lunes, 19 de mayo de 2008

Ricardo Doménech

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La jubilación de un profesor, de un maestro, no siempre tiene sentido. La de Ricardo Doménech, a sus 70 años, alguien que sigue en plena forma, con deseos de proseguir con sus clases en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD), de Madrid, de la que ha sido director, representa uno de esos casos. Pero una obtusa y mecánica legislación se lo impide. Su buena disposición viene avalada, además, por la petición de los estudiantes y el respaldo del director del Centro, el dramaturgo Ignacio Amestoy. .
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Conocí a Ricardo Doménech, primero, en su faceta de crítico literario, en revistas tan prestigiosas y diferentes como Ínsula y Triunfo. En la primera nos dejaría, entre otros muchos, un artículo temprano (1962), y ya clásico, sobre Tiempo de silencio, "Ante una novela irrepetible".
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Me familiaricé después con el ensayista e investigador, experto en el teatro español del siglo XX, sobre todo en Valle-Inclán, Lorca, los dramaturgos del exilio republicano (véase su Teatro del exilio: obras en un acto, Fundamentos, 2006) y Buero Vallejo. Hace unas pocas semanas, en conversación con Liz Perales, recogida en El Cultural de El Mundo, confesaba que Buero Vallejo era quien más lo había influido como escritor. Se unía así a todos aquellos que consideraron siempre el ensayo un género literario. No hay más que recordar sus libros sobre El teatro hoy (Doce crónicas) (1966), El teatro de Buero Vallejo. Una meditación española (Gredos, 1973) y La casa de Bernarda Alba y el teatro de Lorca (Cátedra, 1985)..


Por último, leí al narrador y tuve la fortuna de tratar a la persona, ¡excelente y ameno conversador!, en varias ocasiones. Y aunque quizá sea su faceta menos conocida, Ricardo Doménech ha sido un importante escritor de relatos, presente en muchas de las mejores antologías dedicadas al género. Entre sus libros narrativos, destacan La rebelión humana (1968), que le publicó Ignacio Aldecoa en su colección de Narraciones en la editorial Taurus; Tiempos (La isla de los ratones, 1980) y La pirámide de Khéops (Magisterio Español, 1980), que lleva un esclarecedor prólogo de Santos Sanz Villanueva.
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Buena prueba de que sigue en excelente forma lo es la reciente publicación de un libro sobre García Lorca y la tragedia española, así como que tenga previsto actualizar su ensayo sobre Buero Vallejo, y recopilar y sintetizar todos sus trabajos acerca de Valle-Inclán. Pero, quizás, el mejor homenaje que podríamos tributarle, en el momento de su jubilación, fuera publicarle sus cuentos completos.
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* La caricatura de Gusi Béjer apareció en El Cultural.

4 comentarios:

Tomás Rodríguez dijo...

Doménech tiene una serie de trabajos inevitables para todo filólogo que se precie. ¡Qué suerte haber tratado con él, compartir una conversación...!
http://tropicodelamancha.blogspot.com

Magda Díaz Morales dijo...

Que pena que una mecánica legislación impida que todo un profesor tenga que ser jubilado cuando tiene tanto que ofrecer a los demás, a esos estudiantes que ganarían tanto con tenerlo como maestro.

Los estudiantes podrían hacer una huelga y no suspenderla hasta que esto cambiara. No es sencillo, podrían existir más complicaciones. Pero creo que valdría la pena.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

La jubilación de Ricardo Doménech es una muestra más de cómo se dilapidan las energías de los maestros en este país, en el que quedan ya tan pocos. Y más en ámbitos como éste de los estudios sobre el arte dramático, en el que tantos esfuerzos caben aun.
Saludos desde la meseta.

Nocturna dijo...

Fernando:

Me hiciste recordar un dolor "particular", y a la vez "generalizado", que sufrimos el año pasado los alumnos de Letras con la pérdida de una de las dos mejores docentes de nuestra Universidad. Falleció el año pasado; con muchos años a cuestas, por cierto. En este sentido, es una suerte que en Argentina no hayan existido legislaciones que impidan el dictado normal de sus materias, de lo contrario hubiera sido imposible que conociera a la impecable señora "Alicia Chibán", cuyo amor por la docencia fue inmenso.
Deberían existir excepciones en determindados casos, fundametalmente si las mentes se mantienen lúcidas como fue el caso de esta gran dama.

Mis respetos para ambos,

Danhir