miércoles, 28 de marzo de 2012

Microlecturas, 3: Rubén Abella

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Mi primer microrrelato es del año 2001. Acababa de volver de La Habana y, mientras revisaba con una pequeña lupa las diapositivas que había tomado, me llamó la atención una imagen. Mostraba un destartalado coche estadounidense, de esos que ya sólo se ven en Cuba. Tras él, dándole la espalda, se alzaba una silla blanca de hierro forjado. Se me ocurrió que esa escena contenía una historia. Después de darle muchas vueltas, imaginé que esa historia podía ser la siguiente:
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El resultado me pareció interesante. La imagen y el texto se hablaban de tú a tú. Quiero decir que no había subordinación: la fotografía no ilustraba las palabras, y las palabras no explicaban la fotografía. El producto de su unión, pensé, ennoblecía a ambas partes. La cosa no quedó ahí, claro. Seguí trabajando esa veta. Fruto de aquel esfuerzo fue un libro, Fábulas del lagarto verde, que aún no he logrado publicar. Consta de más de setenta imágenes y diecinueve historias muy breves, como ésta:
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De este germen bicéfalo surgiría más tarde mi primer libro de microrrelatos: No habría sido igual sin la lluvia. De modo que podría decirse que llegué al género desde la fotografía, más que desde la literatura. Todos los caminos, dicen, conducen a Roma.
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Desde entonces, he escrito indistintamente microrrelatos —ya sin el apoyo de la imagen— y novelas, las dos distancias narrativas en las que me encuentro más cómodo.
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Como narrador he bebido —y sigo bebiendo— de muchas fuentes literarias. De ellas destacaría dos libros que procuro tener siempre cerca porque, los abra por donde los abra, no dejan de deslumbrarme. Uno es Pedro Páramo, de Juan Rulfo, una novela que nos describe a todos. Me impresionan su resonancia, la demoledora pegada de su lenguaje, su valentía, su incondicional adhesión a lo humano, el terso equilibrio entre lo que se cuenta y lo que queda fuera de sus páginas —crucial, este último aspecto, para la escritura del microrrelato—. Mi otro libro de cabecera es Mientras agonizo, de William Faulkner. La primera vez que lo leí, hace ya muchos años, apenas entendí la trama. Lo que sí entendí es que, bien utilizadas, las palabras pueden causar conmoción. Visto en retrospectiva, creo que mi decisión de dedicarme a escribir le debe mucho a esa lectura.
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Aparte de Faulkner y Juan Rulfo, la lista de escritores que admiro es interminable. Dejando a un lado a los más obvios —Cervantes, Shakespeare, Dante—, están el Dostoyevski de Crimen y castigo, el Joyce de Retrato del artista adolescente, el Flaubert de Madame Bovary, el Doctorow de Ragtime, el Kundera de La broma, el T.S. Eliot de Prufrock, el Chejov de “La dama del perrito”, el Walser de El paseo, el Zweig de Carta de una desconocida, el Roth de Elegía, el Hrabal de Una soledad demasiado ruidosa, el Salinger de El guardián entre el centeno, el García Márquez de El amor en los tiempos del cólera… En cuanto al género que me ha traído a esta bitácora, he disfrutado mucho leyendo los microrrelatos de Luis Mateo Díez, Javier Tomeo, José María Merino, Juan Pedro Aparicio y Ana María Shua.
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Las listas, me parece a mí, son siempre injustas e incompletas, y esta no puede ser una excepción. Espero al menos que sirva para dar una idea de dónde vengo. Esas lecturas —y muchas otras—, asimiladas y bien diluidas en mi experiencia, aliñadas luego con la memoria, las palabras y, cómo no, la imaginación, han hecho de mí el escritor que soy hoy.
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Mañana, ya veremos.
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* Rubén Abella (Valladolid, 1967) es licenciado en Filología Inglesa, fotógrafo y escritor. Imparte clase en la Universidad Pontificia Comillas y en la Escuela de Escritores de Madrid. Ha publicado tres novelas: La sombra del escapista (2002), Premio Torrente Ballester, El libro del amor esquivo (2009) y Baruc en el río (2011). También es autor de dos libros de microrrelatos: No habría sido igual sin la lluvia (2007), con el que obtuvo el premio NH, y Los ojos de los peces (Menoscuarto, 2010).
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6 comentarios:

Noelia - juegos de Mario dijo...

Pues sigue así, no te canses, no bajes los brazos. Personas como tú hacen falta en este mundo, me alegra que lo que más amo -la fotografía- te haya llevado a escribir. Muy buen blog, saludos!

Arte Pun dijo...

Gracias, Rubén, me encantó "No habría sido igual sin la lluvia", fue un libro que podría decir que me enseñó que había otras formas de contar las cosas.

Saludos

AGUS dijo...

"Los ojos de los peces" me parece un gran libro de microrrelatos, y hoy disfruto de los apuntes y la bibliografía que nutren la escritura de Ruben Alella. Me parecen muy interesantes los nexos ficticios entre palabras y fotografías, y espero que pronto vea la luz ese libro inédito. De manera especial, coincido en las dos obras maestras que el autor cita: "Pedro Páramo" y "Mientras agonizo".


Un placer esta sección. Gracias.

Abrazos.

Pedro Herrero dijo...

Guardo un excelente recuerdo de "Los ojos de los peces". Creo que es uno de los mejores libros de microrrelatos que he leído últimamente, y lo sé porque tengo la fea costumbre de doblar el ángulo superior de las páginas que me gustan. Ese libro de Rubén descansa acribillado en mi modesta biblioteca. De vez en cuando, para inspirarme, reclamo la sobriedad de su lenguaje, el dominio del tiempo en sus historias, y esa gran capacidad para visualizar escenas, que ahora, conociendo su amor por la fotografía, entiendo mucho mejor.

Esta serie de microlecturas se convertirá fácilmente en un coleccionable de lectura obligada.

Javier Ximens dijo...

Gracias Fernando por este tenderete que has puesto en la calle. Hoy he tomado dos pinchos de queso Rubén Abella, me han gustado su sabor y textura. Además, he memorizado la marca, de modo que cuando me acerque a la quesería podré comprar el queso completo.

Manu Espada dijo...

Leí Los ojos de los peces y me gustó sobre todo el carácter global del libro, con esos hilos conductores entre textos. Ahora tengo en la mesilla su última novela. A ver si publica el libro con las fotos, tiene una pinta estupenda.