miércoles, 28 de octubre de 2009

DAVID LAGMANOVICH, y 2

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"Muros"
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Se había hecho experto en muros y murallas. En los libros de la infancia comenzó a amar la Gran Muralla China; ya adulto, su íntima ambición nunca cumplida fue conocer esa maravilla. Se emocionó en Jerusalén frente al Muro de los Lamentos; en Berlín, cuando todavía existía el Muro de la infamia, deseó que se convirtiera en una curiosidad del pasado. Cuando creyó haber aprendido todo sobre paredes, muros y murallas, se dedicó a robar deslizándose con un apoyo casi imperceptible por las paredes de los edificios, viajando de un piso a otro. Así aplicaba el conocimiento teórico acumulado durante años. Apresado por los gendarmes en ocasión del escalamiento que hubiera sido su hazaña mayor, cumple su sentencia de prisión en una inexpugnable cárcel de altísimos muros. Sabe que nunca conseguirá franquearlos; en secreto, ese pensamiento lo reconforta.
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"One Way"
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En mi ciudad todas las calles son de dirección única. Se dirá que eso no tiene nada de particular, pues se practica en muchos espacios urbanos. Pero la cuestión no acaba ahí. A ver si me explico: en la ciudad donde vivo las calles corren sólo en una dirección, sin que haya otra que nos conduzca en sentido inverso. Eso vale para las calzadas y las aceras, los rieles del tranvía, los viaductos, los canales, las pistas para bicicletas, los itinerarios fijados para las cortadoras de césped y, en suma, todo lo que merezca ser considerado como circulación de personas, vehículos o pensamientos. Lo que más le costó a la gente fue acostumbrarse a que nadie pudiera cambiar de dirección girando sobre sí mismo en una acera, como muchos tratan de hacer cuando advierten que han olvidado comprar algo y quieren regresar al lugar recién abandonado. Las autoridades han atendido a esta necesidad organizando los llamados puntos de conversión edilicia, que son tres o cuatro en todo el espacio de la ciudad y pueden usarse para cambiar de dirección, previo el pago de una multa sustancial. Penalidades mayores aguardan a quienes, sin usar tales puntos, osen invertir la dirección de sus pasos.
Cuando se circula en automóvil o en un vehículo alternativo, el decomiso del mismo y la prisión del conductor son penas adecuadas para una trayectoria no autorizada. Lo mismo, si alguien da marcha atrás o de cualquier otra forma obstaculiza la dirección permitida. Por su parte, los desvíos de los peatones se sancionan con la flagelación pública en el caso de una primera infracción, y con penalidades progresivamente más serias las sucesivas, si llegaran a producirse. En cambio, quienes completen el itinerario fijado por los gobernantes, sin desviación alguna, son objeto de una celebración apoteósica al final del trayecto. El punto de llegada, que es siempre una plazoleta circular, se inunda de luz; acuden payasos y niños de las escuelas a felicitar a los ganadores, y resplandece en lo alto una leyenda incandescente en blanco, azul y grana que proclama: WELCOME TO THE U.S.A.
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"Vida vegetariana"
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Federico se convirtió al vegetarianismo para estar cerca de Almudena. Ella le mostraba una nueva forma de vida, le pasaba recetas sin carne y a veces lo invitaba a comer en su departamento. El noviazgo coincidió con el aprendizaje, y el venturoso día del casamiento fue como una graduación. En la fiesta de bodas ofrecieron un pastel con mucha fibra y una crema ficticia, y brindaron con jugo de frutas, en medio de la alegría general.
Poco después Almudena suprimió de la dieta compartida todo vestigio de leche (alimento de terneros y no de seres humanos, dijo) y todo asomo de huevos (reside en ellos un germen de vida animal, afirmó). Luego la emprendió contra las legumbres, en su opinión menos valiosas que las verduras de hoja. Las papas fueron eliminadas por propiciar la obesidad; las zanahorias y remolachas, por su innecesario despliegue de color. La cruzada prosiguió sin prisa y sin pausa, y Federico comenzó a sospechar que el fin último de su mujer era la anorexia colectiva.
Se separaron seis meses después del matrimonio. Él argumentó que el divorcio no era un abandono, sino un acto de defensa propia.
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* Estos microrrelatos son inéditos. El cuadro es de Jaspers Johns.
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5 comentarios:

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

He disfrutado mucho con todos ellos, pero me gusta especialmente el segundo de esta entrega, el viaje sin retorno a USA. Un abrazo.

Pedro Herrero dijo...

También a mí me gustan los tres. Destaco el relato “Muros”, que parece haber sido redactado para ser leído y para ser escalado. Busca el final en la propia lógica de una historia que parecía haberse metido en un callejón sin salida. Para mí, es de los que entretienen y educan.

Hiperbreves S.A. dijo...

Un maestro, sin duda. Me quito el sombrero que no llevo con el señor del apellido imposible.

Hiperbreves S.A. dijo...

Fernando, ¿podrías recomendarnos por orden de prioridad la lectura de las obras de Lagmanovich? De lo imprescindible a lo recomendable.

Fernando Valls dijo...

Raúl, tanto `La otra mirada. Antología del microrrelato hispano´, como el estudio `El microrrelato. Teoría e historia´, los considero imprescindibles y muy provechosos para todo aquel que se interse por el género. Y, desde luego, sus propios microrelatos son muy recomendables. Pero soy partidario de empezar con los textos literarios y desembocar en la historia y en la teoría; y no al contrario, como creen algunos profesores despistados.