sábado, 24 de mayo de 2008

El tuteo y una anécdota de Fernando Lázaro Carreter


Contaba Juan Cruz ("¿Seré ministro?", El País, 20 de abril del 2008) que en 1982, recién nombrado Javier Solana ministro de Cultura, en el primer gobierno de Felipe González, un redactor de Radio Nacional fue a entrevistarlo y, antes de empezar, le espetó:
-Javier, ¿en esta entrevista te trato de usted o de tú?
A lo que Solana, con la flema que le caracteriza, le respondió, poniéndolo en su sitio:
-Tráteme usted como quiera.
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Muchos años después, durante una cena en El Puerto de Santa María, Fernando Lázaro Carreter, tras su conferencia en uno de los congresos que organizaba la Fundación Luis Goytisolo, nos comentó que cuando era presidente de la Academia de la Lengua, el entonces ministro Solana se tomaba la libertad de tutearlo, de llamarlo Fernando, lo que no le hacía excesiva gracia, porque no lo conocía de nada. "Estos jóvenes socialistas" desconocen las formas más elementales de la urbanidad, comentaba con sorna.
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Todo esto se entenderá mejor aún, si cuento que Lázaro Carreter trató siempre de usted a Francisco Rico, y viceversa, claro está, aunque a la vez se llamaran el uno al otro Fernando y Paco. Y todo ello, a pesar de lo mucho que se apreciaban y de la confianza que se tenían. De la misma forma que Rico trató simpre de usted a su maestro Martín de Riquer. No es difícil deducir de todo lo anterior, que Rico, a diferencia de otros profesores de su categoría y edad, como Alberto Blecua o José-Carlos Mainer, siempre nos obligó a llamarlo de usted. Aunque, hombre intelectualmente inquieto, introdujo una variante en la tradición: permitía que las mujeres que habían sido sus alumnas lo tutearan.
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Lo más sorprendente, de todas formas, es que, don Fernando Lázaro, muy aficionado a contar, con todo lujo de detalles, sus asuntillos, digamos rijosos, la obligada visita anual al Molino, de Barcelona, en ese viaje forzoso a Barcelona, desde su casa de vacaciones en Comarruga, tampoco se apeara del usted en ese terreno. Cuando recuerdo estas comidas en Sant Cugat, en el restaurante de la señora Roda, me siento como el grumete de aquel barco a la deriva, del microrrelato de Luis Mateo Díez, y de cómo se hizo un hombre....
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* B. Benvenuti, El templo del arte, 1906.

3 comentarios:

Tomás Rodríguez dijo...

¡Qué envidia, Fernando,quién hubiera ssistido en directo al magisterio oral de don Fernando Lázaro Carreter y de toda esa camarilla filológica...!Creo, además, que recogieron muy bien la enseñanza de Cervantes con respecto a la ironía, a esa ironía socarrona del tratamiento. Saludos.
http://tropicodelamancha.blogspot.com

Anónimo dijo...

Bonita anécdota.
Recuerdo con cariño una cena, después de las oposiciones, en la que Rico, muy serio, me dijo: Belén, ahora puede usted apearme el tratamiento.
Entre estas y otras historias crecimos...

Fernando Valls dijo...

Sí, querida Belén, hay otro Rico, menos conocido, algo más entrañable, del que tendremos que ocuparnos cuando nos hagamos mayores... Pero hoy, en un día gris de lluvia, no pienso ponerme estupendo.
Besos, Belén.