jueves, 10 de septiembre de 2009

ANDRÉS NEUMAN

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Testamento de Edgar Franz Milton
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(Manuscrito encontrado entre los papeles del popular novelista austronorteamericano Edgar Franz Milton, redactado horas antes de lanzarse a las vías de un tren de alta velocidad en Boston.)
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40 cosas que prometo no hacer nunca
en mi próxima vida de escritor
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1. Enumerar en mis notas bibliográficas, como si fueran un mérito literario, los oficios humildes que he desempeñado.

2. Afirmar rotundamente que, en vez de aspirar a un pequeño lugar en la literatura, escribo contra el Poder o el Pensamiento Único.

3. Redactar novelas cortas con párrafos de una línea.

4. Despotricar contra el Mercado en la televisión, en los periódicos, en la radio, en Internet, en los congresos, en todas mis entrevistas.

5. Buscarme culpablemente en las estanterías cada vez que entro en una librería. Es muchísimo mejor hacerlo sin culpa.

6. Rematar mis relatos con la frase: «Entonces comprendió…»

7. Convertir los premios literarios en mi mayor obsesión, bien intentando ganarlos o bien repudiándolos mientras no los gane.

8. Leer las solapas sobre los autores antes que las primeras líneas de sus libros.

9. Omitir la fecha de nacimiento en las solapas de mis obras (si soy una mujer) o incluir una foto de mi más remota juventud (si soy un hombre que ha pasado de los 50).

10. Llamar aduladores a los admiradores ajenos, y compañeros de estética a mis aduladores.
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11. Intercambiar ejemplares esmeradamente dedicados con colegas a quienes jamás he tenido la intención de leer.

12. Preguntarle a un colega: «¿qué tal va tu libro?», cuando lo que deseo averiguar es si ha vendido más ejemplares que yo.

13. Referirme a las críticas negativas con abominables eufemismos como reseña rara.

14. Sostener que los críticos que no me elogian en realidad no han leído mis libros o lo han hecho demasiado rápido.

15. Deslizar en mi currículum insufribles petulancias del tipo: «al margen de las modas y tendencias imperantes», como si los demás escritores, excepto yo mismo, aspirasen a ser gregarios.

16. Hojear los suplementos literarios con la esperanza de encontrar consoladoras reprobaciones de libros ajenos, para disimular que llevo semanas, meses, años sin escribir algo decente.

17. Insinuar que mi obra ha sido exitosamente editada en múltiples países cuando, para ser exactos, unas cuantas revistas extranjeras me han publicado algún poema.

18. Calcular paranoicamente la edad de mis contemporáneos.

19. Alabar el diseño de un libro para no hacer escarnio de su escritura.

20. Perpetrar antologías y declarar que mi único criterio ha sido la calidad.

21. Denunciar el exceso general de publicaciones mientras promociono mi duodécima novela.

22. Hacer elogio místico de los autores que publican muy poco, si yo soy precisamente uno de ellos.

23. Abusar de las drogas mientras corrijo o mientras reviso pruebas de imprenta.

24. Escribir diarios sobre la vida social de los escritores.

25. Publicar diarios sobre la vida social de los escritores.

26. Reseñar diarios sobre la vida social de los escritores.

27. Señalar enigmáticamente en mis bibliografías: «ha sido traducido a más de seis idiomas», insinuando que dichos idiomas podrían ser veinticinco o quizá seis y medio.

28. Comenzar mis conferencias agradeciendo a más de cinco personas durante más de cinco minutos.

29. Concluir mis conferencias pronunciando «muchas gracias» antes de que el público aplauda, como dando por hecho que seré ovacionado.

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30. Describir emotivamente la amistad que mantuve con escritores difuntos a quienes desprecié en vida.

31. Descalificar a los autores consagrados manifestando sistemáticamente que sus primeros libros me parecían mejores.

32. Pretender que los jóvenes escriban como yo.

33. Evitar que los jóvenes escriban como yo.

34. Echarle la culpa a mi agente de todas mis ambiciones.

35. Escribir libros malos y críticas implacables.

36. Hablar de los editores como si fueran nuestros enemigos.

37. Hablar de los editores como si fueran nuestros amigos.

38. Pensar en los lectores antes que en los personajes.

39. Intentar incluir mis enfermedades o intentos de suicidio entre mis principios estéticos.

40. Recurrir a heterónimos, alter egos o apócrifos cuando desee ser sincero.
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E. F. M.

* Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) es poeta, ensayista y narrador. Hijo de músicos argentinos emigrados, desde su juventud reside en Granada, donde fue profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad. Con su última novela, El viajero del siglo, ha obtenido el Premio Alfaguara. Este texto, me comenta el autor, es inédito en España, ya que sólo ha aparecido en una revista argentina y nunca había sido colgado en internet.

* El cuadro de Giorgio de Chirico se titula "Nostalgia del infinito".
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7 comentarios:

Feliciti dijo...

Qué manifiesto más fabuloso,de mayor quiero pensar así aunque mi oficio sea otro.

Juan Carlos Márquez dijo...

Excelente declaración de intenciones. Ahora sólo queda esperar, dejar correr el tiempo y desearle a Andrés Neuman que nunca tenga que escribir un texto titulado:

X cosas que prometí no hacer nunca
en mi próxima vida de escritor pero no pude cumplir.


Salud.

Fernando Valls dijo...

Por lo visto es necesario recordar que quien quiera hacer un comentario deberá identificarse. Que sepamos, al menos, a quién le gusta soltar bilis, si es que es capaz de argumentar.

Citopensis dijo...

Curioso.

Esta "hoja de ruta" debe ser común a casi todos los escritores... o al menos alguno de sus puntos.

Como dijo Juan Carlos: será al final de la ruta cuando se descubre si se cumplieron todos los hitos.

Un saludo.

Carmen dijo...

Probablemente Andrés, como muchos otros de sus colegas hayan ya incumplido muchos puntos, espero y deseo que no todos :) En el humor se le reconoce y en la ironía se le cree. Buen texto!

Pilar dijo...

Bueno, a mí me ha parecido que el guiño que nos propone está precisamente ahí. La última promesa: NO"Recurrir a heterónimos, alter egos o apócrifos cuando desee ser sincero", al lado de las iniciales del tal escritor Edgar Franz Milton, austronorteamericano y suicida, pone en entredicho todo lo demás y (me) indica que tampoco Neuman se considera a salvo de pecar en alguna de las otras treinta y nueve. Espero que no le tienten los trenes...

Gabi S. dijo...

Ja ja, impresionante... ¡Y por supuesto que todos los escritores del mundo incumplen el listado! Por eso, o para eso, parece haber sido escrito. Es una lista de todo lo que hacen/hacemos todos, más o menos. Como ha comentado Carmen, en esa ironía está la gracia del texto, ¿no? Saludos, me encanta el blog.