde que contó cuatro, su madre lo encontró meditabundo en el sofá. El perro quería subirse a su regazo y el niño lo espantaba con la mano.
—Ha perdido una pata —gruñó enfurruñado.
Y se lanzó a buscarla bajo los muebles. Abrió los armarios, vació las estanterías y derribó los arcones en busca de la extremidad. La madre, arrepentida de no habérselo explicado nunca, lo detuvo, lo abrazó y le aseguró que ella lo arreglaría.
Esa tarde, cuando el niño regresó de la escuela, la mesa estaba amputada, la silla tullida, la cama coja y sobre ella, como siempre, el perro perfecto.
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"Un hombre pacífico"
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Mi hombre es un hombre pacífico, tranquilo, manso. Jamás le he visto pelearse ni emplear un arma. Ni siquiera una de esas escopetas de feria que tanto gustan a los niños. Lo más ofensivo que maneja es una pistola de silicona y en cuanto se percata de una porosidad, ¡zas!, aparece pertrechado con ella. La madrugada del lunes, unos ruidos en el porche interrumpieron nuestra primera pelea. Me asusté. Saqué la pistola de silicona y se la puse entre las manos. Él aunque dudó un instante, acabó empuñándola y cruzó el pasillo. “¡Ten cuidado!”, le grité. Abrió la puerta. La oscuridad quería entrar, pero mi hombre encañonó el hueco y lo rellenó de pasta blanca.
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"La verdad"
"La verdad"
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—¿Amaste alguna vez a otra mujer? —susurra ella en su último aliento.
Él la tranquiliza, comprueba el contenido del gotero y le acomoda las almohadas. Después, prolijo en fechas y en direcciones, preciso en volúmenes y en aromas, le explica, acariciándole la mano, cómo jamás le fue infiel.
.... —¿Amaste alguna vez a otra mujer? —susurra ella en su último aliento.
Él la tranquiliza, comprueba el contenido del gotero y le acomoda las almohadas. Después, prolijo en fechas y en direcciones, preciso en volúmenes y en aromas, le explica, acariciándole la mano, cómo jamás le fue infiel.
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"La separación"
"La separación"
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Él decía adiós con la mano y ella se alejaba cada vez más deprisa. Llorando. Aquel había sido su pueblo, aquel su hombre y sobre todo, consideraba esa pérdida un vínculo irremplazable, aquella había sido su mano.
Él decía adiós con la mano y ella se alejaba cada vez más deprisa. Llorando. Aquel había sido su pueblo, aquel su hombre y sobre todo, consideraba esa pérdida un vínculo irremplazable, aquella había sido su mano.
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"Méritos"
"Méritos"
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La mujer anhela hacer algo grande. Pero ya quemaron Roma, piensa mientras pone la sartén en el fuego. Sumida en sus ensoñaciones, el aceite arde, las patatas se tiznan y la cebolla encoje. La mujer observa el emplasto con demasiada congoja. Luego sonríe y lo arroja a la basura. Ya nunca, jamás, nadie, aquí ni en Okinawa, podrá volver a abrasar, precisamente, esa tortilla.
....La mujer anhela hacer algo grande. Pero ya quemaron Roma, piensa mientras pone la sartén en el fuego. Sumida en sus ensoñaciones, el aceite arde, las patatas se tiznan y la cebolla encoje. La mujer observa el emplasto con demasiada congoja. Luego sonríe y lo arroja a la basura. Ya nunca, jamás, nadie, aquí ni en Okinawa, podrá volver a abrasar, precisamente, esa tortilla.
