viernes, 2 de mayo de 2008

¿Son cuentos?

¿Mil y un cuentos de una línea? El caso es que ni son cuentos, ni todos tienen una línea, aunque sean mil uno, en la antología de Aloe Azid (Mil y un cuentos de una línea, Thule, Barcelona, 2007). El autor reconoce en el prólogo que ninguna de estas piezas son cuentos. Y si bastantes de ellos sólo tienen una línea es debido a que se ha forzado su disposición natural en la página, su composición tipográfica. Resulta sorprendente que se nos den como cuentos textos que son otra cosa, y sobre todo que quien lo haga sea una editorial que tan encomiable labor realiza por la difusión del microrrelato. Sólo queda pensar que, en cierta forma, se ha tratado de repetir el juego del venezolano Gabriel Jiménez Emán, excelente autor de microrrelatos, con su Los 1001 cuentos de 1 línea (1981), donde sólo aparece una única pieza de esa dimensión.

¿Qué son, entonces, estos textos? Según el antólogo, se trata de ficciones, lo que no es decir mucho, puesto que no son menos ficciones la novela o la poesía. En esencia, son microrrelatos, aforismos (lo curioso es que en el prólogo se niega que aparezcan piezas de este género, ¿qué son, entonces, los textos de Lichtenberg?) y greguerías, sin que tampoco falte alguna ocurrencia de escaso fuste… Además, por si todo ello fuera poco, la ordenación del libro en 26 secciones, tal y como se lleva a cabo, sólo consigue añadir más confusión.



Desde la literatura clásica grecolatina, sin olvidar las vanguardias del siglo XX, sabemos que la disposición del texto en la página genera sentido, e incluso se ha convertido en un procedimiento utilizado hasta el abuso. A estas alturas, por tanto, parece imprescindible respetar la voluntad del autor, algo que aquí me consta que no se hace. Así, los textos aparecen dispuestos de tal manera que se extienden a la página de la derecha, generan curvas, círculos y otras figuras geométricas, proporcionándoles una dimensión que no tenían en la intención del creador. La única duda que me queda es si estas innecesarias alegrías son producto de la ingenuidad o del desconocimiento. Acaso no resulte baladí recordar que aunque el autor puede jugar con la disposición del texto en la página, no así el antólogo.

Aloe Azid es el evidente anagrama de José Díaz, editor de Thule, autor de la útil antología Ojos de aguja (2000) y de un puñado de microrrelatos. Aclarado todo esto, la recopilación tiene mucho bueno que ofrecer, aunque esté hecha con escaso criterio, pues conviven en sus páginas lo mejor y lo medianejo. Incluso se recoge completo, sin apenas disimulo alguno, los Crímenes ejemplares, de Max Aub; lo que cuesta entender, teniendo en cuenta que la misma editorial tiene el libro en su catálogo.
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Este volumen demuestra, una vez más, y produce rubor tener que señalarlo, que armar una antología no es un trabajo que pueda hacer cualquiera; es necesario conocer bien la materia, tener criterio y gusto literario. Por otro lado, no he visto en la prensa ni un solo comentario sobre este libro, que a pesar de los defectos en su concepción, merecía más atención de la que se le ha prestado. No en vano, aquí aparecen casi todos los grandes clásicos del microrrelato en castellano: Max Aub, Augusto Monterroso, Adolfo Bioy Casares, Juan José Arreola, Enrique Anderson Imbert, Marco Denevi, René Avilés Favila, Edmundo Valadés, Rafael Pérez Estrada, Antonio Fernández Molina y Antonio Di Benedetto; así como los principales autores actuales: José de la Colina, Luisa Valenzuela, Luis Mateo Díez, Eduardo Galeano, Ana María Shua, Guillermo Samperio, David Lagmanovich, Pía Barros, José María Merino, Gabriel Jiménez Emán, José Emilio Pacheco y Julia Otxoa.
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¿Puede hacerse, entonces, como desearon Italo Calvino y Salvador Garmendia, una antología de cuentos de una línea? Hoy no, porque los textos narrativos de una línea son llamados microrrelatos. Lo que sí podría haberse hecho es una antología de microrrelatos de una línea, o de textos de una línea, fueran éstos narrativos o aforísticos, aunque sean cosas distintas. Y, ¡ojo!, todo esto no son chincherías de profesor, de crítico, sino un empeño por lograr que no nos ahogue la banalidad, el todo vale.

* Edward Burtynsky, 2004.
* Publicado en la revista Mercurio, 101, mayo del 2008, p. 31.

2 comentarios:

Gabriel Jiménez Eman dijo...

hola no conocia este excelente comentario de edward butinsky a la antologia de jose diaz que tiene el titulo de uno de mis cuentos. tarde, pero seguro llega este comentario que en ningun momento puede pasarse por alto.

"aquel señor escribio un cuento en su mente, y cuando fue a ponerlo en el papel, se le olvido contarselo a si mismo."

gabriel jimenez eman

Fernando Valls dijo...

Gabriel, de Butinsky es la imagen; el comentario es mío. Un abrazo, desde Almería. Fernando