Recuerdo que era junio, junio de 2006 cuando nos conocimos. Por cuestiones demasiado personales, que vos conocés bien, yo tenía días en que detestaba Tucumán y todo lo que me hiciera pensar en esa provincia. Estaba dolido, pero también un poco ciego.
Y fue en Buenos Aires, tierra que había elegido como propia, donde supe que uno de los escritores más queridos y admirados de la microficción, género que yo adoraba, era tucumano. Eras vos.
Fuiste, sin saberlo, el primer eslabón de una larga cadena que volvería a unirme con mi provincia natal, a reconciliarme con ella. No olvido que cuando terminó aquel encuentro de microficción, del que eras presidente honorario, fue para mi imposible no admirarte, no tenerte simpatía.
¿Vos te acordás de quién nos presentó? Creo que fue Ana María Mopty, que fue mi profesora en el secundario. En esa època, durante los recreos, con mis compañeros debatíamos largamente sobre qué piernas valían más, si las de Maradona o las de Ana María. Pero bueno, eso da tema para otra carta.
El caso es que nos presentaron y vos, en ese tono tan cordial que tenés, me dijiste muy amablemente que te habían gustado mis textos.
......
No te miento. Yo pensé que era simple cortesía, un gesto oportuno de caballerosidad de tu parte. Andando el tiempo, aprendí que nada lo decís por simple cortesía o con el objetivo de agradar, que sos transparente, que sos espontáneo, tan verdadero como tu sonrisa de niño atrapado en el cuerpo de un adulto.
Era junio y hacía frío en Buenos Aires. ¿Te acordás? Cuando salimos a la calle, ya en el momento de la despedida, me dijiste: Cuando andés por Tucumán, llamame. Llamame y tomamos un café.
Un hombre de tu jerarquía es alguien ocupado, yo lo sabía, y por eso volví a pensar que era una muestra de consideración hacia mí, lo que llamamos buenos modales. Tantas veces uno se despide de las personas diciendo lo mismo y nunca más se las vuelve a ver…
Pero para mi sorpresa hubo un café compartido al pasar por Tucumán. Hubo un segundo, y otro, y otro más. Tu imagen, el conocimiento que yo tenía de tus muchas actividades y de tus tantos logros, me imponían el respeto casi temeroso que separa a un escritor joven de otro ya consagrado.
Medía y modulaba mis palabras y mis opiniones, poniendo especial cuidado en no meter la pata, pues no solamente nos separaban los años, sino también una montaña de libros escritos y leídos. Yo quería agradarte, y por eso me cuidaba de no emitir algún juicio poco razonable respecto a cualquier tema del que estuviésemos hablando. No sabés qué miedo tenía de decir algo tonto.
Hoy sospecho que en aquel entonces quizás advertiste ese temor en mí, y por eso, desde el principio, me trataste como un igual, primero como un colega, y al poco tiempo como un buen amigo.
Por fortuna, entre nosotros ya no hay solemnidades de por medio. Eso me permite disfrutarte. Me hace feliz poder hablar con vos de literatura y de los más diversos temas, hasta incluso de mujeres, aunque ya te habrás dado cuenta que es un tema que me ocupa y me intriga mucho más a mí, porque mal que les pese a muchas, vos estás casado.
Para el final te diré, y ya hablando bien en serio, que si algo me queda por lamentar, es que esta amistad que tenemos no haya comenzado antes. Digamos, unos 15 años atrás, que es el tiempo en que subí a aquel tren rumbo a Buenos Aires deseando ver Tucumán por última vez.
La capital porteña me ha tratado bien. No me quejo. Pero quizás, influenciado por vos, me hubiese ahorrado de leer cientos de libros que no me servirían para nada, entre ellos varios de redacción periodística, que vos hubieses resumido a la perfección con unos pocos trucos y consejos… Hubiese recorrido mejores caminos para mi formación literaria… Y por sobre todas las cosas, hubieras despertado en mí mucho antes el deseo de ser una mejor persona, porque mirándote a vos he comprendido que no alcanza con no salir a robar o a matar para ser una persona de bien, que la cosa es mucho más complicada.