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* Isabel González (Ejea de los Caballeros, Zaragoza, 1972) es Licenciada en Ciencias de la Información. Ha trabajado en el Heraldo de Aragón, Diario de Noticias (Pamplona) y actualmente en El Mundo como infografista. “Mi profesión consiste en represantar con imágenes lo que las palabras no explican. Sin embargo, cuando escribo, trato de representar con palabras lo que los ojos no alcanzan a ver”, comenta. Considera a Ana María Shua su maestra y ha sido finalista anual del concurso Relatos en Cadena de la Cadena Ser, ha ganado un Primer premio de Página2 (programa de literatura de TVE) y el I Concurso Internacional de Diversidad Cultural del Ayuntamiento de Valladolid. Prepara un libro de microrrelatos. Estas piezas son inéditas.
......* Los cuadros son de Cristóbal Toral y de Raul Marek.
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15 comentarios:
Estupendos micros. Shua de maestra, aquí una alumna aventajada.
Enhorabuena a Isabel y gracias a Fernando por la difusión.
Debo tener en casa información sobre Isabel en alguna parte. Pero estoy en mi lugar de trabajo, frente a la cara norte de la sierra de Collserola y abocado al tránsito incesante de la B30. Da igual. Creo que Isabel merece la mayor atención, y no como promesa, sino como rotunda realidad.
Por elegir un relato, me quedo con “Perfecto mundo imperfecto”. Como el título ya acapara el mejor calificativo que puedo darle, no quiero ser redundante. Destaco el abismo vertical en la narración, el punto de no retorno cuando el niño descubre lo inevitable y reclama una solución que parece imposible. Para mí, ese texto derrocha soltura y tiene ese final incontestable, esa sacudida que siempre remite a Shua, a quien muchos (no sólo Isabel) nos encomendamos alguna vez.
Vaya regalo, Fernando. Coincido con Pedro: "Perfecto mundo imperfecto" es muy bueno. Me gusta para contárselo a mi hija. Felicidades a Isabel, a quien no tenía el gusto de conocer. Desde ahora estaré más pendiente.
Buena elección de maestra.
Enhorabuena por esos microrrelatos.
Que fácil y hermoso haces el disfrute de leer.
Gracias.Será para volvery volver !!!
Mi admiración.Te saludo desde Argentina.
Enormes microrrelatos.
Gracias.
Sí, excelentes estas muestras de este difícil género. Además del que todos habéis señalado, el del zapatero me parece impecable.
Felicidades a Isabel.
Enhorabuena, Fernando, por tu buen ojo con los micros de Isabel. He tenido el gusto de leer algunos otros suyos y nunca defrauda. Y enhorabuena, claro, a la propia autora por tener en marcha ya ese libro de micros que se merece salir al aire para hacer un poco más perfecto este mundo de perfectas imperfecciones. Fantástico microrrelato.
Yo también me quedaría, en especial, con "Perfecto mundo perfecto" y "El zapatero cantante". Por la profundidad humana que destilan y, también, por conmover sin necesidad de recurrir a vanos sentimentalismos, con una asombrosa facilidad.
Me parecen unos micros excelentes.
Un saludo
A mí "La verdad" me parece muy sugerente.
Felicidades, Isabel.
Enhorabuena, Isabel! Me parecen buenísimos.
No he encontrado ningún correo al que escribirte. Mi email es: oscar@tropoeditores.com
Un saludo a todos.
Oscar
Hola Fernando,
Gracias por estos microrrelatos, seguiré a la autora. También prefiero "Perfecto Mundo Imperfecto". Es tan difícil ser tierno sin ser ñoño que es difícil atreveserse a acercarse a esa línea.
Un saludo,
X.
Qué buena es Isabel, espero que pueda publicar pronto ese libro de micros, estoy seguro de que algún editor se interesará por sus textos.
Conocí sus textos a través de Relatos en Cadenay alguno del concurso de micros de abogados(Sopa con pelo me gustó mucho) y ahora estos últimos.
Isabel tiene voz propia y don poético.
Suerte con la publicación!
Un saludo.
R.A.
Si hubiera un bar por aquí cerca os invitaba a quince mil rondas. De momento, quince mil gracias de las de verdad. Sin hielo.
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