miércoles, 22 de octubre de 2008

Autorretrato de RICARDO MENÉNDEZ SALMÓN

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Nacimiento: En Gijón, el 18 de febrero de 1971.
Procedencia: Menéndez, de solar asturiano; Salmón, de solar cántabro.
Estado civil: Casado con Susana Carro Fernández. Padre de una hija de ocho meses: Vera.
Obra publicada: Dos libros de relatos: Los caballos azules (Trea) y Gritar (Lengua de Trapo), y seis novelas, nouvelles o como se desee llamarlas: La filosofía en invierno, Panóptico y La noche feroz en KRK, Los arrebatados en Trea y La ofensa y Derrumbe en Seix Barral.
Pasiones: El fútbol (sufriente seguidor del Sporting de Gijón), la gastronomía (arroz y pescado, sobre todo, en cualquiera de sus formas y/o manifestaciones), el ajedrez, el mundo griego, los caballos (sólo para contemplarlos, jamás me he montado en uno), el cine de Tarkovski, un puñado de pintores (Cimabue, Piero della Francesca, Schiele, Rothko, Bacon), ciertas músicas (Bach, el jazz, Tom Waits, la electrónica alemana) y las mujeres (Nastassja Kinski, Charo López, Isabelle Adjani).
Me hubiera gustado ser: Marcello Mastroianni en La dolce vita o Jean Paul Belmondo en Al final de la escapada.
Me hubiera gustado escribir: Gran Sertón: Veredas, de João Guimaraes Rosa, o Vidas minúsculas, de Pierre Michon.
Me hubiera gustado conocer: A Sócrates y a Lenin.
Un libro: Viaje al fin de la noche, de Louis Ferdinand Céline. Un verano, en Llanes, a los 18 años, entre fiesta y fiesta, de playa en playa, lo leí por puro azar, porque me agradó su título. Cuando lo acabé, había descubierto una vocación: quería dedicar el resto de mi vida a intentar escribir un libro como aquel.
Diez escritores (por orden cronológico): Platón, Spinoza, Marx, Dostoievski, Proust, Kafka, Faulkner, Onetti, Camus, Bernhard, DeLillo.
Una virtud que aprecio (y poseo): La generosidad.
Una virtud que aprecio (pero no poseo): La templanza.
Un defecto que tolero (y ejerzo): La ira.
Un defecto que no tolero (ni ejerzo): La frivolidad.
Un deseo universal: Un mundo más justo y en paz, donde los políticos sólo sean gestores de lo público, no su encarnación.
Un deseo literario: Poder satisfacer algún día esta frase de Blanchot: «Su vida está enteramente consagrada a la literatura y al silencio que le es propio».
Un lema vital: Este adagio latino: Nec metu, nec spe.
Un lema literario: Acercarse a la obra, como quería Miró de la pintura, desde la máxima ambición para ejecutarla con la mayor humildad.
Qué es para mí la literatura: a) Una forma privilegiada de inquisición, b) una forma privilegiada de consuelo y c) otro de los nombres de la belleza.
Cómo titularía mi autorretrato: Hombre de palabra.
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* La foto, de Susana Carro, está hecha en la playa de la Barrosa, Cádiz.

* El autorretrato es de Egon Schiele.
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10 comentarios:

Jorge Ordaz dijo...

A través del blog de Miguel Ángel Lama he dado con el tuyo, y me encuentro con un retrato de mi amigo y admirado Ricardo Menéndez Salmón. Enhorabuena por la estupenda bitácora (que ya he incluido en mis enlaces).
Por cierto, no sé si te acordarás, pero hace años nos conocimos en Barcelona.
Saludos.

Anónimo dijo...

Faltó el librito de Pavese junto a la almohada, o bajo ella, quién sabe.

Anónimo dijo...

De las cualidades de Ricardo, yo destacaría, sin duda, la firmeza y el equilibrio, virtudes espléndidas (y necesarias) para un autor vocacional como la copa de un pino. Un beso de B

Isabel dijo...

¡Qué me gusta esta semblanza de RMS!
Me gustó cuando lo vi en el programa El público lee. A los autores además de leerlos hay que verlos hablando, tienen muchas más lecturas. La que yo hice de él, aún sin conocerlo personalmente, coincide con muchas cosas que defines en tu post, que es estupendo.