De esta amistad, David querido, quien gana más soy yo, porque mi vida se ha enriquecido al tenerte cerca. Y mi forma de agradecerte será simple: tratar de que te lean, de que conozcan tu vida, que se sepa de tus orígenes humildes y de tu lucha por educar, por brindar eso que tanto amamos, que es el conocimiento.
Yo te aseguro que esos chicos de pies descalzos y caras sucias que hoy viven en Tucumán, algún día conocerán tu historia, tus obras. Y así sabrán que el arte nos iguala, que se abre camino allí donde sólo hay privaciones y obstáculos. Así sabrán que nadie puede quitarles el derecho más grande de todos, que es el derecho a soñar.
Con mi sincera amistad,
Orlando Romano
7 comentarios:
Fernando, ¿Recomiendas la lectura de "El microrrelato. Teoría e historia" a todos los amantes del género?
Desde luego que recomiendo la lectura del libro de Lagmanovich, interesante para todo aquel que le guste el género, no en vano lo he editado en una colección que dirijo. Y con el mismo fervor te recomiendo también la antología de microquijotes, de Epple, aunque la editorial no tenga nada que ver conmigo. Ambos son libros imprescindibles.
Da miedo leer las teorías porque uno piensa que le van a provocar más dudas de las que ya tiene cada vez que se sienta a escribir. Sin embargo, creo que a mí siempre me han ayudado. Al menos para una cosa: para buscar el ángulo desde el que falla tal o cual escrito. Por supuesto, la solución ha de estar en las manos del escritor. La teoría no es un recetario aunque Lagmanovich cocina de lujo. 'La otra mirada' es impecable. 'Amor 77', de Cortázar, uno de mis 'micros' preferidos. ¿Mi preferido? Tal vez. Y puestos a recomendar, me fascinó el Juan Ramón Jiménez de 'Cuentos largos y otras prosas narrativas breves'. Aunque adornada con flores, su crudeza raya en lo truculento. Leer si no 'La muerte entró por el jardín'. Brutal.
Ya me callo.
Estoy de acuerdo con Isabel en las dos direcciones. Por un lado , leer mucha teoría literaria puede llegar a bloquearte a la hora de escribir; incluso se puede perder espontaneidad. Por otro, algún que otro libro(bien cocinado)teórico te permiten encarar los textos con objetividad, con honestidad viendo los fallos.
Yo, gracias a este blog, he comprado el libro de Ana Shua(leer sus micros ya es aprender), el de Lagmanovich y Soplando Vidrio.
Un saludo
R.A.
PD Dos libros que considero imprescimdibles para los amantes del relato en general son el de Angel Zapata y el de Enrique Paez. Son directos,amenos y dan pautas y pistas a la hora de escribrir un relato.
R.A., sal del anonimato y danos la referencia completa de los libros que nos recomiendas de Ángel Zapata, que sí conozco y está bien, y el de Enrique Paez, de quien no tengo noticia. Gracias.
Perdón Fernando, soy Rosana Alonso.Es que en los blogs siempre firmo los comentarios con las iniciales de nombre y apellido.
Eso sí, aparezco como anónimo porque no tengo blog de momento.
Ahí van los datos del libro de Enrique Paez, tiene ya unos añitos pero sigue siendo un libro estupendo.
ESCRIBIR: MANUAL DE TECNICAS NARRATIVAS
de PAEZ, ENRIQUE
EDICIONES SM 2001
ISBN: 9788434868854
Año de edición:2001
Plaza edición: MADRID
Me dejaba el de Angel Zapata:
LA PRACTICA DEL RELATO: MANUAL DE ESTILO LITERARIO PARA NARRADORE S
de ZAPATA, ANGEL y PROL. DE MEDARDO FRAILE
FUENTETAJA. TALLERES DE ESCRITURA CREATIVA (RAMON CAÑELLES) 2003
ISBN: 9788495079619
Año de edición:2003
Plaza edición: MADRID
Un saludo.
Publicar un comentario