Juan Carlos Márquez dijo...

Ye un tío curtido y legal este Ricardo. Debe de curtir mucho leer a Bernhard, sobre todo si se lee en su idioma original, y ser hincha del Sporting de Gijón. Yo también he hecho mis pinitos con el holandes-austriaco-alemán y soy del Athletic de Bilbao, que tampoco es fácil, así que espero que pronto se me pegue algo.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Nadie tan enfermo de literatura como él ha escrito palabras tan hermosas una tras otra, como relicarios o estallidos verbales, en pequeñas e intensas nouvelles; nadie como él conoce el compromiso de exigencia. Su prosa araña y muerde y remueve exigiendo al mismo tiempo una mirada que interroga y aspira a lo bello ("la disciplina debe proceder de dentro"). Le faltó decir, otros dirán, que está llamado a compartir la geografía de la gran literatura. Acaso, perdido, entre Atlántico, saboreando lecturas y memoria propia, escuchando a Bach o a M. Ward o rememorando los murales de José Clemente Orozco. Pero aún no lo sabe, porque como dijo R. Piglia "Vivimos con la idea de que no podemos conocernos, pero sí narrarnos". Lo dicho, asistimos al perfil de un bello escritor: bellísimo.

Francisco Casoledo dijo...

Sobre los efectos del sportinguismo en la creación habría mucho que decir. Pueden ser engrandecedores (Ricardo Menéndez Salmón) o devastadores (Jose Luis Garci). En todo caso pienso que esta temporada, tras los 6-1 y 7-1 que nos han zumbado el Madrid y el Barcelona, es la más propicia para que en el patio literario crezca algún que otro Bernhard, un manojo de Paveses, brotes de Broch y hasta un Arno Schmidt, si la suerte no lo remedia.

Juan Carlos Márquez dijo...

Bernhard, Broch y Arno Schmidt: suena a delantera del Bayern.

Sergi Bellver dijo...

Llegué de la misma manera (o el libro a mí, más exactamente) a Viaje al fin de la noche y me conmocionó esa escritura cabrona y cierta. Ahora, después de mucho tiempo, voy a hincarle el diente a Muerte a crédito. Además de ser uno de los mejores escritores con los que me he topado nunca, ¿cómo es posible que un nazi titulara tan bien su novelas?

Dios, le odio por partida triple (la envidia es el amargo vértice).

Ricardo, querido, ¿no serás de los Salmón de toda la vida, muy cerquita de Santillana, verdad?

Igual tenemos conocidos comunes y lejanos, muy lejanos.

Qué grande eres, en todo caso.

Y también te odio un poco, he de decirlo... ah, la envidia y la buena letra...

Anónimo dijo...

Sergi:

Mi madre es de Revilla de Camargo, aunque hasta donde yo sé, el núcleo duro de los Salmón se encuentra en Vargas, famosa no sólo por su horrendo cruce (parecido al de Solares), sino sobre todo por sus sobaos pasiegos, ricos entre los ricos. Mi abuelo materno, por cierto, jugó en el mismo equipo que Gento cuando era chaval, allá por Astillero y Guarnizo.

Cambiando el juego, con Céline no hay remedio. Lo explicó bien Julia Kristeva en "Poderes de la perversión". Es imposible no odiarlo y admirarlo al mismo tiempo. A mí éste de los escritores fascistas es un tema que me apasiona, y que a lo peor Fernando, que de esto sabe más que nosotros, podría arrimar al ascua de la literatura española dedicándole una entrada en La nave. Hay una interesante discusión ahí, que no creo del todo superada, pues conozco mucha gente que, por prejuicio ideológico, no lee a determinados autores. A mí me asombran Mishima, Drieu La Rochelle, Jünger (con Jünger el tema del fascismo es más delicado, yo creo que él era más bien la encarnación de los viejos valores marciales, algo así como un caballero teutón con uniforme de la Wehrmacht) y, por descontado, Céline.

Veo que he dado un salto triple sin red: de los ancestros de mi madre -inocente ella- a los hijos de Xavier de Maistre. Qué vida ésta del plumífero escritor. Cuánto vuelo vano.

Ah, y mientras no me pidas dinero, te dejo odiarme... un poco. Duro con Gens para 2009.

Abrazos,
Ricardo MS